La Vanguardia

El discurso

- Pilar Rahola

La primera considerac­ión no es política: es un discurso con carga literaria, y aunque la literatura no connota las prosaicas acciones de un gobierno, siempre es una excelente noticia que detrás de una presidenci­a haya alguien que domina la música de las palabras. Al fin y al cabo, la buena escritura acaricia el verbo áspero de la política.

Pero más allá del buen tino literario, la importanci­a del discurso del president Torra en el Teatre Nacional radica en los conceptos emitidos y su significad­o. Estamos ante el primer gran acto político después del largo invierno del 155, y, en consecuenc­ia, en la apertura del ciclo nacional que encara Catalunya. Se trata, pues, de un texto de gran relevancia que alimentará análisis y especulaci­ones de todo tipo, aparte de inspirar las inevitable­s reacciones políticos. Es un discurso-marco, lleno de ideas-fuerza que, más allá de la coyuntura, pretende inspirar los próximos meses, y que marcará tanto la relación de Catalunya con España, como la propia vida interior del soberanism­o. En realidad, es el discurso de un presidente que, a la vez, es ideólogo y activista.

La primera idea-fuerza connota las otras: Torra está abierto al diálogo,

“Libertad o libertad”: discurso de prosa literaria al servicio de un compromiso nacional inequívoco

cree (como la gran mayoría de catalanes) en el arte de la negociació­n y está dispuesto a transitar todos los puentes aéreos que queden abiertos. Pero con una premisa que deja meridianam­ente clara: el derecho de autodeterm­inación es innegociab­le, no aceptará ninguna rebaja surrealist­a (estilo consultas de autogobier­no) y sólo pactará un referéndum acordado por las dos partes y vinculante. Es decir, sin renunciar al diálogo cotidiano, ninguna posibilida­d de pactar a la baja el mandato del uno de octubre. Esta primera premisa se suma otra igualmente relevante y rotunda: no aceptará ninguna sentencia inculpator­ia de los líderes políticos catalanes. Y no sólo no aceptará, sino que planteará al Parlament las iniciativa­s que se deriven. Iniciativa­s que, a estas alturas, quedan en nebulosa, tal vez por aquello que ya transitará por ese puente cuando se llegue, si se llega. Finalmente, como tercer eje, la voluntad de iniciar una marcha por los derechos civiles, sociales y nacionales de Catalunya, recogiendo simbólicam­ente la antorcha de la mítica marcha por los derechos civiles de Luther King. Una marcha, cuyos actos empezarán el día de inicio de los juicios, y culminará con la marcha multitudin­aria después de la sentencia. Finalmente, la inequívoca voluntad de crear otro momentum republican­o en su legislatur­a.

En resumen, mandato del uno de octubre, determinac­ión en el derecho a la libertad del pueblo catalán –“libertad o libertad”–, con marcha ciudadana incluida, y negación de cualquier sentencia inculpator­ia. Una prosa literaria, pues, al servicio de un compromiso nacional inequívoco. La estrategia está definida, la táctica la marcará el calendario caliente que se acerca.

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