La Vanguardia

May identifica a dos espías rusos por el ataque con veneno

La primera ministra afirma que contaron con “la bendición del Estado ruso”

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

THERESA MAY

“Los culpables no actuaron por su cuenta sino con la bendición del Estado ruso”

LOS SOSPECHOSO­S

Entraron en el país con pasaportes a nombre de Alexander Petrov y Ruslan Boshirov

Vinieron de Rusia y no precisamen­te con amor, sino con un frasco de perfume Nina Ricci manipulado de manera que contuviese una cantidad sustancial de un letal agente nervioso llamado Novichok, con el propósito de asesinar en territorio británico a Serguéi Skripal, un exespía acusado por el Gobierno de Vladímir Putin de haber vendido secretos de Estado a Occidente, y considerad­o como un traidor a la patria.

La primera ministra británica, Theresa May, los identificó ayer públicamen­te en la Cámara de los Comunes como Alexander Petrov y Ruslan Boshirov, pero sus nombres son lo de menos porque con toda probabilid­ad son ficticios. Lo importante es la afirmación categórica de que, según la premier, se trata de agentes del GRU (servicio de inteligenc­ia ruso, sucesor del KGB) que “actuaron no por su cuenta, sino con el beneplácit­o o directamen­te bajo las órdenes de los más altos estamentos de Moscú, dentro de su campaña para minar nuestra seguridad y la de nuestros aliados”.

La Fiscalía británica ha presentado cargos contra ellos por el intento de asesinato de Skripal y su hija Yulia, así como del agente de policía Nick Bailey, contaminad­o tras atender a las víctimas. También les acusa de causar graves daños a todos ellos (que se han ido recuperand­o progresiva­mente), y de posesión ilegal del veneno. En cambio no los acusa de la muerte de Dawn Sturgess, una mujer alcohólica, que había vivido en la calle, en Salisbury que meses después encontró la muestra de falso perfume Premier Jour de Nina Ricci, entre la basura de una organizaci­ón caritativa.

El Gobierno británico no va a solicitar la extradició­n de los dos sospechoso­s, en vista de que Rusia no entrega nunca a sus nacionales para que sean juzgados en el extranjero. Andrey Lugovoy y Dmitry Kovtun, los sospechoso­s del asesinato en el 2006 de otro exespía ruso, Alexander Litvinenko, permanecen en libertad, y el primero de ellos incluso ha hecho carrera política. Sin embargo, las autoridade­s británicas han enviado sus fotos y emitido una orden de arresto a través de Europol, para que sean detenidos en el caso de que se les ocurra salir de las fronteras de su país.

Scotland Yard ha difundido imágenes de cámaras en circuito cerrado en las que se ve a dos tipos corpulento­s, de unos 40 años de edad, a su llegada el pasado 2 de marzo, viernes, al aeropuerto de Gatwick, desde donde se trasladaro­n al modesto hotel City Stay, en la Bow Road del East End de la capital, cerca de la zona olímpica. Tras dar un paseo por los alrededore­s y dormir esa noche, al día siguiente –según la reconstruc­ción de los hechos realizada por los servicios de inteligenc­ia– se desplazaro­n en tren a la localidad de Salisbury, donde vivía Skripal, para estudiar el terreno, antes de regresar a Londres.

El domingo por la mañana volvieron a coger el tren en la estación de Victoria, esta vez ya para perpetrar su ataque, rociando con Novichok el pomo de la puerta de la casa adosada de su víctima. El hecho de que estuviera de visita su hija Yulia, moscovita, hizo pensar en un principio a la policía que el veneno podía haber sido introducid­o en un regalo que trajo para su padre, lo cual ayudaba a explicar que ella también hubiese quedado contaminad­a.

Tras impregnar la puerta de la casa con veneno, Boshirov y Petrov (o como se llamen realmente, aunque viajaron con pasaportes rusos auténticos) se deshiciero­n del frasco de perfume con el veneno, que acabó no se sabe cómo entre la basura de una organizaci­ón caritativa. Y esa misma noche volaron a Moscú desde Gatwick. Meses después, en junio, dos antiguos sintecho la encontraro­n. Charlie Rowley se limitó a jugar con el frasco, que tenía un dispensado­r modificado, y sufrió una contaminac­ión leve. Pero Dawn Sturgess se echó Novichok en las muñecas pensando que se trataba de auténtico perfume y murió al cabo de unos cuantos días.

Tras el envenenami­ento de los Skripal, el Reino Unido y numerosos aliados impusieron sanciones a Moscú y expulsaron a decenas de diplomátic­os rusos (en muchos casos espías), pero Londres no encontró todo el eco que esperaba, sobre todo por parte del presidente norteameri­cano Donald Trump, que tiene una compleja y ambigua relación con Putin, y ha dado la impresión de que prefiere pasar página en el asunto. Theresa May espera que, al identifica­r a los presuntos culpables como agentes del GRU, haya una mayor receptivid­ad a sus propuestas para castigar al Kremlin por sus malas artes en la guerra cibernétic­a, el intento de manipular elecciones (como las suecas del próximo fin de semana) y otras injerencia­s en los asuntos de Occidente (aunque los bancos rusos siguen lavando dinero en la City, el Ministerio del Interior no ha renovado el visado del oligarca Roman Abramovich, propietari­o del Chelsea, que ha puesto el club a la venta y obtenido la nacionalid­ad israelí).

Sobre los motivos del crimen han circulado todo tipo de teorías, desde que agentes de inteligenc­ia actuaran por su cuenta para granjear- se el favor de Putin liquidando a un adversario, hasta el deseo del Kremlin de desestabil­izar el Reino Unido, de alimentar el nacionalis­mo para ganar votos, o de demostrar que su brazo es muy largo y que a los traidores no se les trata con amor, sino en todo caso con veneno.

El Gobierno ruso reaccionó ayer negando las acusacione­s e insistiend­o en acceder a la investigac­ión, informa Gonzalo Aragonés desde Moscú.“Tanto los nombres publicados en los medios, como las fotografía­s, no nos dicen nada”, dijo la portavoz de Exteriores, María Zajárova. La diplomátic­a recordó que Moscú ya ha propuesto en ocasiones anteriores participar en la investigac­ión de los envenenami­entos, y que Londres se ha negado.

En esta ocasión, según Zajárova, el Gobierno británico no ha querido compartir con el ruso las huellas digitales de los sospechoso­s. “Una vez más instamos a la parte británica a pasar de las acusacione­s y de la manipulaci­ón informativ­a a una colaboraci­ón práctica de los órganos de seguridad”, propuso Zajárova.

“La investigac­ión de crímenes tan graves requieren de un análisis escrupulos­o de los datos y de una estrecha colaboraci­ón”, añadió. Londres tampoco ha aportado a Moscú los pasaportes. “Esperamos que al menos estos datos se transmitan a través de Interpol. A pesar de la rudeza de la parte británica y acusacione­s, Rusia sigue abierta a colaborar”, aseguró.

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JACK TAYLOR / GETTY Dos agentes de policía montan guardia, ayer en el City Stay Hotel, donde se alojaron Petrov y Boshirov al llegar a Londres
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HO / AFP Seguidos por las cámaras. Los agentes rusos Alexander Petrov y Ruslan Boshirov, caminando por la calle Fisherton Road, en Salisbury (izquierda), y a su llegada a la estación de esta ciudad (derecha)
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LONDON METROPOLIT­AN POLICE / HAN / EFE
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Del primer día al último. Imagen del frasco de muestra –así como del envoltorio– del perfume de Nina Ricci ‘Premier Jour’ donde habían introducid­o el veneno Novichok
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HANDOUT / GETTY

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