May identifica a dos espías rusos por el ataque con veneno
La primera ministra afirma que contaron con “la bendición del Estado ruso”
THERESA MAY
“Los culpables no actuaron por su cuenta sino con la bendición del Estado ruso”
LOS SOSPECHOSOS
Entraron en el país con pasaportes a nombre de Alexander Petrov y Ruslan Boshirov
Vinieron de Rusia y no precisamente con amor, sino con un frasco de perfume Nina Ricci manipulado de manera que contuviese una cantidad sustancial de un letal agente nervioso llamado Novichok, con el propósito de asesinar en territorio británico a Serguéi Skripal, un exespía acusado por el Gobierno de Vladímir Putin de haber vendido secretos de Estado a Occidente, y considerado como un traidor a la patria.
La primera ministra británica, Theresa May, los identificó ayer públicamente en la Cámara de los Comunes como Alexander Petrov y Ruslan Boshirov, pero sus nombres son lo de menos porque con toda probabilidad son ficticios. Lo importante es la afirmación categórica de que, según la premier, se trata de agentes del GRU (servicio de inteligencia ruso, sucesor del KGB) que “actuaron no por su cuenta, sino con el beneplácito o directamente bajo las órdenes de los más altos estamentos de Moscú, dentro de su campaña para minar nuestra seguridad y la de nuestros aliados”.
La Fiscalía británica ha presentado cargos contra ellos por el intento de asesinato de Skripal y su hija Yulia, así como del agente de policía Nick Bailey, contaminado tras atender a las víctimas. También les acusa de causar graves daños a todos ellos (que se han ido recuperando progresivamente), y de posesión ilegal del veneno. En cambio no los acusa de la muerte de Dawn Sturgess, una mujer alcohólica, que había vivido en la calle, en Salisbury que meses después encontró la muestra de falso perfume Premier Jour de Nina Ricci, entre la basura de una organización caritativa.
El Gobierno británico no va a solicitar la extradición de los dos sospechosos, en vista de que Rusia no entrega nunca a sus nacionales para que sean juzgados en el extranjero. Andrey Lugovoy y Dmitry Kovtun, los sospechosos del asesinato en el 2006 de otro exespía ruso, Alexander Litvinenko, permanecen en libertad, y el primero de ellos incluso ha hecho carrera política. Sin embargo, las autoridades británicas han enviado sus fotos y emitido una orden de arresto a través de Europol, para que sean detenidos en el caso de que se les ocurra salir de las fronteras de su país.
Scotland Yard ha difundido imágenes de cámaras en circuito cerrado en las que se ve a dos tipos corpulentos, de unos 40 años de edad, a su llegada el pasado 2 de marzo, viernes, al aeropuerto de Gatwick, desde donde se trasladaron al modesto hotel City Stay, en la Bow Road del East End de la capital, cerca de la zona olímpica. Tras dar un paseo por los alrededores y dormir esa noche, al día siguiente –según la reconstrucción de los hechos realizada por los servicios de inteligencia– se desplazaron en tren a la localidad de Salisbury, donde vivía Skripal, para estudiar el terreno, antes de regresar a Londres.
El domingo por la mañana volvieron a coger el tren en la estación de Victoria, esta vez ya para perpetrar su ataque, rociando con Novichok el pomo de la puerta de la casa adosada de su víctima. El hecho de que estuviera de visita su hija Yulia, moscovita, hizo pensar en un principio a la policía que el veneno podía haber sido introducido en un regalo que trajo para su padre, lo cual ayudaba a explicar que ella también hubiese quedado contaminada.
Tras impregnar la puerta de la casa con veneno, Boshirov y Petrov (o como se llamen realmente, aunque viajaron con pasaportes rusos auténticos) se deshicieron del frasco de perfume con el veneno, que acabó no se sabe cómo entre la basura de una organización caritativa. Y esa misma noche volaron a Moscú desde Gatwick. Meses después, en junio, dos antiguos sintecho la encontraron. Charlie Rowley se limitó a jugar con el frasco, que tenía un dispensador modificado, y sufrió una contaminación leve. Pero Dawn Sturgess se echó Novichok en las muñecas pensando que se trataba de auténtico perfume y murió al cabo de unos cuantos días.
Tras el envenenamiento de los Skripal, el Reino Unido y numerosos aliados impusieron sanciones a Moscú y expulsaron a decenas de diplomáticos rusos (en muchos casos espías), pero Londres no encontró todo el eco que esperaba, sobre todo por parte del presidente norteamericano Donald Trump, que tiene una compleja y ambigua relación con Putin, y ha dado la impresión de que prefiere pasar página en el asunto. Theresa May espera que, al identificar a los presuntos culpables como agentes del GRU, haya una mayor receptividad a sus propuestas para castigar al Kremlin por sus malas artes en la guerra cibernética, el intento de manipular elecciones (como las suecas del próximo fin de semana) y otras injerencias en los asuntos de Occidente (aunque los bancos rusos siguen lavando dinero en la City, el Ministerio del Interior no ha renovado el visado del oligarca Roman Abramovich, propietario del Chelsea, que ha puesto el club a la venta y obtenido la nacionalidad israelí).
Sobre los motivos del crimen han circulado todo tipo de teorías, desde que agentes de inteligencia actuaran por su cuenta para granjear- se el favor de Putin liquidando a un adversario, hasta el deseo del Kremlin de desestabilizar el Reino Unido, de alimentar el nacionalismo para ganar votos, o de demostrar que su brazo es muy largo y que a los traidores no se les trata con amor, sino en todo caso con veneno.
El Gobierno ruso reaccionó ayer negando las acusaciones e insistiendo en acceder a la investigación, informa Gonzalo Aragonés desde Moscú.“Tanto los nombres publicados en los medios, como las fotografías, no nos dicen nada”, dijo la portavoz de Exteriores, María Zajárova. La diplomática recordó que Moscú ya ha propuesto en ocasiones anteriores participar en la investigación de los envenenamientos, y que Londres se ha negado.
En esta ocasión, según Zajárova, el Gobierno británico no ha querido compartir con el ruso las huellas digitales de los sospechosos. “Una vez más instamos a la parte británica a pasar de las acusaciones y de la manipulación informativa a una colaboración práctica de los órganos de seguridad”, propuso Zajárova.
“La investigación de crímenes tan graves requieren de un análisis escrupuloso de los datos y de una estrecha colaboración”, añadió. Londres tampoco ha aportado a Moscú los pasaportes. “Esperamos que al menos estos datos se transmitan a través de Interpol. A pesar de la rudeza de la parte británica y acusaciones, Rusia sigue abierta a colaborar”, aseguró.