La Vanguardia

Bajarse en marcha

- Màrius Carol

EL tenista André Agassi escribió en sus memorias: “Estoy harto de perder, de sentirme decepciona­do, de estar cansado de que haya gente que no me respete como lo hago yo”. En la vida, hay un momento en que el ser humano decide parar. O bajarse. Cada uno conoce sus límites y sabe qué es capaz de aguantar. Hasta el extremo de que tirar la toalla es una manera de poner un punto y aparte –o seguido– a la vida y recuperar el control de la propia historia.

Es posible que a Xavier Domènech, el líder de Podem y Catalunya en Comú, le haya ocurrido lo mismo que a Agassi, por más que el tenis no sea su deporte. Woody Allen utilizó el tenis como metáfora de la vida en Match point, porque a veces la bola se pasea por el borde de la red y, caprichosa­mente, cae a un lado u otro de la pista, lo que constituye la diferencia entre el éxtasis del triunfo o la desolación de la derrota. Mientras el martes los catalanes estaban pendientes de la conferenci­a de Quim Torra, Domènech comunicó a través de las redes sociales que lo dejaba: “Creo que es hora de dar paso a nuevas personas con ideas frescas y la energía necesaria para llevar a cabo los retos que el país pide los próximos meses, que sin duda serán claves para nuestro futuro”.

No son tres años tiempo suficiente para el hartazgo –“no estoy cansada de ser la persona que era, sino cualquier persona”, sostenía Susan Sontang en Yo, etcétera–, pero es evidente que este periodo ha sido políticame­nte muy intenso. Ser un tipo honesto, cercano y generoso le permitió ponerse distintas camisetas al mismo tiempo. Pero el mundo de los Comunes no es un universo sencillo y ha tenido que fajarse con Adrià Alemany, marido de Ada Colau. Y en Podem , con Albano-Dante Fachín. Pablo Iglesias ha perdido un aliado y la política catalana, un profesiona­l serio. Domènech ha descubiert­o que la felicidad no está en los palacios, sino en casa, pues la familia abraza y no clava puñales.

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