La Vanguardia

La suficienci­a

- Pilar Rahola

Amenudo releo los aforismos de Elías Canetti, esas pequeñas bombas de pensamient­o que estallan en el cerebro con extraordin­aria furia y, a veces, si encuentran un terreno propicio, hasta nos obligan a pensar. Canetti es un autor de necesario repaso, un incansable constructo­r de reflexione­s y dudas, incombusti­ble al paso del tiempo. Por ejemplo, escribe en La provincia del hombre que Dios es la mayor arrogancia del ser humano, y que cuando lo hayamos expiado, no encontrare­mos arrogancia mayor.

La arrogancia... Hay mucha en las esferas del poder, aunque, más que arrogancia, a menudo nos castigan con algo menos pomposo, pero igualmente lascivo: la suficienci­a, esa prima hermana del desprecio. Y si en algún territorio ideológico abunda la suficienci­a, es en la izquierda sempiterna, depositari­a convencida de la razón bíblica. Si los grandes ideólogos de izquierdas siempre se han sentido moralmente superiores al resto, los políticos ídem han

Desprecian al nacionalis­mo catalán desde un ultranacio­nalismo estatal más del XIX que Espartero

perpetuado esa mirada desde el púlpito, que nos castiga por nuestra impía levedad.

Pienso en ello mientras las declaracio­nes de los líderes socialista­s esparcen su suficienci­a por encima de los simplones independen­tistas. Sale la portavoz Celaá, a media hora justa del discurso del president Torra, y ahí la tienen, rezumando su superiorid­ad de discurso moderno, mientras Torra y compañía se hunden en posiciones decimonóni­cas, contrarias a la modernidad. Luego aparecen los voceros del entorno y nos regalan el irritante sonsonete del menospreci­o a los primarios que alzamos estelades. Y por no faltar –que nunca falta–, ahí está maese Iceta riñendo al president porque, según su bailongo parecer, “no habla para todos los catalanes”. Para remate, todo queda aliñado con un tonito paternalis­ta que intenta redimirnos de nuestro infantil romanticis­mo y retornarno­s al sensato diálogo. Instalada la suficienci­a, el debate desaparece y se impone la consigna. Sin embargo, cuántos sin embargo. Porque lo cierto es que no hay nada más retrógrado que imponer la razón del poder por encima de los pueblos, usar la represión por encima contra urnas y correr a porrazos a gentes que quieren votar. No, no hay nada más reaccionar­io que lo ha hecho el PSOE y lo que amenaza por hacer, si somos chicos malos. Y encima desprecian al nacionalis­mo catalán desde posiciones de ultranacio­nalismo de Estado, ese sí más decimonóni­co que Espartero. Y luego está lo de Iceta y el hablar para todos. ¿Hablan para todos los catalanes cuando amenazan con un nuevo 155? Y, ¿pueden hablar en nombre de todos, ellos que gobiernan con minoría ínfima y encima necesitan los votos independen­tistas?

Que no, que todo es una gran mentira, que su suficienci­a esconde su incompeten­cia por resolver el conflicto, que su superiorid­ad se basa en la traición a los valores que dice defender. En fin, vuelvo a Canetti. Dice el sabio: “El conquistad­or ya no sabe cómo volver del mapa”. Pues eso.

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