La Vanguardia

Perús, Catalunyas

- Laura Freixas

Qué les interesa a los peruanos? ¿Qué les preocupa? ¿Qué quieren?... Respuesta: publicar cuentos en revistas. Y ganar premios, y obtener becas para vivir en Europa, y leer buenas novelas, y conocer a otros literatos en ciernes... Este mes de agosto, sabiendo que iba a viajar a Perú (para participar en la Feria del Libro de Lima), me puse a leer literatura peruana. Empecé por un clásico: La tentación del fracaso, diario de Julio Ramón Ribeyro, un joven que sueña con vivir en París y convertirs­e en escritor. Seguí con El pez en el agua, las memorias en las que Vargas Llosa cuenta cómo consiguió ser escritor y vivir en París. Luego leí La vida exagerada de Martín Romaña de Alfredo Bryce Echenique, cuyo protagonis­ta viaja a París para ser escritor... Y si no hubiera leído a otros autores, no tendría sino una idea muy vaga de que la población peruana la componen personas a las que interesan muy distintas cosas. Suerte que cayó en mis manos Peregrinac­iones de una paria, de Flora Tristán, que habla de peruanas atareadas en divorciars­e o en gobernar en la sombra o en escapar de un convento de clausura. También leí El sexto, de José María Arguedas, relato autobiográ­fico situado en una cárcel, a cuyos protagonis­tas –blancos pobres, indios que hablan quechua, negros...– les preocupa más el hambre, los piojos, las peleas a navajazos y el futuro de la Internacio­nal que estar al día de la última moda literaria.

¿Qué quieren los catalanes? Poner y quitar lazos amarillos. Eso pensaría quien atendiera solamente al debate político. La coalición gobernante por un lado, y el principal partido de la oposición por otro, no hablan de otra cosa. Que si lazos, que si autodeterm­inación, que si presos. Que si estelades, que si Waterloo, que si pancartas en los balcones del ayuntamien­to... Como en el caso de Perú, algunas voces –no por casualidad, de personas privilegia­das– se oyen mucho más que otras. ¿Dónde está la gente pobre, precaria, en paro? ¿La que espera desde hace meses un quirófano o una vivienda de protección oficial? ¿Quién escucha a las mujeres maltratada­s, a las prostituta­s, a las y los inmigrante­s? Hay otras Catalunyas, como hay otros Perús, menos ruidosos, pero que también existen. Y que ahora, por cierto, bajo el paraguas del colectivo “Uno de los nuestros”, han empezado a poner lazos de otros colores. Señoras y señores políticos, tomen nota.

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