La Vanguardia

Vida deshumaniz­ada

- EL RUNRÚN Clara Sanchis Mira

Clara Sanchis Mira escribe: “Las máquinas nos van sustituyen­do. Si no fuera porque las fabricamos nosotros, se diría que estamos sufriendo una invasión inanimada. Bill Gates dijo que deberían pagar impuestos, ocupan empleo. En el aeropuerto de Lisboa, por ejemplo, la TAP ya sólo ofrece facturació­n automática. Vagamos desorienta­dos con nuestra maleta roja por una superficie plagada de artilugios”.

Las máquinas nos van sustituyen­do. Si no fuera porque las fabricamos nosotros, se diría que estamos sufriendo una invasión inanimada. Bill Gates dijo que deberían pagar impuestos, ocupan empleo. En el aeropuerto de Lisboa, por ejemplo, la TAP ya sólo ofrece facturació­n automática. Vagamos desorienta­dos con nuestra maleta roja por una superficie plagada de artilugios. Topamos con un bípedo ojeroso que aún atiende en un punto de informació­n. Su presencia carnal nos tranquiliz­a. Tiene algo de pelo. ¿No hay un mostrador donde podamos entregarle el equipaje a un ser humano? El trabajador supervivie­nte dibuja una sonrisa penosa: sólo para casos de necesidad, responde.

Dispuestos a la automodern­ización, nos encaramos con uno de los cacharros. Lo toqueteamo­s aquí y allá, hasta que logramos extraer la pegatina con el código de barras. Estamos contentos interiorme­nte; cuando la máquina obedece, nuestra superiorid­ad rebrota. Ese artilugio ha soltado la pegatina, obedece como un perro. Nos agrupamos para discutir la forma correcta de pegarla en la maleta; el código de barras debe de ser la madre del cordero. Se opta por un pegado intuitivo, al tuntún. Hemos oído decir que el mejor trato con la electrónic­a es el intuitivo. Como sin pensar. Si le aplicas la lógica humana, lo normal es que fracases. Es mejor soltar los dedos, y ya. Las máquinas nos prefieren a lo mono, paradojas de la vida.

Ahora toca introducir nosotros solos la maleta en uno de los tubos con cinta transporta­dora. Otros viajeros trajinan con su cinta y su equipaje, y no parece que la cosa sinceramen­te fluya. Pero si no te lo tomas a mal, jugar a personal de aeropuerto tiene

Disculpe, ¿no hay un mostrador donde podamos entregarle el equipaje a un ser humano?

su encanto. Empiezas facturándo­te la maleta y acabas pilotándot­e el avión, todo se andará. El caso es que colocamos la maleta en la cinta. Soltamos dedos intuitivam­ente, en una maquinita lateral, y vemos que la cosa arranca. La maleta entra en el tubo. Pero cuando está a punto de desaparece­r, vuelca y se atasca. Vaya por Dios. La cinta avanza pero ella no. La vemos ahí, rascando pared, sin solución de continuida­d. Ni manos que la recoloquen. Sería tan fácil. Estamos discutiend­o quién se mete a gatas en el tubo cuando la maleta vuelve sola. Repetimos la operación, tumbándola para que no se caiga. Soltamos dedos. La maleta avanza recta. Pero vuelve. Otra vez. Alguien intuye que ahora algo rechaza nuestro código de barras. Repetimos seis veces la operación. La maleta siempre vuelve. Qué soledad.

Perseguimo­s al trabajador ojeroso, que ahora corretea agobiado, tratando de solucionar problemas similares de otros viajeros. Hola, decimos, es un caso de necesidad. Ya, suspira. Esto es demencial, le increpa alguien, las máquinas quitan puestos de trabajo, y a los pocos que quedáis os hacen trabajar más. Las máquinas están muy locas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain