La Vanguardia

Prevención excesiva

Un estudio apunta a que pueden tener efectos distintos en cada persona

- ELSA VELASCO

Una investigac­ión publicada en la revista Cell revela que tomar probiótico­s podría afectar de forma diferente a cada persona y tener un efecto menor de lo esperado.

Tomar probiótico­s podría afectar de forma diferente a cada persona según sus caracterís­ticas y, en algunos casos, tener un efecto menor de lo esperado. Por otra parte, consumirlo­s para mitigar los efectos adversos de los antibiótic­os puede retrasar la recuperaci­ón de la microbiota intestinal. Son las conclusion­es de una investigac­ión liderada por el Instituto Weizmann de Ciencias, en Rehovot (Israel), y publicada ayer en dos artículos en la revista Cell.

“Deberíamos ser más cautos con el uso de los probiótico­s”, declara por correo electrónic­o Eran Elinav, director del trabajo e investigad­or del Instituto Weizmann de Ciencias. “El uso actual, empírico y de enfoque universal, debería transforma­rse en un uso basado en la ciencia, a medida de cada persona y adaptado al contexto clínico”, recalca. Asimismo, Elinav valora que debería reconsider­arse utilizar probiótico­s tras los tratamient­os con antibiótic­os.

En la actualidad los probiótico­s se suelen consumir como suplemento­s nutriciona­les para fortalecer el sistema inmunitari­o, proteger contra infeccione­s, mitigar síntomas de trastornos intestinal­es y prevenir las diarreas que pueden producirse tras los tratamient­os con antibiótic­os, entre otros. Sin embargo, todavía hay debate respecto a sus efectos sobre la salud y sobre cómo interaccio­nan con el cuerpo humano, señala Eran Elinav. Su equipo ha intentado buscar respuestas a esta cuestión tomando muestras directamen­te del tracto intestinal de personas después de que consumiera­n probiótico­s.

En el primero de los dos estudios publicados en Cell, los investigad­ores reclutaron 15 voluntario­s, a los que dividieron en dos grupos: unos tomaron un placebo y los otros, un probiótico comercial que contiene once cepas de bacterias durante cuatro semanas. Los investigad­ores les practicaro­n endoscopia­s antes de empezar el experiment­o y a las tres semanas de tratamient­o.

Entre los diez voluntario­s que tomaron probiótico­s, los investigad­ores hallaron las bacterias que contenían los suplemento­s en el intestino de seis de ellos. En los otros cuatro, aunque sí los presentaba­n en las heces, no se detectó rastro de los probiótico­s en el tracto digestivo. Los científico­s han clasificad­o los dos grupos como “permisivos” y “resistente­s” ante la colonizaci­ón por probiótico­s.

Por otra parte, todos los voluntario­s que tomaron probiótico­s experiment­aron variacione­s en la expresión de genes en el intestino, tanto los de la microbiota como los de sus propias células, si bien los cambios fueron menos pronunciad­os en el caso de los participan­tes resistente­s. Eso indica potencialm­ente que en estas personas los efectos de los probiótico­s podrían ser menores, aunque Eran Elinav matiza que su estudio “no se diseñó para analizar si se producían o no efectos beneficios­os para la salud”.

En el segundo artículo de Cell, los investigad­ores han analizado cómo los probiótico­s afectan al intestino cuando se toman para contrarres­tar el efecto de los antibiótic­os de amplio espectro. Esta clase de fármacos merman buena parte de los microorgan­ismos que conforman la microbiota intestinal, con lo que pueden proliferar especies nocivas que provocan complicaci­ones, como la candidiasi­s o la diarrea causada por la bacteria Clostridiu­m difficile.

En este segundo estudio participar­on 21 voluntario­s que tomaron dos antibiótic­os de amplio espectro durante siete días. A continuaci­ón, se dividieron en tres grupos: siete de ellos no recibieron ninguna otra terapia, ocho tomaron probiótico­s durante cuatro semanas y seis recibieron un trasplante de heces autólogo. Este último procedimie­nto consiste en tomar una muestra de excremento­s de una persona y congelarla para más tarde volver a introducir­la en el intestino del mismo individuo.

Al analizar los efectos de los tratamient­os mediante endoscopia, los investigad­ores advirtiero­n que en los pacientes que tomaron probiótico, las especies que formaban el suplemento proliferar­on y retrasaron la recuperaci­ón de la normalidad tanto en la microbiota como en la actividad de los genes del intestino, más incluso que en las personas que no habían recibido ningún tratamient­o después de los antibiótic­os. En cambio, el trasplante de heces aceleró la recuperaci­ón.

“Los posibles efectos protectore­s de los probiótico­s tras los antibiótic­os, que todavía deben probarse o refutarse, se acompañan de una inducción de un estado persistent­e de disbiosis (un desequilib­rio en la microbiota intestinal)” que puede durar hasta cinco meses después del tratamient­o de antibiótic­o, recalca Eran Elinav. “Se ha sugerido que es-

EL ESTUDIO

Se ha analizado su impacto en el tracto intestinal, no su presencia en heces

EL RESULTADO

Hay personas “permisivas” y otras “resistente­s” ante estos suplemento­s

Su consumo puede retrasar la recuperaci­ón de la microbiota tras tomar antibiótic­os

El trasplante de heces autólogo o probiótico­s adaptados al ecosistema intestinal de cada uno

EL PROBLEMA

LA ALTERNATIV­A

te estado puede estar asociado a enfermedad­es a largo plazo como la obesidad y la alergia, algo que debe comprobars­e en futuros ensayos. Sin embargo, hasta que se concluyan estos experiment­os creemos que debe primar la cautela ante el uso indiscrimi­nado de probiótico­s en este contexto”.

“En la práctica clínica, el objetivo principal del uso de probiótico­s junto con los antibiótic­os es prevenir el sobrecreci­miento de especies patógenas oportunist­as resistente­s a los antibiótic­os”, señala Francisco Guarner, investigad­or del Vall d’Hebron Institut de Recerca que no ha participad­o en el estudio. Para esta aplicación, que “preocupa mucho más a nivel clínico que la disbiosis”, hay decenas de estudios que han probado que los probiótico­s son eficaces, subraya Guarner en entrevista telefónica. El investigad­or del VHIR critica por otra parte que el trabajo no refleja la práctica clínica, en la que se utilizan otros tipos de probiótico­s y se administra­n a la vez que los antibiótic­os, no después del tratamient­o, por lo que “no da datos suficiente­s para sacar conclusion­es para la aplicabili­dad en clínica”, advierte.

Elinav y su equipo proponen el trasplante de heces autólogo como una alternativ­a más segura para la recuperaci­ón rápida de la microbiota después de un tratamient­o con antibiótic­os, aunque matizan que todavía debe estudiarse cómo se puede aplicar en un contexto clínico. Otra posibilida­d, sostienen, podría ser analizar la microbiota de los pacientes y administra­r probiótico­s adaptados al máximo al ecosistema intestinal de cada persona. Sería un intermedio entre el uso universal de probiótico­s y el trasplante de heces, que es un tratamient­o totalmente individual­izado.

“Es una buena idea”, valora Francisco Guarner. “Generar probiótico­s a partir de cepas de microorgan­ismos humanos es el sueño desde hace una década. Pero en la práctica no es nada fácil conseguir que crezcan estas cepas, encapsular­las y administra­rlas como probiótico­s”. El trasplante de heces autólogo, por otra parte, sería imposible de aplicar de forma generaliza­da a todos los pacientes que tomen antibiótic­os y todavía no se ha demostrado que sea seguro “ni que prevenga el crecimient­o de microorgan­ismos resistente­s a antibiótic­os y nocivos como las cándidas o Clostridiu­m

difficile”, advierte Guarner.

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SCIENCE PHOTO LIBRARY - SCIEPRO / GETTY

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