África: saber es comer
El hambre se ha vuelto endémica y mortal en el África subsahariana, donde unos 220 millones de personas están siempre subalimentadas. Y lo horrendo de este drama no son tanto las cifras, sino el hecho de que pese a saberse las causas del mismo, nadie parece querer realmente ponerle fin.
Porque las causas de ese enorme déficit alimentario son más que sabidas : la ignorancia general, la pobreza del campesinado y la desidia gubernamental. El motivo principal de esa miseria agraria africana es la ignorancia. La inmensa mayoría de los campesinos subsaharianos ignoran casi todo acerca de abonos, pesticidas, selección de semillas y uso de maquinaria agrícola. Tanto economistas como expertos de la FAO coinciden en que esta ignorancia técnica es la causa primera de que las explotaciones subsaharianas de cereales alcancen cosechas de una a dos toneladas por hectárea, mientras que en el resto de los continentes se produzcan cuatro o más. En el capítulo de las ignorancias hay que citar también el mal uso – las veces que llegan a hacerlo – de pesticidas y abonos, que se usan en cantidades excesivas, produciendo un agotamiento de los terrenos o la contaminación de los acuíferos. Y todo esto, en un continente cuya tierra es de enorme fragilidad y proclive a la erosión.
La segunda causa es la pobreza. Incluso los pocos agricultores subsaharianos que tienen conocimientos para desarrollar una agricultura moderna, tampoco lo pueden hacer. Sus
El motivo principal de esa miseria agraria africana es la ignorancia sobre las modernas técnicas de producción
propiedades son demasiado pequeñas para una mecanización de las labores. El 80% de los campesinos de esta zona carecen de maquinaria y sólo unos pocos disponen de un bóvido para ayudarles en el cultivo de sus campos de cereales, yuca, mijo, arroz, etcétera. Además, incluso si tuvieran capital para comprar o alquilar maquinaria, las explotaciones son tan diminutas que la mecanización no resultaría rentable.
La tercera causa es política. La corrupción general y una desidia gubernamental de siglos impiden que las pocas ayudas recibidas para el campesinado lleguen a este. Ni siquiera iniciativas individuales que surgen aquí y allá (como en Burkina Faso, donde un empresario joven ha montado una planta que transforma las basuras urbanas en abonos orgánicos; o como en Kenia, donde una red de altruistas informa telefónicamente a los campesinos sobre las evoluciones futuras de los mercados para que los agricultores sepan qué sembrar y cuándo) reciben el menor apoyo estatal. Y eso que todos los países miembros de la Unión Africana se han comprometido a invertir cada año el 10% de sus presupuestos en el sector agrario, pero hasta el día de hoy solamente lo han hecho cuatro estados.
Esa desidia es tanto más dolorosa cuanto que en unos cuantos países que tradicionalmente pasaban hambrunas –como Etiopía o Malawi, que obtenía cosechas decepcionantes desde la expulsión de los colonos blancos– están alcanzando en los últimos tiempos rendimientos enormes. Pero no por la intervención o promoción estatal, sino porque grandes inversores internacionales han comprado enormes latifundios y los explotan con toda la maquinaria existente y los métodos científicos más modernos….y también, casi siempre, con capataces contratados en Asia o Europa.