La Vanguardia

El europeo optimista

- Iñaki Ellakuría

Como las viejas estrellas del rock o los primeros ministros, Manuel Valls entró en la Casa del Llibre de Barcelona sorteando un enjambre de cámaras, periodista­s, clientes y curiosos. Su candidatur­a a la alcaldía de Barcelona, todavía no oficial pero sí oficiosa, le ha devuelto las mieles de la popularida­d que perdió junto a Hollande, incluso entre la prensa francesa que observa entre curiosa y sorprendid­a su nueva andadura. Alrededor de 20 medios franceses, algunos venidos ayer expresamen­te de Madrid y París, cubrieron la presentaci­ón del libro Anatomía del Procés (Debate), un análisis coral de estos años de desafío independen­tista y del actual momentum catalán, con la esperanza de que Valls dijera claramente: “oui, me presento”.

En un abarrotado auditorio, con un público muy diverso generacion­almente y en el que, además, destacaban representa­ntes de diferentes partidos, como Eva Granados y Joan Ferran (PSC), Juan Milian (PP), Pedro Miret y Marilen Barceló (Cs), también del mundo cultural, allí estaban el filósofo Enrique Lynch y el documental­ista Albert Solé, Valls no ocultó su satisfacci­ón por el éxito de convocator­ia. “Me alegra que tanta prensa francesa haya venido por este libro”, dijo, irónico, avanzando veladament­e que no iban a tener el titular deseado.

El político francocata­lán optó, en cambio, por ceñirse inicialmen­te a la cuestión debatida, en una mesa que compartió con Manel Manchón, Astrid Barrio, Lluís Bassets y Joaquim Coll. Valls, que se implicó el pasado otoño en las movilizaci­ones constituci­onalistas de la mano del hoy ministro Josep Borrell, vinculó el movimiento independen­tista con el auge del populismo/nacionalis­mo en otros países occidental­es, por lo que consideró que su combate desde el terreno de las ideas y la política es un deber para todos aquellos que desean una Europa abierta y libre. Lamentó, en este sentido, que muchos de los dirigentes continenta­les “tardaran demasiado” en decir públicamen­te “los que todos sabían”: que Europa no aceptaría la aventura secesionis­ta impulsada por Carles Puigdemont.

“Los nacionalis­mos, los populismos, siempre buscan un enemigo exterior, ya sean los musulmanes, los judíos, Bruselas o Madrid”, señaló en un catalán rico en matices y expresione­s, sorprendie­ndo gratamente a los que ayer lo veían y escuchaban en esta lengua por primera vez.

Frente a los anuncios de un otoño caliente y el advenimien­to de otro escenario insurrecci­onal, Valls apeló “al optimismo si olvidar que será difícil” y llamó a construir una alternativ­a al independen­tismo basada en los “valores culturales” de apertura, convivenci­a y europeísmo que, para él, representó durante de décadas el catalanism­o.

Y fue en este punto de su intervenci­ón cuando Valls entró en faena y dejó entrever su futuro inmediato al hablar ya como alcaldable, con dos mensajes: 1) Barcelona debe volver a ser una “gran capital europea”; 2) los partidos constituci­onalistas “no pueden dividirse ahora” en una lucha por los votos porque el embate independen­tista “seguirá”.

Valls, cómodo con la expectació­n que genera, mantiene el misterio de la candidatur­a, pero ya habla como alcaldable

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