Mossèn Dalmau, el rastro
Ha muerto el cura, escritor, teólogo y activista Josep Dalmau, más conocido como mossèn Dalmau, uno de los más valiosos alfiles de la oposición catalana que actuaron contra el franquismo e hicieron que la transición no tuviera sólo el color de los grandes partidos. En la superposición de muchos debates y movimientos de los años álgidos en que participó –marxismo, obrerismo, ecologismo, feminismo y antimilitarismo–, Dalmau dejó un rastro siempre recubierto de catalanismo, desde una posición independiente, a menudo incómoda para muchos. Este rastro permite observar las transformaciones de la sociedad hacia una modernidad que estaba encorsetada por la dictadura y por el peso de la guerra civil. Tengo la sensación de que este rastro es ignorado por muchos de los que utilizan la expresión “Catalunya real”. Arrimadas, por ejemplo, debería saber que, sin gente como Dalmau, hoy ni ella ni los dirigentes de su partido podrían llenarse la boca de la palabra democracia, mientras animan a prohibir, de noche y con objetos cortantes, la libre expresión pública de quien piensa diferente.
Dalmau es un ejemplo muy bueno de la manera como el catalanismo, la oposición clandestina y las corrientes modernas de cambio fueron creando una red que –a pesar de la enorme indiferencia de una mayoría anestesiada por el régimen– preparó las bases para poder construir una democracia a partir de 1975. Es nuestra historia, que ignora el PP cuando quiere bloquear las políticas de memoria decentes y necesarias para resarcir a las víctimas de la dictadura. Que también ignoran algunos catalanes que han comprado el relato desfigurado de una transición feliz, surgida sin dolor ni violencia, como un cuento de hadas resultado de una especie de magia blanca. La labor obstinada de personas como Dalmau, desde las profundidades de los oscuros cincuenta, a merced de multas, encarcelamientos y torturas, puso las condiciones para que la libertad fuera filtrándose a pesar de las fuerzas que trabajaban en sentido contrario. Cuando el joven vicario Dalmau reunía chicos y chicas para hacer actividades que escapaban a la influencia de Falange, estaba fabricando –quizás sin saberlo– el futuro que debía permitir –en teoría– un país menos salvaje y una sociedad más digna. Esta resistencia debía burlar todo un sistema construido sobre el terror. Tiene gracia que recordemos estas cosas hoy, cuando los apologetas del franquismo son invitados a las televisiones para vomitar la podredumbre mental.
Dalmau vivió intensamente como cura y como ciudadano comprometido. Igual que otros, asumió la idea independentista, antes del inicio del proceso. A medida que la política normal sedimentaba, figuras como las de Dalmau fueron quedando en los márgenes, a veces exhibiendo lucidez, a veces prisioneras de la nostalgia, siempre honestas.
La labor obstinada de personas como él puso las condiciones para que la libertad fuera filtrándose