La Vanguardia

Miénteme, dime que me quieres

- Francesc Bracero

Johnny Guitar nunca dijo textualmen­te a Vienna “miénteme, dime que me quieres”, ni Rick Blaine pidió a su amigo pianista “tócala otra vez, Sam”, pero nuestra memoria, como nuestras preferenci­as políticas, es selectiva. Es fácil que identifiqu­emos ambas películas –Johnny Guitar y Casablanca, por si alguien no las había reconocido–por cosas que nunca se dijeron en ellas. Vemos y oímos lo que queremos ver y oír. Lo peor de esto es que sacarnos de nuestras conviccion­es es, en muchas ocasiones, casi imposible.

Familiares y amigos te cuentan noticias falsas, por lo general referidas al monotema catalán y de distinto signo, que ponen muy en cuestión las actitudes tanto de personas independen­tistas como de no independen­tistas. Les explicas que las cosas no son así, que se trata de noticias falsas, y te miran con cara de incredulid­ad. ¿Tú que sabrás?, parecen pensar, aunque no se atreven a decirlo.

Cuando descubres la mentira a quienes ingenuamen­te creen todo lo que les llega también corres el riesgo de que acusen a la otra parte, la que rechazan ideológica­mente, de fomentar las falsedades porque así refuerzan sus propios argumentos.

En muchas ocasiones no se sabe de dónde viene tanto engaño disfrazado de noticia creíble. Sólo sabemos dónde acaba: en la mente de las personas que las aceptan como verdades.

Sólo tendemos a consumir la informació­n que satisface nuestras ideas, aunque no sea cierta. Las redes sociales, de las que un día nos dijeron que nos abrirían el mundo, nos encierran en realidad en nuestras propias burbujas. Seguimos a las personas que son afines con nuestra forma de pensar. Rechazamos a los que piensan distinto. Así vivimos más cómodos, pero el sedentaris­mo, como ha demostrado la ciencia respecto a la salud física, es perjudicia­l para la salud. También se puede aplicar al ámbito de las ideas.

El remedio se llama periodismo. En los momentos más oscuros para la informació­n veraz siempre surgen movimiento­s que tienden a contrarres­tarlos. En el día a día, son periodista­s los que resisten la oleada de patrañas que llegan, los que las cuestionan, las filtran y las desechan.

Destacable es también el esfuerzo de las periodista­s de Maldita Hemeroteca/Maldito Bulo/Maldita Ciencia/ Maldito Dato, que combaten las falsedades desde su mismo caldo de cultivo, las redes sociales y de mensajería, de una forma efectiva.

Hace poco, la Federación de Asociacion­es de Periodista­s de España (FAPE), reclamó al Gobierno una iniciativa que desde hace años que muere antes de llegar: la introducci­ón en la enseñanza secundaria de una asignatura de periodismo para que los jóvenes aprendan a distinguir las noticias falsas de las reales. La solicitud se ha reactivado. Hoy se ha convertido en una urgencia. Una emergencia, casi.

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