Miénteme, dime que me quieres
Johnny Guitar nunca dijo textualmente a Vienna “miénteme, dime que me quieres”, ni Rick Blaine pidió a su amigo pianista “tócala otra vez, Sam”, pero nuestra memoria, como nuestras preferencias políticas, es selectiva. Es fácil que identifiquemos ambas películas –Johnny Guitar y Casablanca, por si alguien no las había reconocido–por cosas que nunca se dijeron en ellas. Vemos y oímos lo que queremos ver y oír. Lo peor de esto es que sacarnos de nuestras convicciones es, en muchas ocasiones, casi imposible.
Familiares y amigos te cuentan noticias falsas, por lo general referidas al monotema catalán y de distinto signo, que ponen muy en cuestión las actitudes tanto de personas independentistas como de no independentistas. Les explicas que las cosas no son así, que se trata de noticias falsas, y te miran con cara de incredulidad. ¿Tú que sabrás?, parecen pensar, aunque no se atreven a decirlo.
Cuando descubres la mentira a quienes ingenuamente creen todo lo que les llega también corres el riesgo de que acusen a la otra parte, la que rechazan ideológicamente, de fomentar las falsedades porque así refuerzan sus propios argumentos.
En muchas ocasiones no se sabe de dónde viene tanto engaño disfrazado de noticia creíble. Sólo sabemos dónde acaba: en la mente de las personas que las aceptan como verdades.
Sólo tendemos a consumir la información que satisface nuestras ideas, aunque no sea cierta. Las redes sociales, de las que un día nos dijeron que nos abrirían el mundo, nos encierran en realidad en nuestras propias burbujas. Seguimos a las personas que son afines con nuestra forma de pensar. Rechazamos a los que piensan distinto. Así vivimos más cómodos, pero el sedentarismo, como ha demostrado la ciencia respecto a la salud física, es perjudicial para la salud. También se puede aplicar al ámbito de las ideas.
El remedio se llama periodismo. En los momentos más oscuros para la información veraz siempre surgen movimientos que tienden a contrarrestarlos. En el día a día, son periodistas los que resisten la oleada de patrañas que llegan, los que las cuestionan, las filtran y las desechan.
Destacable es también el esfuerzo de las periodistas de Maldita Hemeroteca/Maldito Bulo/Maldita Ciencia/ Maldito Dato, que combaten las falsedades desde su mismo caldo de cultivo, las redes sociales y de mensajería, de una forma efectiva.
Hace poco, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), reclamó al Gobierno una iniciativa que desde hace años que muere antes de llegar: la introducción en la enseñanza secundaria de una asignatura de periodismo para que los jóvenes aprendan a distinguir las noticias falsas de las reales. La solicitud se ha reactivado. Hoy se ha convertido en una urgencia. Una emergencia, casi.