Agresividad ignorante
Los novelistas que han creado un personaje lo bastante carismático y sólido para soportar las servidumbres de un género determinado se enfrentan al reto de repetirse sin repetirse. Los lectores deseamos que se mantengan fieles a la propuesta que les ha dado el éxito y al mismo tiempo les exigimos que ofrezcan los suficientes cambios para tener la sensación de una nueva aventura. John Verdon tiene la virtud de saber mantener todos estos equilibrios y lo hace a través de su protagonista, David Gurney, un exdetective brillante y condecorado, aparentemente retirado, pero que no deja de colaborar de un modo decisivo en la resolución de casos que siempre juegan con unos niveles importantes de truculencia.
El talento de Verdon radica en situar la acción en contextos que, como tantas novelas del mismo género, explican no sólo una investigación criminal sino que además utilizan estos ingredientes como pretexto para hablar de otras cosas. En la última novela del tándem Verdon-Gurney, Arderás en la tormenta (Roca Editorial), el contexto son los disturbios raciales en grandes ciudades norteamericanas y el impacto de una nueva administración, la de Trump, con prisas por desprenderse de los progresos (relativos) de la época de Obama y que conecta con el deterioro de zonas rurales del país. Verdon es lo bastante inteligente
Los lectores queremos que el autor se mantenga fiel a las características de la propuesta que le ha dado el éxito
para saber que sus lectores buscamos más un reencuentro con sus personajes y atmósferas (descripciones del paisaje, los diálogos afectuosamente tensos del matrimonio Gurney) que una disección sociológica del país más propia de un analista experto. Pero el novelista también debe de intuir que agradecemos estos detalles de observación, sobre todo cuando no se privan de destilar una visión crítica, expresada sin ambages, propia de quien tiene la suficiente libertad e independencia para no callarse lo que, por convicción individual y responsabilidad colectiva, le apetece decir.
Y estas reflexiones, planteadas como guarniciones del plato principal, hacen referencia a la política y también a fenómenos sociológicos y mediáticos. Dos ejemplos: “Resulta una asombrosa paradoja que la explosión de la información disponible en Internet haya llevado a la total irrelevancia de los hechos. El aumento de comunicación ha causado más aislamiento. El discurso político ha quedado reducido a gritos, mentiras y amenazas. Las lealtades políticas nos dicen a quién odias, no a quién amas. Y toda esta agresividad ignorante se justifica inventando hechos disparatados”. Y, en otro momento, en vez de utilizar la escopeta de perdigones, apunta con mira telescópica: “Y lo peor era que, en una época marcada por una polarización tan enconada, no parecía haber ninguna forma factible de abordar el problema. Si a eso se añadían unas capas de animosidad racial, resentimiento social y fanfarronería política, las soluciones parecían del todo inaccesibles”.