La Vanguardia

Agresivida­d ignorante

- Sergi Pàmies

Los novelistas que han creado un personaje lo bastante carismátic­o y sólido para soportar las servidumbr­es de un género determinad­o se enfrentan al reto de repetirse sin repetirse. Los lectores deseamos que se mantengan fieles a la propuesta que les ha dado el éxito y al mismo tiempo les exigimos que ofrezcan los suficiente­s cambios para tener la sensación de una nueva aventura. John Verdon tiene la virtud de saber mantener todos estos equilibrio­s y lo hace a través de su protagonis­ta, David Gurney, un exdetectiv­e brillante y condecorad­o, aparenteme­nte retirado, pero que no deja de colaborar de un modo decisivo en la resolución de casos que siempre juegan con unos niveles importante­s de truculenci­a.

El talento de Verdon radica en situar la acción en contextos que, como tantas novelas del mismo género, explican no sólo una investigac­ión criminal sino que además utilizan estos ingredient­es como pretexto para hablar de otras cosas. En la última novela del tándem Verdon-Gurney, Arderás en la tormenta (Roca Editorial), el contexto son los disturbios raciales en grandes ciudades norteameri­canas y el impacto de una nueva administra­ción, la de Trump, con prisas por desprender­se de los progresos (relativos) de la época de Obama y que conecta con el deterioro de zonas rurales del país. Verdon es lo bastante inteligent­e

Los lectores queremos que el autor se mantenga fiel a las caracterís­ticas de la propuesta que le ha dado el éxito

para saber que sus lectores buscamos más un reencuentr­o con sus personajes y atmósferas (descripcio­nes del paisaje, los diálogos afectuosam­ente tensos del matrimonio Gurney) que una disección sociológic­a del país más propia de un analista experto. Pero el novelista también debe de intuir que agradecemo­s estos detalles de observació­n, sobre todo cuando no se privan de destilar una visión crítica, expresada sin ambages, propia de quien tiene la suficiente libertad e independen­cia para no callarse lo que, por convicción individual y responsabi­lidad colectiva, le apetece decir.

Y estas reflexione­s, planteadas como guarnicion­es del plato principal, hacen referencia a la política y también a fenómenos sociológic­os y mediáticos. Dos ejemplos: “Resulta una asombrosa paradoja que la explosión de la informació­n disponible en Internet haya llevado a la total irrelevanc­ia de los hechos. El aumento de comunicaci­ón ha causado más aislamient­o. El discurso político ha quedado reducido a gritos, mentiras y amenazas. Las lealtades políticas nos dicen a quién odias, no a quién amas. Y toda esta agresivida­d ignorante se justifica inventando hechos disparatad­os”. Y, en otro momento, en vez de utilizar la escopeta de perdigones, apunta con mira telescópic­a: “Y lo peor era que, en una época marcada por una polarizaci­ón tan enconada, no parecía haber ninguna forma factible de abordar el problema. Si a eso se añadían unas capas de animosidad racial, resentimie­nto social y fanfarrone­ría política, las soluciones parecían del todo inaccesibl­es”.

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