Un mal negocio
LLUÍS Companys pronunció un discurso en la sesión extraordinaria del Parlament del 5 de enero de 1934, en que advertía “que el peor fracaso del régimen autonómico sería el que derivaría de tener unos servicios que no hubieran recibido la dotación necesaria para cumplirlos dignamente”. Es bueno recordar las palabras del que fuera presidente de la Generalitat en un momento como el actual, cuando se evidencia el malestar en los hospitales y ambulatorios catalanes, al comprobar que no se revierten los recortes que se iniciaron hace diez años.
La calidad de la sanidad ha sido motivo de orgullo para la sociedad catalana, lo que era reconocido internacionalmente. Pero, en la última década, la reducción del gasto sanitario ha sido del 27,51%, es decir, 3.328 millones menos. Siendo grave el recorte, lo más preocupante es comprobar que no se ha recuperado inversión, cuando hay comunidades que han incrementado el gasto sanitario en esta etapa, cosa que ha ocurrido, por ejemplo, en Baleares (12,3%), Navarra (7,45%) o Cantabria (3,33%). Catalunya ocupa el lugar número 15 (de 17) de gasto sanitario por habitante, muy lejos del País Vasco, que figura en la primera posición, con un ratio muy superior.
La sanidad era también una seña de identidad de Catalunya. Y lo mismo sucedía con la educación, que ha registrado recortes del 12%. Y aunque el modelo no se ha quebrado, nadie cuestiona que no se haya resentido. Hace un mes, Quim Torra aceptó en declaraciones a este diario que debería ser urgente revertir estas cifras, pero que se encontraba con el problema de los recursos y aludió al déficit fiscal que sufre Catalunya. Sin embargo, la sensación es que la gobernanza del país está condicionada por el proceso soberanista y se está perdiendo la oportunidad de mejorar la calidad de vida de los catalanes al no priorizar estas cuestiones en el diálogo con el gobierno de Pedro Sánchez. Y eso es un mal negocio, también para los independentistas.