Apaciguar
Los humanos tenemos incorporado en nuestro ADN toda la evolución desde el principio de los tiempos; en otras palabras, la ley de la selva todavía existe en algún rincón del inconsciente colectivo y, en algunos momentos históricos, parece que quiere aparecer de nuevo, como si la civilización de siglos no hubiera sido suficientemente efectiva como para tener a las furias selváticas bien atadas. Parecería que hay algunos individuos que ese espíritu guerrero –por decirlo de una manera suave– lo tienen a flor de piel, y fácilmente enseñan las orejas, olvidando que la convivencia se basa en acuerdos de paz y concordia. Y también parecería que en el hecho de desatar las furias existe implícitamente una gran ignorancia de la realidad; en otras palabras, las furias se mueven por pulsión y ello no tiene nada que ver con la realidad concreta de la vida.
En Catalunya, en estos últimos años, desde el mundo político se ha ido cultivando un clima de confrontación descarada, como si eso de ser civilizado estuviese pasado de moda. En este pequeño país hay una clase de costumbre que es utilizar una falsa camaradería en el lenguaje, como si eso no fuese una falta de respeto hacia la otra persona; un lenguaje de estar por casa, como una señal de identidad en la que los que no la comparten ya no son fiables. Y es justamente lo contrario, esa clase de lenguajes caseros son parecidos a los códigos que utilizan las agrupaciones sectarias. El respeto es universal o no es respeto, de manera que cuando oigo esta deriva lingüística de clan, me aparto rápidamente como si se tratase de un peligro, y es que lo es, es un peligro discriminatorio y una agresión verbal directa.
Creo que es urgente apaciguar el país. Ahora, con un Gobierno central que está dispuesto a mejorar las condiciones laborales, financieras, de educación y salud, no existe motivo alguno para propagar una confrontación, a no ser que la ley de la selva se haya introducido en el pensamiento y acción de los gobernantes catalanes. Como que todos somos humanos, puede pasar, y es necesario decir que es un gran disparate si eso se propaga como un incendio anímico. Si las furias se desatan,resulta muy difícil volverlas a atar.