La Vanguardia

La lle ada de cie tos e miles e refu a os Or Medio a Alemania ha ulsado la venta de alimentos de la región.

La añoranza por la comida árabe de solicitant­es de asilo sirios e iraquíes en Alemania ha propiciado negocios de alimentaci­ón abiertos por ellos mismos y ha revitaliza­do tiendas que ya existían

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

NOSTALGIA DE LA COMIDA

Refugiados sirios e iraquíes van a comprar a la Sonnenalle­e, “la calle árabe” de Berlín

NUEVOS CLIENTES EN LAS TIENDAS

“Ahora vendemos el triple que antes”, dice el propietari­o del supermerca­do Azzam

DESDE LAS LLEGADAS DEL 2015

Hay 1,6 millones de refugiados; trabajan 300.000, cien mil más que el año pasado

En la puerta del supermerca­do Radhaa en la Sonnenalle­e, la avenida berlinesa que todos en la ciudad conocen como “la calle árabe”, un dependient­e vocea a los transeúnte­s las bondades de la mercancía expuesta: un festival de frutas y hortalizas. La loa a grito pelado discurre íntegramen­te en árabe, intercalad­a por precios en euros, esos sí declamados en alemán. En un día de compras laborable, la clientela de este y otros supermerca­dos de esta calle bulliciosa se nutre sobre todo de mujeres musulmanas –la mayoría tocadas con hiyab–, algunas con sus maridos e hijos. El idioma alemán apenas se oye en las charlas en tiendas y aceras.

Esta avenida de casi cinco kilómetros de longitud en el distrito de Neukölln era ya un ecosistema árabe del Berlín multicultu­ral desde que en los años setenta y ochenta se instalaron aquí libaneses escapando de las guerras en su país. La alcaldía de distrito estima que el 90% de los establecim­ientos de la Sonnenalle­e está en manos de árabes. Y es también una zona asociada a mafias árabes que se disputan el control de actividade­s delictivas como el chantaje, el tráfico de drogas y la prostituci­ón, por lo que la violencia no es ajena a sus noches.

Los días, sin embargo, son luminosos y ajetreados. Y la decisión de la canciller de Alemania, Angela Merkel, en septiembre del 2015 de abrir las fronteras a los refugiados ha insuflado nuevos bríos a esta avenida que es una sucesión continua de negocios de este tenor: supermerca­dos rebosantes de especias, dátiles, olivas y pan de pita; restaurant­es con menús a base de shawarma, cuscús, humus y falafel; carnicería­s halal; cafés donde los hombres fuman en pipa de agua; locutorios con pantallas que emiten programas de televisión en árabe; agencias de viajes a Oriente Medio; peluquería­s, y tiendas de moda modesta islámica.

Esta semana se han cumplido tres años de aquel 4 de septiembre en que Merkel propició –“por razones humanitari­as”, en sus propias palabras– la entrada en el país de cientos de miles de personas que huían de guerras y conflictos, sobre todo de Siria, Irak y Afganistán. Desde esa fecha, y pese a la reducción de las llegadas y al aumento de las deportacio­nes, residen en Alemania unos 1.600.000 solicitant­es de asilo y refugiados.

De ese total, unos 60.000 viven en Berlín, y entre ellos corrió pronto la voz de que en la Sonnenalle­e se podían palpar, oler y comprar los productos que todo emigrante más añora en tierra extraña: los sabores del hogar.

No es extraño, pues, que el refugiado sirio Tamem al Sakka, que regentaba una pastelería en Homs, su ciudad natal, eligiera esta avenida para abrir en mayo del 2016 con sus dos hermanos la pastelería Damaskus. En los mostradore­s del pequeño establecim­iento relucen pirámides de baklava, deliciosos pastelitos de hojaldre y frutos secos, y otros bocados de la dulcería árabe.

“Fue difícil, pero tampoco tan difícil, con los trámites burocrátic­os nos ayudó el imán, somos amigos; y cuando otros compatriot­as se lo están pensando y me preguntan, yo siempre les digo: ‘es difícil, pero tampoco tanto, inténtalo”, dice Tamem, de 43 años, feliz con la evolución del negocio, que ha crecido lo bastante como para abrir otra pastelería en otro distrito berlinés, Wedding. La inauguraro­n en agosto. Este establecim­iento es mucho más amplio que el de la Sonnenalle­e, y tiene zona de cafetería, todo ello diseñado por su esposa Hanan, que es arquitecta.

“También es verdad que nuestra familia tenía una pastelería en Homs desde hacía muchos años, y que mi tío Tamem es un pastelero experto; este es su oficio, y eso ha ayudado mucho”, admite su sobrino Sulaiman al Sakka, de 20 años, que aprendió alemán con vídeos de YouTube y se ha convertido en el intérprete oficial de la familia.

Sulaiman trabaja en las dos pastelería­s a la espera de empezar a estudiar Fisioterap­ia. Ruedas del destino: el abuelo Sulaiman, de 85 años, estudió Fisioterap­ia en Leipzig cuando esta ciudad sajona formaba parte de la RDA comunista, y ahora los desastres de la guerra le han llevado de nuevo a Alemania. “Pero ha olvidado completame­nte el idioma”, lamenta el nieto.

La familia Al Sakka –los tres hermanos, sus esposas e hijos, y los abuelos, en total una veintena de personas– huyó en el 2012 de la guerra en Siria, donde la pastelería y su casa de Homs quedaron destruidas y saqueadas. Tras pasar dos años en Egipto, sintieron que los sirios ya no eran bien vistos allí, y emprendier­on el camino hacia Alemania. Llegaron en julio del 2014, cuando ya se detectaba una oleada de solicitant­es de asilo de resultas del sangriento conflicto sirio, pero un año antes de la decisiva apuesta de Merkel por abrir fronteras.

“En nuestro primer año en Alemania, siempre pensaba que algún día regresaría­mos a Siria –suspira Tamem al Sakka–. Pero cuando me lo preguntan ahora, digo que ya no lo sé. Tengo tres hijos pequeños, que están criándose en Berlín, y la situación en Siria es muy, muy complicada. Es nuestra patria, pero no se ve una salida”.

Mientras tanto, en cualquier caso, toca trabajar y confiar. Para su sorpresa, el 60% de la clientela es alemana, y el negocio marcha bien. “A la Damaskus de la Sonnenalle­e venían compatriot­as a pedir trabajo –explica Tamem–. Y hemos podido contratar a algunos para los dos obradores; ahora son 24 en total, todos refugiados sirios”.

La búsqueda de trabajo ocupa la mente de todo solicitant­e de asilo, sea cual sea el estado de la tramitació­n de su estatus jurídico, también porque muchos envían dinero a sus parientes que han quedado atrás.

La situación ha mejorado un tanto en estos tres años. Según la Agencia Federal de Empleo, unos 300.000 refugiados de los ocho principale­s países de origen tenían un empleo en mayo del 2018, es decir, cien mil más que los que trabajaban en igual fecha del año anterior. Esas cifras engloban a personas procedente­s de Siria, Afganistán, Eritrea, Irak, Irán, Nigeria, Pakistán y Somalia. Y el número de solicitant­es de asilo que aún dependen de subsidios del Estado ha disminuido en un 36% entre el 2016 y el 2017.

Sin embargo, pese a la tendencia positiva, la tasa de empleo de las personas procedente­s de esos países es del 27,2%, muy por debajo de la media alemana. “La integració­n de los refugiados en el mercado laboral necesita mucho tiempo, y los principale­s escollos para una rápida inclusión suelen ser el idioma y la falta de titulación profesiona­l oficial”, señala la Agencia Federal de Empleo en un reciente informe.

“Los refugiados quieren trabajar, lo intentan, pero es difícil encontrar el camino; muchos sirios que han llegado a Alemania tienen una profesión o un oficio, o tenían un negocio y saben mucho de ese negocio”, defiende el joven Sulaiman. Pero la lengua, el papeleo, la convalidac­ión de titulacion­es, la espera por los permisos de residencia y trabajo, y el desajuste entre sus saberes y las necesidade­s del mercado alemán generan frustració­n.

Por ejemplo: abundan los refugiados que son mecánicos, pues en Siria se reparaban los coches en los talleres locales, mientras que en Alemania a la mínima son enviados a la fábrica a enmendar. La destreza manual de ese tipo de mecánicos no encuentra correspond­encia profesiona­l en su sector en este país. “Un conocido tenía en Siria una fábrica de pañuelos; con la guerra lo perdió todo, y no es posible empezar un negocio como ese desde el principio en Alemania, así que ha abierto un pequeño restaurant­e”, detalla el pastelero Tamem.

Los establecim­ientos relacionad­os con la alimentaci­ón se han convertido así en el último refugio de los refugiados para poder trabajar –algunos en la economía sumergida– o emprender un negocio, con fortuna variable pues quienes lo intentan no siempre poseen experienci­a en hostelería.

Según estimacion­es de la Cámara de Industria y Comercio de Berlín (IHK), en el 2015 llegaron a la capital unos 2.000 pequeños empresario­s sirios escapando de la guerra. Ese año, la cámara registró 55 nuevos negocios fundados por sirios, y en el primer trimestre del 2016 contabiliz­ó sólo 23. No hay disponible­s cifras más recientes. Pero un estudio de la IHK con refugiados que quieren emprender indicó que el 67% piensa en el comercio, los servicios o la restauraci­ón.

Por eso mismo –la comida deseada–, la Sonnenalle­e se ha convertido en lugar de encuentro y de nostalgia para los refugiados. “Un cliente sirio nos dijo que le traíamos recuerdos de Damasco; se emocionó mucho”, cuenta Sulaiman sobre la pastelería familiar.

Los supermerca­dos de la avenida lo han notado en sus cajas registrado­ras. “Ahora vendemos el triple que antes, y los clientes no son sólo de Berlín, vienen también de Potsdam y de ciudades que no están muy lejos; vienen sobre todo los viernes y los fines de semana”, explica Mohammed Azzam, propietari­o del supermerca­do Azzam, mientras se afana entre los estantes. Como ese tipo de clientes suele comprar provisione­s para toda la semana, se las llevan en maletas de ruedas. Los jóvenes que aún viven en albergues de refugiados compran grandes bolsas de pan de pita.

También lo ha notado la autoescuel­a Sonne, especializ­ada hace años en clases de conducir en alemán, árabe, turco e inglés. “Vienen más sirios e iraquíes a sacarse el carnet de conducir, sí”, responde de mala gana el recepcioni­sta de la autoescuel­a, que es toda una institució­n en la Sonnenalle­e. El impacto de los refugiados se ha dejado sentir en toda la avenida.

Repostería siria.

DE HOMS A BERLÍN

La familia refugiada siria Al Sakka ha abierto con éxito la pastelería Damaskus

EL PASTELERO TAMEM “Venían compatriot­as a pedir trabajo, hemos podido contratar a 24 para los obradores”

DULCES EN LA MEMORIA

“Un cliente sirio nos dijo que le traíamos recuerdos de Damasco; se emocionó mucho”

 ??  ??
 ??  ?? Narguiles. Un hombre fumando en pipa de agua junto a un compañero ante un café de la Sonnenalle­e
Narguiles. Un hombre fumando en pipa de agua junto a un compañero ante un café de la Sonnenalle­e
 ?? GETTY IMAGES ?? En la Sonnenalle­e Mujeres veladas ante los mostradore­s de verduras de un supermerca­do
GETTY IMAGES En la Sonnenalle­e Mujeres veladas ante los mostradore­s de verduras de un supermerca­do
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain