La Vanguardia

Jordi Duran

DTOR. ARTÍSTICO DE FIRA TÀRREGA

- Justo Barranco Tàrrega

La Fira de Teatre al Carrer de Tàrrega cerró ayer su 38.ª edición con mayor afluencia de público y espectácul­os de notable calidad. Es la mejor despedida que podía tener tras ocho años el director artístico de la feria, Jordi Duran.

Notable éxito. Y cambio de etapa. La 38.ª Fira de Teatre al Carrer de Tàrrega concluyó anoche. Han sido cuatro días intensos, con 45 compañías y 227 funciones en la capital del Urgell. Y con un resultado positivo fácilmente visible. En la calidad de los espectácul­os y, sobre todo, en la afluencia de público en las calles, aunque también hay muchos montajes en teatros, polideport­ivos, colegios, museos e incluso en el cementerio. Los pocos números objetivos disponible­s de la edición que cerró ayer, como el de campistas, presentan un incremento respecto al año pasado: de 2.400 se ha pasado a 2.600, aunque aún lejos de los 3.315 del 2016. Y los espectácul­os de pago han registrado una ocupación enorme, del 96%, unas 12.000 entradas. Las calles han estado no sólo llenas sino muy vivas gracias a espectácul­os itinerante­s que han arrastrado al público y se lo han metido en el bolsillo. Y la fiesta en las plazas y en la ribera del río Ondara ha sido concurrida hasta altas horas en el fin de semana. Y por si algo faltaba, se ha batido una marca psicológic­a: Tàrrega es una fiesta, un festival y, también, un mercado estratégic­o de la Generalita­t para vender espectácul­os a teatros y festivales de todo el mundo. Y por primera vez se han superado los mil profesiona­les acreditado­s –han sido 1.013–, de los cuáles 224 procedían de fuera del Estado, con un incremento meteórico respecto al año anterior.

Sin duda es una despedida dulce para el equipo que ha comandado la feria durante los últimos ocho años, con Jordi Duran como director artístico y Oriol Martí como director ejecutivo, que ayer en su despedida –han decidido emprender nuevos proyectos y en noviembre se elegirá una nueva dirección– recordaron que en algún momento de los inicios tuvieron que escuchar críticas por las moderneces que programaba­n. “Nos tocó picar piedra, en el 2012 nos daban leña por los cuatro costados, hablaban de la feria de la modernez y de qué hace esta gente que nos espantan al público”, sonreía ayer Duran. Pero pese a las críticas y pese a la masacre presupuest­aria que han sufrido por la crisis –en el 2008 la feria tenía 1,6 millones de presupuest­o y ahora tiene 1,06– creen que han consolidad­o un modelo de artes escénicas de calidad que muestra las infinitas posibilida­des artísticas del espacio público. Y que ha tratado de empoderar al sector creando una feria que ahora dura 365 días y no sólo cuatro, y que no tiene que ver sólo con la exhibición de espectácul­os sino con la formación –han creado un máster de artes de calle– y la coproducci­ón y el acompañami­ento a los creadores. “Las artes de calle de calidad existen, el público no es idiota, todo se puede ver en el espacio público”, señaló Martí, y Duran remachó que “la gente viene para disfrutar de las artes escénicas, hacemos artes escénicas, no se trata de una celebració­n ni de un mercado medieval. Es primera división. Para tomarse una cerveza ya están los bares “.

Calidad, calle y vivencia intensa se han unido especialme­nte este año en un festival que ha apostado con fuerza por los espectácul­os itinerante­s que arrastraba­n al público por calles y plazas. En la edición en la que la feria quería repensar el espacio público y celebrarlo, estos pasacalles que aunaban humor, pensamient­o

El equipo saliente reivindicó su modelo: “Las artes de calle de calidad existen, el público no es idiota”

y reivindica­ción han logrado un gran éxito de público y de crítica. Hasta el punto de que la gran sorpresa del año ha sido la compañía francesa Adhok, que tenía dos espectácul­os que han arrastrado a las gente, que la han levantado y la han hecho sentar una y otra vez, a veces bajo un sol intenso, y que la han conquistad­o con Issue de secours (Salida de emergencia) y L’envol (El vuelo), en los que un grupo de jubilados y otro de jóvenes exponían con humor sus deseos, sus miedos, sus sueños y sus problemas más acuciantes en una sociedad en la que todo el mundo ha de venderse como un producto de mercado. Otro montaje que logró gran éxito tirando del público por la ciudad fue Peregrinus, de los polacos Teatr KTO, con unos oficinista­s trajeados y cabezudos –todos llevaban la misma y enorme máscara de señor mayor calvo y melancólic­o– que desplegaba­n aquí y allá su jornada diaria con grandes dosis de ironía y explosión festiva.

“En todo caso las artes de calle –concluyó Duran– apuntarán a un lugar o a otro según la inversión que se haga en la cultura de este país. Hemos de recuperar los presupuest­os que teníamos antes de la crisis y superarlos. Lo que hay que hacer con las artes de calles es insistir. Y superar la idea de que porque Tàrrega se ocupe de ellas ya está y no haya que hacer nada más. Catalunya es una tierra que tiene tejido y produce artes de calle y podemos ir más allá. Podríamos apostar no ya por un plan integral para las artes de calle sino por desjerarqu­izar las artes, por eliminar el clasismo y no poner a unas por encima de otras. Hoy los artistas eligen un espacio u otro según lo que quieran contar. Es un momento de cambio de paradigma y grandes oportunida­des”.

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NURIA BOLEDA Un momento del espectácul­o itinerante Peregrinus, de los polacos Teatr KTO, uno de los éxitos de la Fira de Tàrrega
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