La resistencia del barco de papel

HAROLD Macmillan sostenía que en política las tormentas son en un vaso de agua, pero el problema es que los políticos navegan en barcos de papel. Ignoro si Pedro Sánchez conocía la cita, pero seguro que ha gobernado sus cien primeros días como si tuviera claro su espíritu. Ha intentado desdramatizar algunas de las grandes cuestiones que se encontró sobre la mesa de su despacho en la Moncloa y ha sido consciente de que sus 84 diputados lo convierten en un paquebote de papel, pero eso no le ha impedido apuntar respuestas a los problemas y mantener una flotabilidad aceptable para su tripulación.

E la nave va, a pesar del oleaje.

Los cien días no sólo no lo han desgastado, sino que lo han hecho encaramarse en las encuestas. La presencia de destacados profesionales en su Gobierno fue bien recibida por los ciudadanos. Hacía tiempo que no se hacía política en este país y eso se lo han agradecido. Es evidente que en este periodo ha habido patinazos –el último, la negativa a vender armas a Arabia Saudí que ha puesto en pie a los trabajadores de Navantia porque suponía la cancelación del encargo de corbetas–, pero Sánchez ha jugado con habilidad su presencia constante al lado de los principales líderes europeos y ha recuperado los viajes a Latinoamérica, donde España cuenta con importantes intereses. El álbum de fotos del presidente se ha llenado en tres meses. Y los gestos políticos se han sucedido –de la acogida a los náufragos del Aquarius al anuncio de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, pasando por el acercamiento de los presos catalanes–.

Pedro Sánchez tiene en su haber la recuperación de cierto optimismo en el país. La prueba del nueve de su capacidad de generar consensos serán los presupuestos. Pero si no tiran adelante, el presidente puede convocar elecciones en marzo, con todo a favor y la oposición buscando su espacio. El barco de papel no se hundirá fácilmente.