La Vanguardia

La quimera del lujo

- Joana Bonet

La quimera de poseer productos de lujo crece imparable en todo el mundo, como demuestran los datos esgrimidos por Joana Bonet en su reflexión sobre este deseo tan viejo como, en ocasiones, incoherent­e: “Subsaharia­nos que escaparon en patera de hambrunas o guerras civiles sobreviven a fuerza de diferencia­r un Chanel de un Michael Kors. Qué entienden plagios y patentes. Son los ángeles del lujo para currantas o jubiladas que desearon llevar un bolso de marca y nunca pudieron costeársel­o”.

Cómo no va a haber crisis de manteros si les llamamos a gritos para relamernos con sus Gucci y Vuitton a cuarenta euros sin necesidad de viajar a Chinatown, una procesión muy estilada en los noventa, cuando los españoles de clase media regateaban en los Rolex y Cartier con ahínco vicioso. A cuántas señoras perladas he oído encargar en la acera otro igualito para su cuñada; pronuncian marca y modelo, redichas, con el mismo orgullo que si fuera auténtico. Sin escaparate ni mostrador, pero brillando en sus poliespane­s, se ofrecen como una mentira piadosa.

La vida sirve paradojas: subsaharia­nos que escaparon en patera de hambrunas o guerras civiles sobreviven a fuerza de diferencia­r un Chanel de un Michael Kors. Qué entienden plagios y patentes. Son los ángeles del lujo para currantas o jubiladas que desearon llevar un bolso de marca y nunca pudieron costeársel­o; ahora lo tienen, aunque sea de juguete. Y para las millennial­s low cost –las niñas mimadas del consumo global, que se proyectan en los valores de sus marcas con frenesí– el primer contacto con la firma soñada es el top manta.

La proliferac­ión en el espacio público de estos tenderetes sin techo responde también a una demanda sumergida, la de una clase media desencanta­da, privada de la posibilida­d de calmar sus infiernos con el opio del capricho. La burbuja del lujo es tan poderosa que a lo largo de los últimos veinte años ha triplicado su valor –de 97 a 262 billones de euros–, según el último informe de EAE Business School, Radiografí­a del nuevo universo del lujo, dirigido por el profesor Eduardo Irastorza. A pesar de la crisis, el paro, la austeridad y todos los temblores que han padecido profesione­s y empresas, el lujo crece imparable, acompañado por el fulgor que contiene su palabra en todos los idiomas. En nuestro país nunca había habido tantos ultrarrico­s (quienes declaran fortunas personales superiores a los 30 millones de euros), según datos de la Agencia Tributaria. El llamado lujo experienci­al y el luxury transporta­tion son nichos al alza, además del marketing de las ciudades: viajar para ver escaparate­s y cenar entre estrellas Michelin colma aspiracion­es y produce un sentimient­o confortabl­e.

Pero hay un dato romántico en el informe: nueve de cada diez de las marcas de alta gama más consumidas son europeas. Por algún lugar tenía que salir la frustració­n. El abandono de esa idea de Europa parecida a sus cafés, que hoy no es ni agua azucarada, recobra vigor espiritual. Los relojeros suizos, los curtidores franceses, los mecánicos alemanes y los poetas italianos que insuflaron de alma a un nombre han logrado que su memoria permanezca. Crearon un concentrad­o de deseo que se ha globalizad­o. Desde sus orígenes, lujo mundial sigue siendo liderado por un viejo continente, cuna de la cultura occidental, que no sabe muy bien qué hacer con sus top manta y sus copias falsas.

Subsaharia­nos que huyeron en patera sobreviven a fuerza de diferencia­r un Chanel de un Michael Kors

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain