Atención: algo se está moviendo
La moderación final del discurso de Quim Torra y la próxima publicación de un libro de Carles Puigdemont son señales de un cambio importante del independentismo para explorar el diálogo. Pero todo es aún muy frágil.
Un veterano empresario tenía siempre la costumbre de destacar la parte positiva de los discursos de clientes, proveedores o competencia en general y soslayar los aspectos negativos. Su mano derecha, el consejero delegado, se sorprendía de este optimismo recalcitrante por valorar una y otra vez la botella medio llena. Un día se atrevió a preguntarle el motivo y el presidente de la compañía le contestó: “Es muy sencillo. A partir de lo negativo nunca se puede construir nada”. Esta es la misma actitud del Gobierno socialista que ignora toda la gesticulación discursiva del independentismo catalán y prefiere quedarse con los hechos. No es fácil. “Cada vez que abren la boca es para ofendernos”, decía en privado esta pasada semana un alto miembro del Ejecutivo. Pero a pesar de poner en duda si España es un Estado democrático o amenazar con la unilateralidad, Pedro Sánchez valora que el Govern de Quim Torra no ha tomado ni una sola medida contraria al Estatut y a la Constitución. Sí, hay mucho ruido pero no se ha roto aún ningún plato. El discurso del president fue fiel a este marco, donde hubo mucha gesticulación de cara a la galería independentista pero no volvió a pisar ninguna línea roja como sí sucedió hace un año. En la Moncloa hubo alivio y por eso salió en tromba la ministra portavoz Isabel Celaá para poner énfasis en que nada había cambiado. Días antes, el Gobierno tenía indicios claros de que el discurso presidencial iba a ser mucho más agresivo y por eso enviaron un mensaje contundente a Bruselas de que el diálogo recién iniciado se podía romper irremediablemente.
Y es que algo se está moviendo entre las dos partes. Los contactos existen pero el hilo que los une es muy fino. Sería un error cantar victoria antes de tiempo. Ya sucedió hace un año cuando Carles Puigdemont iba a convocar elecciones anticipadas y parecía que se podía entrar por fin en una fase de negociación seria entre las dos partes pero todo acabó saltando por los aires. Hoy es aún más difícil que hace un año por la situación procesal de los políticos presos que es un peso demasiado fuerte que lo contamina todo. Además, como era previsible, se ha iniciado una guerra entre Albert Rivera y Pablo Casado para ver quien de los dos es más contundente en sus críticas a Sánchez por su supuesto entreguismo a Catalunya. Y en el otro lado, la agresividad verbal de Torra y Puigdemont provoca sarpullidos en la opinión pública española. Pero, pese a todo, la comunicación existe y va avanzando. En este sentido, habrá que estar muy atentos al último libro que la editora de La Campana, Isabel Martí, lanzará a finales de mes, en el que Puigdemont ofrece una salida al conflicto que no contempla ninguna imposición, ni ninguna vía unilateral. La crisis catalana. Una oportunidad para Europa será un punto y aparte en la estrategia del independentismo, donde ya no se habla de buscar un “momentum” para imponer sus razones con su exigua mayoría parlamentaria. Pero lo que propone Puigdemont y lo que puede dar ahora Sánchez aún está muy lejos. Y como bien apuntaba FrancescMarc Álvaro en su reciente artículo en La Vanguardia ahora se trata de pinchar el globo que de forma inconsciente se ha ido creando. Y no es fácil pasar de la política de confrontación, “de cuanto peor, mejor”, a la búsqueda de un diálogo con unos interlocutores que ofrecen reformas de Estatut o de la Constitución que para una parte de la ciudadanía de Catalunya es ya una pantalla superada. Esos dos millones de catalanes, más o menos, que han hecho el click con España y que llenarán de nuevo mañana las calles de Barcelona han comprado el discurso de la ruptura y se lo han hecho suyo.
El posibilismo actual de ERC, que tanto se echó en falta hace ahora un año, es otro dato que puede invitar al optimismo pero lo realmente importante es ver hasta qué punto Pedro Sánchez y Carles Puigdemont pueden consolidar una vía de diálogo que permita encontrar una solución al conflicto que sólo puede acabar de una manera: un referéndum pactado. Lean también a Lorenzo Bernaldo de Quirós también en estas mismas páginas el pasado sábado y su “humilde proposición”.