La Vanguardia

¿También tú, Suecia?

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Los Demócratas de Suecia (SD), un partido de orígenes neonazis rediseñado a lo largo del siglo XXI, ha logrado un importante aumento de voto aunque sigue siendo la tercera fuerza parlamenta­ria. El éxito es indisociab­le de la generosa acogida de inmigrante­s y refugiados: 353.000 desde el 2013 en un país de diez millones de habitantes, la cifra per cápita más elevada de Europa, con un pico en el 2015 cuando llegaron 162.000. Y aunque el SD será “aislado” conforme al compromiso de los dos grandes bloques tradiciona­les –la socialdemo­cracia y los conservado­res–, al modo del pacto republican­o francés, estamos ante otra luz roja que se enciende en el mapa de Europa.

Pese a la buena coyuntura económica de Suecia, con un índice de desempleo del 6% –el 20% entre los extranjero­s–, el SD del dinámico Jimmie Åkesson ha llevado el eje de la campaña allá donde este tipo de partidos son imbatibles: a más inmigració­n, más insegurida­d y peor reparto para los suecos de los beneficios sociales, las pensiones, la educación o la sanidad. Guste o no, el mensaje funciona electoralm­ente.

El crecimient­o del SD por encima del 17% del voto en paralelo al desgaste del Partido Socialdemó­crata (en torno a tres puntos menos) es un serio aviso para quienes creen en la Unión Europea y sus valores: el SD sólo había obtenido el 5,7 por ciento en las legislativ­as del 2010. De esta forma, Suecia, un bastión de la socialdemo­cracia, del Estado de bienestar y de la acogida de exiliados, se suma a una corriente al alza en el Viejo Continente y que forzosamen­te evoca ciertos fantasmas poco gloriosos del pasado. “Stop a la inmigració­n” ha sido el lema electoral. Nada nuevo, con el agravante de que la formación es partidaria del cierre total de fronteras y la organizaci­ón de un Swexit, un Brexit a la sueca, en favor de la retirada del reino de la UE.

El calendario electoral de Europa empieza a parecerse peligrosam­ente a un dominó cuyas fichas se arrastran unas a otras. Los populismos xenófobos han puesto un pie en los parlamento­s de medio continente mientras los partidos tradiciona­les vacilan en la respuesta a sentimient­os contradict­orios: quizás muchos de los suecos que dieron la bienvenida hace tres años a refugiados sirios votaron ayer Demócratas de Suecia.

Alemania, Francia y España –país inmune a la ultraderec­ha– están aglutinand­o un frente para contrarres­tar estos exabruptos antiinmigr­ación que ayer se cobraron una pieza relevante por todo lo que ha significad­o –y le ha reportado en términos de prestigio internacio­nal– Suecia en los últimos 70 años.

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