La Vanguardia

“En cada botella se dirá hasta en qué finca se cultivó su uva”

- LLUÍS AMIGUET LLUÍS AMIGUET

Tengo 68 años: sigo madurando. Nací en estaca sa de Porrera donde ahora mismo estamos embotellan­do. Me casé con una mujer también de aquí. Tenemos 3 hijos: uno es diseñador en Milán, en P rada,y los otros dos espero que tengan un futuro sin irse, gracia sala aventura del Priorat que continúa

Esta añada será buena en el Priorat? Es muy buen año, porque ha llovido, pero no demasiado y cuando tocaba. Usted es noticia: un payés que no se queja. La cosecha es mayor que la temporada pasada, pero no en exceso. Además, veníamos de dos años muy secos y la viña ha agradecido ese agua por encima de la media.

Y supongo que se recupera el sustrato.

La viña del Priorat está adaptada a condicione­s muy duras y soporta bien la sequía, pero no tenemos ese tipo de sustrato hídrico. Nuestro suelo es rocoso y la piedra drena la humedad.

¿No sería mejor adelantar la vendimia para evitarlo?

Es que aquí, cada viticultor recoge sus racimos a medida que van madurando.

¿Ya no se vendimia de una sola vez?

Toda la uva tampoco madura a la vez, así que vendimiamo­s selectivam­ente. En cambio, en los grandes viñedos de enormes produccion­es, es indispensa­ble usar maquinaria y mucho personal de una tacada. Aquí vendimiamo­s poco a poco. A mano.

¿Cómo saben cuándo es el momento?

“Coge sólo la uva que te comerías”.

Eso significa más tiempo y dedicación.

Sí, pero también más calidad.

¿Y si cada marca va a lo suyo?

Aquí o cada uno defiende su proyecto y le da igual el territorio, o todos defendemos el territorio, con lo que también cada uno potencia su marca bajo la Denominaci­ón de Origen Priorat.

¿Se pueden hacer las dos cosas?

De eso se trata. Pero si haces como algún viticultor, que se ha fundido los beneficios en un yate en Salou, no cuidas el Priorat como otros que los han invertido en arreglar y levantar bancales de piedra tradiciona­les.

Son caracterís­ticos de este paisaje.

Y el prestigio de la marca crece cuando su territorio está cuidado y atrae al mejor turismo y todos ganamos. Si no invertimos en nuestro paisaje, todos perdemos.

Me he cruzado con enoturista­s japoneses, de todas las Europas y Américas.

Por eso, hay que asociar la DO a una experienci­a de calidad, buen gusto, cultura y civilizaci­ón. Y es un proyecto colectivo, aunque luego haya viticultor­es y marcas que lo hagan mejor o peor.

¿Además de los Beatles, no puede haber unos cuantos John Lennons?

Ese es nuestro último proyecto. Queremos generar diversidad dentro del Priorat.

¿Cómo?

Asociando cada botella a un territorio cada vez más caracteriz­ado.

Por ejemplo.

En cada etiqueta se especifica­rá, además de la DO Priorat, el territorio, el espacio cooperativ­o, por ejemplo Gratallops, y, además, la finca de procedenci­a de la uva.

Ya lo hacen otras DO europeas.

En la Borgoña, entre otras. En Francia les fue más fácil recuperar el modelo de los monasterio­s viticultor­es, porque tenían sus archivos intactos. Pero aquí la desamortiz­ación de Mendizábal propició el saqueo y la destrucció­n de la mayoría de los nuestros.

A ver si culminamos, al menos, la reconstruc­ción del de Scala Dei.

Aquí la moderna recuperaci­ón del Priorat empezó más que por iniciativa privada, por la iniciativa aventurera de un puñado de viticultor­es de vocación.

Lo bebíamos como vino barato en un país donde la producción era industrial.

Hay vinos grandes, en grandes cantidades, y grandes vinos, a menudo en muy pequeñas. Y aquí las cantidades eran masivas hasta que esos aventurero­s, sin casi capital, hicieron del Priorat su proyecto vital.

Aquí entrevisté a Álvaro Palacios hace 20 años y me explicó esa revolución.

Álvaro, René Barbier, José Luis Pérez, Carles Pastrana, Sara Pérez, Daphne...Y otros entusiasta­s apostaron por proyectos de apenas 20.000 botellas por añada.

¿Era poco para entonces?

En España sólo se creía en millones de botellas. Y los aventurero­s acertaron, porque el mundo, antes que España, reconoció el valor de nuestra singularid­ad. Y hoy el futuro sigue siendo el compromiso con el territorio de todos, pero también la diversidad y las apuestas personales.

Cada botella, una historia.

Cada copa, muchas historias. En cada cata, cada sorbo contará esa aventura y muchas otras que iniciarán aquí jóvenes vinyataire­s.

Mire, aquí está mi hijo.

¿No teme que al vino le pase como al tabaco y se demonice el alcohol?

Sería demonizar nuestra historia, nuestra cultura y nuestra salud. Imposible.

Oigo la embotellad­ora a toda marcha.

Estamos embotellan­do un dulce muy prometedor. Y me hace ilusión que no sólo mi hijo, sino muchos chavales del Priorat tengan aquí un futuro gracias a esa apuesta que cuando yo nací en Porrera no estaba nada claro. Yo nací en esta casa.

¡Cómo truena! Va a volver a llover.

Eso no es malo. Ahora lo peor sería un octubre demasiado caluroso.

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