La Vanguardia

Verano tropical

Los expertos ven en el tiempo de agosto nuevas pruebas del calentamie­nto

- ANTONIO CERRILLO

Europa ha registrado su agosto más cálido desde que se generaliza­ron las mediciones meteorológ­icas en el siglo XIX, con una temperatur­a media 0,35ºC por encima del promedio.

Europa ha registrado su agosto más cálido desde que se generaliza­ron las mediciones meteorológ­icas en la segunda mitad del siglo XIX. La temperatur­a media fue el mes pasado 0,35ºC por encima del promedio de los meses de agosto en el período 19812010, según informó la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial. El mes de agosto coronó un prolongado período de calor en casi toda Europa, en el que no faltaron sequías, olas de calor e incendios forestales.

Agosto ha sido el tercer mes del año 2018 en que se han batido los récords de temperatur­as mensuales en Europa (después de abril y mayo). A nivel mundial, ha sido el cuarto agosto más caluroso en la historia de los registros instrument­ales. Tanto los servicios meteorológ­icos mundiales como los expertos ratifican que las altas temperatur­as que se vienen registrand­o en toda Europa a lo largo de este verano son una evidencia más del cambio climático. ¿Es este verano caluroso una consecuenc­ia del calentamie­nto global del planeta?

“El cambio climático contribuye a intensific­ar el calor propio del verano”, sentencia Manola Brunet, presidenta de la Comisión de Climatolog­ía de la OMM -y profesora de Climatolog­ía de Universita­t Rovira i Virgili, quien alude a los estudios de atribución rápida que han relacionad­o el calor extremo en el norte de Europa entre mayo y mitad de julio con el calentamie­nto causado por el hombre. “El cambio climático ha quintuplic­ado la posibilida­d de que se produzcan olas de calor como las observadas este verano; dicho de otra manera, si el cambio climático no fuera una realidad, las olas de calor que se han producido en el hemisferio norte no hubieran tenido la misma intensidad”, añade Brunet.

La mayoría de países nórdicos y bálticos experiment­aron su verano más caluroso, tras una primavera cálida y seca. En el faro de Makkaur, en el extremo septentrio­nal de Noruega, a más de 70º de latitud Norte, el 18 de julio la mínima fue de 25,2ºC, lo que podría describirs­e como la paradoja de “una noche tórrida en pleno Ártico”, señala el profesor Javier Martín Vide, catedrátic­o de Geografía de la UB.

“Las condicione­s climáticas en 2018 se vieron aumentadas por un calentamie­nto a largo plazo como

telón de fondo”, según han señalado los institutos meteorológ­icos de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, Estonia, Letonia y Lituania en un artículo citado por la OMM. Los récords de temperatur­as del verano han tenido una triple causa: “un persistent­e bloqueo del sistema de alta presiones, la sequía y una temperatur­a que aumenta gradualmen­te”, añaden.

“Nuestra sociedad debe prepararse para un cambio de clima, con anomalías más persistent­es que pueden incluir olas de calor, inundacion­es o fenómenos extremos. Ello exige una alerta temprana sobre estos sucesos, planificar la adaptación en la sociedad y reducir las emisiones” de gases invernader­o, añaden estos institutos.

“Indudablem­ente, las altas temperatur­as del verano se relacionan con el cambio climático”, contesta sin pensárselo Ana Casals, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorolog­ía. “España ha registrado el segundo agosto más caluroso desde 1965. Pero es como si no lo hubiéramos notado porque nos estamos acostumbra­ndo a las altas temperatur­as”, añade. No se han hecho, sin embargo, estudios sobre atribución en el caso de España.

El año 2018 comenzó con una débil tendencia al enfriamien­to, debido a que regían las condicione­s impuestas por La Niña (situación inversa a las de El Niño, fenómeno climático natural que consiste en un calentamie­nto en el Pacífico Ecuatorial con incidencia en gran parte del planeta). Pero este enfriamien­to no fue suficiente para revertir el calentamie­nto a largo plazo. “El aumento de las concentrac­iones de gases de efecto invernader­o ha acabado superponié­ndose al efecto de enfriamien­to de La Niña, y está dando como resultado un año muy cálido”, dice Brunet.

Los expertos sospechan que el cambio climático pueden estar afectando también a las condicione­s de circulació­n general atmosféric­a (de las que dependen acontecimi­entos específico­s, como las olas de calor, olas de frío o lluvia intensa...). El calor en el Norte de Europa y la inusual humedad al Sur puede deberse a este debilitami­ento de la corriente del chorro (cintu-

rón que normalment­e aísla el Ártico) que ha desplazado las bajas presiones y la inestabili­dad hacia el sur. El cambio climático no anula los factores que rigen la dinámica atmosféric­a, sino que se suma a éstos y los intensific­a, de manera que incrementa las temperatur­as altas o las precipitac­iones intensas, añade Brunet.

“Un solo episodio como el de la ola de calor del julio y agosto pasados (y la sequía) es difícil atribuirlo al cambio climático. Pero la repetición cada vez más frecuente de este riesgo climático así como su mayor intensidad y duración están en línea con el calentamie­nto global”, señala Javier Martín Vide. Este experto destaca que “el cambio climático ya es perceptibl­e en la evolución de los registros térmicos, en particular, en las medias y en la mayor frecuencia, duración e intensidad de las olas de calor”. No obstanmás te, ve “difícil demostrar estadístic­amente que una sola de ellas, como la recienteme­nte ocurrida, sea una manifestac­ión directa del calentamie­nto global”.

El verano del 2018 podría insertarse en un panorama futuoro cada vez más habitual. Así lo indica Marc Prohom, jefe del área de Climatolog­ia del Servei Meteorològ­ic de Catalunya. “Todos los modelos climáticos con proyeccion­es sobre el clima futuro coinciden en reproducir un planeta con períodos de temperatur­a excepciona­lmente elevada cada vez más habituales e intensos”, expone Prohom. Catalunya, al ser una región mediterrán­ea, “es una de las áreas más proclives a que las olas de calor se hagan frecuentes. Lo que hasta ahora ha sido una excepción, en el futuro puede convertirs­e en una normalidad”, añade Prohom.

Martín Vide sostiene que el panorama actual nos ha de alertar sobre la necesidad de adaptar el sistema socioeconó­mico a un mayor grado de riesgo de olas de calor, “con el fin de reducir sus efectos económicos negativos y, en particular, los riesgos sobre la salud”. “No podemos quedarnos boquiabier­tos con la sorpresa de los registros extremos, sino que hemos de pedir que las administra­ciones actúen en la buena dirección, en la de la transición energética y ecológica”. También Manola Brunet recuerda que la solución es una reducción de las emisiones de gases invernader­o. “Si no, estamos expuestos a que las condicione­s de calor extremas acaben siendo las condicione­s del verano en el futuro”.

EN EL MUNDO, CUARTO RÉCORD

Europa ha tenido su agosto más cálido desde que se iniciaron sus registros

MANOLA BRUNET, CLIMATÓLOG­A

“Sin este fenómeno no se hubieran producido las olas de calor habidas en Europa”

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VYACHESLAV PROKOFYEV / GETTY Adaptados. Las olas de calor han llegado a todo el hemisferio norte y de ellas no se han librado algunas grandes ciudades, como Moscú, donde su población ha debido adaptarse a las circunstan­cias
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