No hay soberanía
Miércoles 5, 11 de la mañana, sala 11 de la sede de Comisiones. Acto con motivo del día de hoy: nuestra Diada. En sí mismo ver la sala llena es un pequeño testimonio de supervivencia, de esperanza. A lo largo del año pasado el sindicato, como buena parte del tejido asociativo del país (valdría para las asociaciones de vecinos o las de padres y madres de alumnos), se vio volteada por la tensión política que vivimos todos. Nadie se escapa. Pienses como pienses, el conflicto nos pertenece al conjunto de catalanes.
No puedo ni imaginar los equilibrios que debieron hacerse en las tripas de muchas entidades para preservar la unidad en la discrepancia. Si resistieron bien, espero, son una garantía: las grandes organizaciones sectoriales –trabajo, escuela, barrios– que intermedian entre la sociedad y la acción de los gobernantes sueldan los fundamentos de la cotidianidad compartida de abajo arriba. Precisamente porque estas organizaciones están comprometidas con el presente desde su ámbito, el acto del miércoles fue una invitación a reflexionar sobre cómo salir del laberinto. Hace un año habría sido imposible. Tema: “Soberanía e interdependencia”. Me cuela Rosa Sans, integrante del Seminari Salvador Seguí que establece el marco de reflexión. El seminario se constituyó hace unos meses y su propósito, con aportaciones diversas, sería elaborar un documento de ayuda a deshacer el nudo.
Mi hipótesis es que los intentos de recuperación de la soberanía por parte de los estados –de Grecia al Brexit–, más que preservar poder, están poniendo en crisis la relación entre política y ciudadanía y, por lo tanto, la mecánica democrática. En el acto interviene Marta Vilalta –directora general de Juventud y portavoz de ERC–. Diría que fue ella quien lanzó un concepto potente: habló de soberanía compartida, pero también de gobernanza compartida. Constatado que la soberanía plena es una telaraña densa porque la interdependencia hoy es más sólida que nunca, habría que pensar cómo los gobiernos comparten responsabilidades para una gobernanza más eficiente. Quizás así reconduciríamos el problema donde empezó y se perdió: en la acción política.