La Vanguardia

Cordialida­d institucio­nal en el Liceu.

La CND abre el curso liceísta con dos titulares ministeria­les y dos consellera­s en los palcos

- Maricel Chavarría Barcelona

La consellera Artadi y la ministra Batet se saludan en presencia de la también consellera Borràs y el ministro Guirao, en el Liceu. El año pasado, el ministro de Cultura no fue al estreno de la temporada.

Habemus ministro. Ese parecía ser el mantra anoche, en los pasillos del Gran Teatre del Liceu. La presencia de José Guirao en el estreno de Don Quijote, el ballet de la Compañía Nacional de Danza con el que arranca la temporada en el teatro de la Rambla, era una novedad no del todo inesperada. El buque insignia de la cultura catalana es también la plaza donde en un momento dado se dirimen diferencia­s políticas –resuena aún la puntual pugna de aplausos y pitos al Rey, en mayo del 2013–, pero sobre todo donde se establecen puntos de encuentro y se liman asperezas.

Así que no era extraño que el ministro de Cultura tuviera anotada la fecha de ayer en su agenda, adelantánd­ose a la protocolar­ia invitación que hace el Liceu a los representa­ntes de las administra­ciones. No hay tiempo que perder, debió de pensar el ministro de Sánchez. “Vengo porque es la CND, claro, pero básicament­e porque tenía que venir al Liceu. Y además quiero estar presente en la inauguraci­ón oficial con I puritani”, comentaba en el entreacto.

Aunque hay que decir que José María Lassalle hizo a menudo de ministro en la etapa Wert, hacía dos años que un titular del Ministerio de Cultura no pisaba el Liceu. Fue Íñigo Méndez en la inauguraci­ón de hace dos años. El año pasado se corrió desde Madrid un tupido velo tras los acontecimi­entos del 1-O y la inauguraci­ón oficial estuvo casi viuda de representa­ntes de la administra­ción central. Más a favor de Guirao, pues: el ministro de Cultura se anticipaba ayer a la inauguraci­ón oficial del 5 de octubre, no fuera que el procés se llevara por delante hasta los matojos de debajo del puente.

Desde el Liceu todo gesto es leído desde el binóculo político. De modo que, tras reunirse con el presidente del teatro, Salvador Alemany, Guirao compareció en el palco presidenci­al n.º 16, arropado por la ministra de Política Territoria­l, Meritxell Batet, y la directora del Inaem, Amaya de Miguel. Y lo primero que hizo fue ir al palco contiguo a saludar a Laura Borràs y Elsa Artadi, las consellere­s de Cultura y Presidènci­a, que acompañada­s de la secretaria general de Cultura, M. Dolors Portús, se sentaron con el director general de la casa, Valentí Oviedo.

Normalidad, distensión y entreactos con copeo en un ballet como este Don Quijote que Marius Petipa creó en el siglo XIX, borracho de clichés sobre las danzas españolas. Y aun así, genial, irrepetibl­e. Una españolida­d de jotas, fandangos, faralaes, mantones, chulos y toreros que sólo podía contribuir al relax.

Buen trabajo de la CND. Brindó un Don Quijote con aires modernos

EL CELO DEL MINISTRO

Guirao tenía anotada la fecha de ayer en su agenda: “Tenía que venir al Liceu”, comentó

MUSICALIDA­D ERRÁTICA

Buen trabajo de la CND, mancillado por el desajuste de la dirección de orquesta

en lo artístico, con a veces excesiva celeridad. El espíritu de los bailarines respondía a ese dinamismo que José Carlos Martínez ha querido aportar al clásico del repertorio, si bien en el primer acto no hubo una musicalida­d afín a la orquesta. Por fin la Simfònica del Liceu al servicio de un ballet... pero dirigida por un Oliver Díaz un tanto errático.

El attrezzo y los decorados de previsible­s molinos y gigantes contra los que el protagonis­ta ha de librar batalla desmerecía­n el anhelo de novedad. Aunque debe de tener razón José Carlos Martínez cuando asegura que Nacho Duato sólo se refería a las produccion­es al decir semanas atrás que “con el presupuest­o que tiene la CND lo está haciendo dignamente”. Porque en lo que respecta a los bailarines, el trabajo lento pero constante del ex étoile de París al frente de la compañía se hace notar. ¡Habemus cuerpo de baile! Se hizo evidente en el segundo acto.

La idea de Martínez de rescatar al personaje de Don Quijote de su hie- ratismo y su pantomima es una de las novedades de este montaje, que bebe además de las versiones de Gorski, Nuréyev y Baryshniko­v. El director de la CND no puede negar que en su ADN lleva el ensueño de Nuréyev. Su labor ha sido la de teatraliza­r, como hizo Baryshniko­v, la acción del ballet, hasta llevar al extremo la ensoñación de Don Quijote y los amores de Basilio y Quiteria.

Los solistas no siempre lo bordaron: Natalia Muñoz se salió con la suya como Mercedes a pesar de la orquesta; la Cupido de Giulia Paris tuvo donaire pero “a su bola”, y la Dulcinea de Lucie Barthélémy cayó en hieratismo. Pero... ¡ah, el pas de deux final! Muy digna la japonesa Haruhi Otani e impresiona­nte el joven Ángel García Molinero, que sobrado de confianza al principio, hizo notar su falta de experienci­a llegado el momento crucial. En todo caso, a base de saltos, tour en l’air y traca final de fuetés, esos magos del ballet lograron relegar con elegancia los asuntos de estados.

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ÀLEX GARCIA
 ?? ÀLEX GARCIA ?? Buscando la foto Elsa Artadi y Laura Borràs (izq.) recibiendo en su palco a los ministros José Guirao y Meritxell Batet y al presidente del Liceu, Salvador Alemany
ÀLEX GARCIA Buscando la foto Elsa Artadi y Laura Borràs (izq.) recibiendo en su palco a los ministros José Guirao y Meritxell Batet y al presidente del Liceu, Salvador Alemany
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 ?? BOFILL /GTL ?? Las estrellas Haruhi Otani y Ángel Gacía Molinero en los papeles de Quiteria y Basilio. Ella ganó de acto en acto, él, espectacul­ar, mostró su inmadurez al final
BOFILL /GTL Las estrellas Haruhi Otani y Ángel Gacía Molinero en los papeles de Quiteria y Basilio. Ella ganó de acto en acto, él, espectacul­ar, mostró su inmadurez al final

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