Rajendra Pachauri
NOBEL DE LA PAZ
El investigador, premio Nobel de la Paz 2007, será juzgado el 20 de octubre por un supuesto caso de acoso sexual en el 2015 a una empleada del Instituto de Energía de Nueva Delhi, del que Rajendra Pachauri era director.
Ha sido este un verano inaudito y a punto estamos de entrar en un otoño caliente. Mejor sería, qué quieren que les diga, tener un verano caliente (por las temperaturas) y un otoño inaudito (por aquello de que hay que entenderse, y negociar, y todo eso, ya saben). Pero como de un tiempo a esta parte, aquí en Catalunya, todo se expresa por la vía de los símbolos, son estos los que acaban decidiendo las oscilaciones térmicas... y poniendo a pelear al personal. Mientras unos se dedican a colgar lazos amarillos en los espacios públicos, otros tratan de quitarlos. A ver quién caldea más el ambiente con la excusa de los símbolos: si los abanderados por la libertad de los presos y la república o los abanderados por el orden constitucional. Como en un patio de colegio, si me permiten.
Este pon y quita, quita y pon tiene un primer damnificado: el espacio público, que no es de nadie y es de todos –de ahí el lío– aunque por el bien del prójimo y del negocio turístico deberíamos preservar limpio. Seguro que hay otras formas de protesta. Hasta aquí, nihil novum sub sole.
El segundo damnificado es el planeta, y eso a nadie parece importarle lo más mínimo. Suena melodramático pero no es una anécdota. Si en vez de plástico fuera cartón o papel, la cosa cambiaría. Se pregunta servidora si cuantos colocan los lazos –y los que los cortan, si es que luego no los recogen del suelo– son gente con conciencia
En este pon y quita, y quita y pon, de lazos de plástico en Catalunya, ¿alguien ha pensado en el planeta?
ecológica además de conciencia política. Los lazos son de plástico. ¡Plás-ti-co! Ahora que por fin gente de derechas, de izquierdas, independentistas, unionistas, jóvenes, viejos, oceanógrafos, biólogos o mediopensionistas han tomado conciencia de la nocividad del plástico en la Tierra y actúan en su día a día en consecuencia, la reivindicación más popular de este verano inaudito y de este otoño caliente tiene como protagonista un material que es el mismo demonio para el Mediterráneo y su biodiversidad.
Sólo un dato: al menos 30 toneladas de estos residuos alcanzan cada hora las orillas del Mediterráneo por una deficiente gestión y esto tiene efectos nocivos cada vez más evidentes. La imagen, por ejemplo, de un cachalote con un trozo de plástico bloqueando su aparato digestivo constituyen un símbolo, otro muy distinto al del lazo: el de la destrucción de especies.
La mayoría de lazos amarillos de plástico que nacen, crecen y se reproducen en Catalunya son, técnicamente, “residuos que se escapan a la gestión”. Es decir, que no tendrán la fortuna de ser objeto de una eficaz recogida de basura –como la de la noche del 11-S en la Diagonal– ni lograrán pasar por un contenedor para propiciar su reciclaje. Así, los odiosos plásticos ampliarán su reinado allá en el fondo de los mares y aquí en tierra firme, donde alimentarán a un poderoso imperio industrial.
No sabemos si los lazos resultarán inocuos para la convivencia. Pero no lo serán para el medio natural. Acabarán en el mar, arrastrados por las grandes avenidas de las lluvias, por el viento, por las rieras o por cauces de los ríos. Y andarán jodiendo, con perdón, al planeta entre 10 y 20 años más.