La Vanguardia

A la caza del tramposo

Los sistemas antiplagio, implantado­s en las universida­des hacia el 2016, no son infalibles

- CELESTE LÓPEZ

La Moncloa avisaba a primera hora de la mañana de ayer que dos sistemas informátic­os habían descartado que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hubiera plagiado su tesis doctoral. Y, de pronto, el Turnitin y el PlagScan entraron en nuestro vocabulari­o como si los controles antiplagio hubieran formado parte de nuestra vida. Pero la realidad es que poco, o muy poco, sabemos de estos sistemas, implantado­s en las universida­des como quien dice hace dos días (los primeros en los albores del 2013 y, la mayoría entre el 2016 y el 2017).

“Casi todas las universida­des catalanas implantaro­n estos sistemas después del 2016. Y se hizo a través del Consorci de Serveis Universita­ris de Catalunya (CSUC), con el objetivo de que saliera más económico”, señala Xavier Ribes, profesor del departamen­to de Comunicaci­ón Audiovisua­l de la Universita­t Autònoma de Barcelona y excomision­ado del rector para la sociedad de la informació­n. Las universida­des madrileñas, por su parte, no actuaron de manera mancomunad­a, sino que cada una accedió a los sistemas antiplagio individual­mente, a medida que se comprobó la necesidad de poner coto al corta y pega de los estudiante­s desde internet.

“Eramos consciente­s del problema que teníamos y las dificultad­es de los profesores para poder saber quién copiaba y quién no. Así que la Conferenci­a de Rectores (CRUE) dedicó un grupo de trabajo para analizar los distintos controles de similitud”, señala Santiago Portela, miembro de la CRUE-TiIC.

En el mercado hay muchos sistemas antiplagio y el CSUC escogió Urkund, de una empresa sueca, por casi 160.000 euros. Todas las públicas se sumaron, excepto la

Los controles analizan en cinco minutos el texto del estudiante con miles de millones de documentos en la web

Pompeu Fabra, que ya estaba en contacto con Turnitin, antes propiedad de una compañía europea y, después, adquirida por los norteameri­canos. ¿Cuál es mejor? No hay respuesta clara, según Portela. En general, todas funcionan más o menos de la misma manera y la elección depende a veces criterios como la facilidad de uso para los profesores. La clave está en el nivel de comparació­n, es decir, si el sistema se limita a comparar el texto del alumno con los miles de millones de documentos que hay en internet, incluidos trabajos de otros estudiante­s, por ejemplo, o va más allá y lo compara con revistas académicas o estudios especializ­ados, apunta Ribes. A más comparació­n, más dinero.

¿Son infalibles? Tanto Ribes como Portela coinciden en la respuesta: no, pero son un instrument­o valiosísim­o para el profesor. Porque el sistema (que realiza el informe en apenas cinco minutos) detecta similitude­s, sí, y con el informe alerta al docente, pero aún no es completo. Porque estos controles pueden indicar un 25% de similitude­s (que hace saltar las alarmas del plagio) y el profesor comprobar después que el alumno ha citado mal la fuente. “Insisto son un filtro muy bueno, pero un filtro. Se precisa de la comprobaci­ón del profesor”, indica Portela. También tienen aún un handicap importante que solventar, las traduccion­es en otros idiomas que no sean el inglés.

Lo que sí está claro, señalan ambos expertos, es que estos sistemas sirven claramente para conciencia­r al alumno de que el plagio está perseguido y tiene consecuenc­ias (supenso o expulsión). “Algo fundamenta­l para la universida­d”, aclaran. Lástima que hayan llegado tan tarde.

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BORJA MÉNDEZ / EFE Ejemplar de la tesis de Pedro Sánchez guardado en la biblioteca de la Universida­d Camilo José Cela

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