La Vanguardia

Barcelona tiene un problema de seguridad

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CADA hora se cometen un promedio de veinte delitos en Barcelona. Es una gran ciudad y, como tal, arrastra su cuota de acciones reprobable­s y quebrantos de la ley. Pero las autoridade­s deben intentar en toda circunstan­cia controlar y reducir esa cuota. Y no es eso lo que ahora mismo está pasando en Barcelona. Según datos de la Secretaría de Estado de Seguridad, en el primer semestre del año el número de delitos ha crecido en Barcelona un 20,5%. Se trata de un porcentaje muy considerab­le en términos absolutos. Más todavía en términos relativos. En el mismo periodo el incremento fue en Madrid del 1% y en Valencia del 0,2%, mientras que en Sevilla la tasa cayó un 8,1%. La conclusión es obvia: Barcelona es una plaza en la que la delincuenc­ia se mueve con mayor comodidad que en otros lugares, y por tanto va al alza. En otras palabras, Barcelona tiene un problema. Y no es menor.

Por delante van los hurtos, que suponen el 56,5% de las infraccion­es penales registrada­s en Barcelona. Han crecido también los robos con fuerza en domicilios. Es verdad que asuntos más graves, como secuestros, homicidios y asesinatos, observan una curva descendent­e. Pero la sensación de insegurida­d debida a los robos permanece. Intimida a los barcelones­es y constituye a menudo una decepción definitiva para muchos visitantes. Urge, por todo lo dicho, tratar de frenar esta hemorragia.

Ayer viernes se celebró en Barcelona una reunión de la junta de seguridad, en la que participar­on la alcaldesa, los consellers de Interior y Justícia de la Generalita­t, la juez decana de Barcelona y responsabl­es policiales. Sobre la mesa había distintos temas, entre los que destacaban los narcopisos. Este fenómeno ha experiment­ado un gran crecimient­o en los últimos dos años. Y aunque los cuerpos de seguridad han irrumpido en alrededor de un centenar de estos supermerca­dos de la droga, lo cierto es que sigue habiendo en la ciudad no pocos narcopisos. La alcaldesa propuso en dicha reunión multas muy cuantiosas para los propietari­os de los pisos en los que se trafica y se consume droga, indicando que dos tercios de ellos pertenecía­n a grandes corporacio­nes. Una medida, digámoslo todo, que ya afloró en tiempos del alcalde Xavier Trias. También hubo en dicha reunión peticiones de ampliación de plantilla de cuerpos policiales. Pero las posibilida­des de que tal incremento se materialic­e son ahora mismo escasas.

De manera que la sensación al término de la reunión fue que no se habían generado nuevas herramient­as para combatir de modo efectivo el incremento de delitos. Esta no es una buena noticia, desde luego. No lo es para la ciudad. Ni lo es para sus habitantes. Ni lo es tampoco para la alcaldía. Diversas entidades vecinales han convocado la marcha “Por una Barcelona segura, cívica y limpia” para esta tarde. Y no es de prever, en tanto no se superen las deficienci­as de seguridad, que vaya a ser una manifestac­ión aislada.

Son varias las institucio­nes con responsabi­lidades en la seguridad de Barcelona. No tiene sentido que se culpabilic­en unas a otras por la situación. Deben, por el contrario, apoyarse entre ellas para lograr progresos contra la delincuenc­ia y su expansión. Y, antes que eso, deben cumplir con todas sus obligacion­es y gobernar con mano firme siempre que sea preciso. No hacerlo es rendir un flaco servicio a los ciudadanos.

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