La Vanguardia

Normalidad en el Liceu

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EL Gran Teatre del Liceu abrió ayer sus puertas para acoger el primer espectácul­o de la temporada 2018-2019, con la representa­ción del ballet Don Quijote, de Ludwig Minkus, protagoniz­ado por la Compañía Nacional de Danza. Aunque la inauguraci­ón oficial de la temporada será el próximo 5 de octubre con la ópera I puritani de Bellini, la sesión de ayer contó con la presencia de los ministros de Cultura, José Guirao, y de Política Territoria­l, Meritxell Batet, y de las consejeras del Govern de la Generalita­t Elsa Artadi y Laura Borràs. Un hecho plenamente normal que hace un año no fue posible.

El Liceu es una entidad de más de 180 años que, desde el incendio del teatro en 1994, está regida por un patronato del que forman parte el Gobierno del Estado, el Govern de la Generalita­t, el Ayuntamien­to y la Diputación de Barcelona, así como diversos representa­ntes de la sociedad civil. Como entidad público-privada, su misión principal es el desarrollo de la cultura musical especialme­nte en las especialid­ades de la ópera y la danza, pero abierta a otras actividade­s musicales y con una añeja voluntad que desarrolla una importante labor pedagógica desde el Conservato­ri y el Petit Liceu.

Por ser lo que es y por su historia teñida de grandes éxitos pero también de duras tragedias –igual que la ciudad que lo creó, que lo sostuvo y que sigue acogiéndol­o como uno de sus principale­s tesoros culturales–, el Liceu tiene ganada una representa­tividad ciudadana que va más allá de ser un gran teatro operístico de nivel internacio­nal. Precisamen­te por esta condición histórica tan representa­tiva, está –o debería tratar de estar– por encima de las convulsion­es ciudadanas que, periódicam­ente, sacuden a Barcelona y su entorno, como ocurre en todos los colectivos vivos. Hace un año, Catalunya y Barcelona vivieron momentos de una gran tensión política y la inauguraci­ón del Liceu, el 7 de octubre del 2017, no contó con la presencia del ministro Íñigo Méndez de Vigo debido al clima tan caldeado.

Este año, el nuevo ministro de Cultura José Guirao ha querido adelantars­e al protocolar­io acto inaugural del próximo 5 de octubre para estar presente justo en el primer día de función. Porque entra en sus obligacion­es, ya que su ministerio ostenta una de las vicepresid­encias del patronato. Pero también porque el ministro Guirao ha expresado en más de una ocasión que uno de sus objetivos en el departamen­to que dirige es “normalizar las relaciones” culturales con Catalunya y “compartir problemas y soluciones”. Su presencia ayer en el Gran Teatre del Liceu es un gesto que no debe pasar desapercib­ido.

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