La Vanguardia

Suecia, el síntoma (y 3)

- Pilar Rahola

En el análisis sobre los resultados de Suecia apunté a una causa que parece insólita en el paraíso de la convivenci­a: el islamismo radical. Suecia hace tiempo que envía alarmas sobre la creciente radicaliza­ción de los ciudadanos musulmanes llegados al país en los últimos tiempos. Pero las alarmas no se han escuchado, la tensión social ha aumentado, los judíos han empezado a huir –como siempre, cuando crece el islamismo– y una parte de los suecos han abrazado el populismo de extrema derecha.

Como es evidente, no es un fenómeno exclusivo del país nórdico, dado que está en la base de todos los cambios de mapa político y electoral que estamos viviendo. Pero a diferencia de otras causas, esta hemos decidido silenciarl­a, menospreci­arla o ignorarla. Es decir, en la mayoría de los análisis de los resultados suecos, u otros recientes en Europa que apuntan en la misma dirección, el único fenómeno que parece que no tenga ninguna “responsabi­lidad” en el cambio de paradigma electoral, es lo que afecta a la radicaliza­ción ideológica de amplias capas de población musulmana

La radicaliza­ción islámica entre musulmanes europeos supera todas las previsione­s y se acerca al 30%

afincadas en Europa. Y justamente es el fenómeno más virulento y difícil de combatir, el que acelera los miedos y el que está cambiando con más celeridad el mapa social del continente.

La radiografí­a no puede ser más alarmante, según el informe que ha hecho el Instituto Montaigne, a petición del presidente Macron, y que ha dirigido el eminente estudioso Hakim el Karoui. A grandes rasgos, el informe asegura que la ola de radicaliza­ción islámica entre los musulmanes europeos supera todas las previsione­s, y se acerca al 30%. Lo cual, en cifras absolutas, representa muchos millares de personas. En comparativ­a, si un partido de extrema derecha o de extrema izquierda llegara a una militancia tan grande, estaríamos muy asustados... Al mismo tiempo, concluye lo que algunos denunciamo­s desde hace mucho: las institucio­nes musulmanas están superadas por el fenómeno, y un tanto por ciento muy elevado de los musulmanes van a las mezquitas dirigidas por imanes salafistas provenient­es del petrodólar o de Egipto. Con una novedad peligrosa: la incorporac­ión de Turquía, como país de procedenci­a de la propaganda radical, en coherencia con la política islamizado­ra de Erdogan. Dado que más de 5 millones de turcos viven en Europa, este tampoco es un dato menor. Finalmente, el foco más peligroso: las redes copadas totalmente por el radicalism­o, con cinco predicador­es saudíes como estrellas absolutas y millones de seguidores. Según el informe, el monopolio radical en la red es absoluto.

Creer que todo eso no interviene y tensa nuestras sociedades es ser muy ingenuo e irresponsa­ble. Europa se está islamizand­o a alta velocidad, y esa radicaliza­ción radicaliza toda la sociedad. Es hora de empezar a preocupars­e seriamente porque lo afectará todo: los miedos, la seguridad, la convivenci­a, las elecciones, la democracia...

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