El motor toma las aceras
El peatón sufre una nueva reinvasión del espacio reservado para el transeúnte. Lo denuncia Ole Thorson, de Barcelona Camina. Las aceras y zonas pacificadas deberían servir para caminar, charlar en un cruce o pararse ante un escaparate.
Pero quien va al trabajo a pie, o le gusta caminar o contemplar la ciudad debe estar muy atento. Bicis que irrumpen de manera imprevista, motos aparcadas en la acera, terrazas expansivas, anuncios (restaurantes...) que salen al paso y otros obstáculos bloquean el paso y estrechan el cerco al peatón. Su antagonista ya no es solo el coche, sino una legión de nuevos y agresivos profanadores del espacio (sagrado) peatonal. Son los vehículos de movilidad personal (VMP), patinetes, segways y otros artilugios a motor que han convertido las aceras en velódromos. Hemos tardado años en crear zonas para ir a pie en los centros urbanos (rebañando terreno frente a los lobbies del coche) y, de golpe, han irrumpido nuevos invasores, la punta de lanza de máquinas cada vez más potentes que viven con euforia esta nueva reconquista. Siempre ha existido el riesgo de sufrir un tropezón con un niño en patinete, pero ahora el susto, la incomodidad o el accidente lo provocan personas-máquina que viajan a 50 km/h y pesan 80 kilos.
El deterioro a la convivencia lo ocasiona la velocidad (circulan 10 veces más rápido que el peatón) y la constatación de que quien corre más nunca cede el paso. Pero el peatón ha vuelto a ser un perdedor porque se consiente que el motor se haya hecho dueño y señor de las aceras. Al transeúnte se le ha exigido solidaridad al tener que compartir su espacio con los VMP porque no había suficientes carriles bici. Pero eso ya no es verdad en Barcelona. Los políticos hablan de dar prioridad al peatón, pero en la práctica, su actuación evidencia una debilidad hacia la inercia y el vértigo de la velocidad . Quien va a pie puede ir más lento; pero no por eso debe ser la última prioridad del espacio público.