Con carriles bici no basta
La construcción de nuevas infraestructuras es imprescindible para que haya cada vez más usuarios de bicicletas en las ciudades. Servicios de flotas compartidas, como el Bicing, carriles reservados e interconectados que permitan moverse con facilidad y seguridad o anclajes para aparcar son tres ejemplos bien visibles. Pero no son suficientes. Además de otras medidas incentivadoras (de tipo fiscal, laboral...), la inserción de las dos ruedas, inicialmente no motorizadas y ahora cada vez más eléctricas, requiere de algo más complejo: el aprendizaje por parte de todos los actores de la movilidad de que hay nuevos sistemas para moverse que deben crecer y convivir. Se trata de asumir una nueva cultura urbana en la que el coche pierde peso y el transporte público y los medios alternativos, entre ellos las bicicletas, lo ganan. Y todo ello sin olvidar que los peatones son el colectivo más numeroso y, por tanto, el que tiene más derechos. Aunque ello no le exime de cumplir las normas.
Hace ya muchos años que Barcelona, ciudad pionera en la discusión y el pacto sobre la movilidad, tiene el encaje de las bicicletas como asignatura pendiente. Al principio era un vehículo invasor que los demás no comprendían. Con el paso del tiempo ha ido integrándose, pero para muchos sigue siendo un elemento molesto. Aunque para los ciclistas, los vehículos motorizados –los coches, las motos, las furgonetas y ahora también los patinetes eléctricos y otros artilugios similares– también lo son. Como algunos peatones despistados... Quizás todavía falte algo de tiempo para que todo acabe de encajar.
En cualquier caso, lo que está claro es que las ciudades deben ser cada vez más amables. Es imperativo para la salud, física y mental, de quienes vivimos y trabajamos en ellas. Y esto pasa por reducir las emisiones de gases y ruido y también la velocidad. La de todos los que nos movemos por la superficie, ciclistas incluidos. Así que calma, por favor. No corramos.