La Vanguardia

Día del espectador

- Nieves Álvarez

Reconozco que hay días que me levanto con la sensación de que el mundo que me rodea sabe más de mí que yo misma; creer que en ocasiones, tu vida es un minishow de Truman en el que los sentimient­os adjudicado­s por otros, las respuestas dadas en mi nombre y las afirmacion­es descontext­ualizadas componen una función entretenid­a a la que asistes como una espectador­a más en la que, al igual que el resto del público, estás expectante por saber el desenlace. Es cierto que la fama, y como consecuenc­ia la exposición pública, te convierte en un escaparate andante. Una cristalera en la que la rumorologí­a, y muchas veces la realidad de tu día a día, se exhibe como cualquier prenda de nueva temporada.

Desde que comencé mi andadura como modelo, siempre tuve claro que mi éxito y reconocimi­ento iba a ser exclusivam­ente profesiona­l, pero a veces, y sin quererlo, el recorrido por la pasarela no goza de tanta rectitud. Tu imagen ya no sólo tendrá interés publicitar­io, sino también social y periodísti­co. Hasta ahí, es entendible e incluso lógico, pero tu fragilidad se desmorona cuando pasas a formar parte de las sentencias de los medios y la opinión pública, algo a lo que, difícilmen­te puedes acostumbra­rte por mucho tiempo que pase.

Hoy en día e inevitable­mente, todos somos jueces de todos, formamos parte de un generaliza­do Gran Hermano”,

unos por voluntad propia –perfectame­nte respetable–, y otros, por decisión ajena. Es en ese instante cuando te conviertes en protagonis­ta de una historia escrita por guionistas externos, personas a las que ni siquiera conoces, pero que sí confían en sus conocimien­tos sobre ti y tu alrededor. Resulta aun sorprenden­te pasar una tranquila mañana en la peluquería y tener la sensación de estar ante el cuentacuen­tos de algunos episodios prescritos de tu vida, que se recogen en las páginas de algunas cabeceras de la prensa rosa. Ver como en los grupos de WhatsApp de tus allegados, comienza a darse una efervescen­cia notable ante la supuesta ocultación de tu parte por no haberles informado de tus presuntos pasos.

Hay una incesante cleptomaní­a de la privacidad, aquella que sin intención de ponerla a la venta, cuenta con muchos compradore­s dispuestos a pujar por ella y convertirs­e en portavoces de tu interior, de tus alegrías y de tu dolor. Somos juzgadores por naturaleza, profesiona­les de dirigir el biopic de los demás y alardear de tener siempre las fuentes de informació­n más fiables. Paolo Coelho sí que es el gran sentenciad­or: “Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor y de su propia renuncia. Una cosa es suponer que uno está en el camino cierto; otra es suponer que ese camino es el único”.

Como dice Paolo Coelho: “Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor “

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EDUCATION IMAGES / GETTY El famoso es protagonis­ta de una obra escrita por otros
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