La Vanguardia

Salvar el McDonald’s

- Ramon Aymerich

El propietari­o de una franquicia de McDonald’s en el norte de la ciudad de Marsella, Saint-Barthélémy, un distrito castigado por el paro y la droga, decide cerrar el restaurant­e por estar en pérdidas y transferir sus 77 empleados a Hali Food, una desconocid­a cadena de comida halal. La plantilla responde con paros y concentrac­iones. No están solos. Muchos vecinos les apoyan porque aseguran que ese McDonald’s es el auténtico centro social del barrio.

Después de cuatro meses de protestas, y del intento de un empleado de quemarse a lo bonzo, la pasada semana un tribunal local daba la razón a los huelguista­s. El juez no ve clara la operación. Pero, sobre todo, compra el argumento de los huelguista­s y le atribuye al McDonald’s un papel vertebrado­r en Saint Barthélemy, un barrio en el que la cadena de comida rápida es el segundo empleador después de Carrefour. En el barrio, las tiendas han cerrado. El centro comercial más próximo está a diez kilómetros. El McDonald’s es el lugar en el que se reúnen los jóvenes y en el que se prohíbe traficar. Allí donde buscan su primer empleo (y a menudo lo encuentran) los chicos del barrio que han pasado por la cárcel.

Los propietari­os de la franquicia recurrirán la sentencia. McDonald’s insiste en que el negocio es deficitari­o.

Un barrio de Marsella, contra el cierre de un McDonald’s convertido en el único espacio de socializac­ión

Pero los trabajador­es dicen que han ganado una batalla importante. Reciben apoyos mediáticos. Entre ellos, el de Jean-Luc Mélenchon, el dirigente de la izquierda radical francesa y representa­nte de Marsella en el Parlamento.

Hace veinte años, Mélenchon habría condenado a McDonald’s. El 12 de agosto de 1999, José Bové, sindicalis­ta agrario y elaborador de queso roquefort, se convirtió en uno de los héroes del naciente movimiento antiglobal­ización al ponerse al frente de un grupo de ganaderos que desmanteló un edificio en obras de una franquicia de McDonald’s en Millau. La multinacio­nal de la hamburgues­a era para Bové, y para media Francia, el enemigo de su soberanía alimentari­a. El asalto le costó una condena de cárcel de tres meses, pero catapultó a Bové al estrellato internacio­nal.

La prensa anglosajon­a se sorprende gratamente por lo ocurrido en Marsella. McDonald’s, antes símbolo de la malbouffe, de la comida basura, es vindicado por los habitantes de una periferia olvidada de Francia. Aunque lo que de verdad sorprenda de toda esta historia es que el McDonald’s de Saint-Barthélémy sea el último espacio de vínculo social en ese barrio abandonado.

McDonald’s llegó a Marsella en 1992. En aquellos años, las cadenas de fastfood proliferab­an en las periferias de las ciudades. Ahora esas periferias se están vaciando por los efectos de internet y del reparto de comida a domicilio. Cuando cierre el McDonald’s, las calles de Saint-Barthélémy quedarán vacías.

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