PATRULLA NOCTURNA EN BARCELONA
‘LA VANGUARDIA’ CONSTATA CON LOS MOSSOS LA INTENSIDAD DELICTIVA EN CIUTAT VELLA
Nadie recuerda la última vez que los
fura de Ciutat Vella regresaron a la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Nou de la Rambla sin detenidos.
Fura es el indicativo del grupo de policías de paisano que recorre a pie, patinete, patines o bicicleta las calles y rincones del distrito más caliente y convulso de Barcelona. Se camuflan entre turistas, vecinos y paseantes, buscando entre las potenciales víctimas a los delincuentes reincidentes. Tienen memorizadas sus caras y hasta son capaces de deletrear la mayoría de sus nombres. Les descubren, les siguen y en cuanto les ven actuar, les detienen. Y así, un día tras otro, los fura de Ciutat Vella ,24 agentes, cuatro cabos y un sargento, con las mismas habilidades para la cacería que los hurones a los que deben su nombre, presionan a la cada vez más violenta delincuencia cuyos actos se han disparado en el último año en el centro de la capital. El viernes, La Vanguardia acompañó al sargento, un cabo y cuatro agentes en el turno de ocho de la tarde a seis de la madrugada. Diez horas a pie, 15 kilómetros.
El robo con violencia de relojes protagonizado por los denominados
relojeros está entre las prioridades de la patrulla de esta noche. Estos delincuentes, en su mayoría jóvenes magrebíes, irrumpieron con fuerza el verano pasado, pero este agosto han trabajado a destajo aprovechando la escasa presencia de policía uniformada en los barrios. El jueves robaron dos. En el parking Saba de Joan de Borbó una pareja de rusos fue asaltada por dos delincuentes que se llevaron una pieza valorada en 50.000 euros. Las otras víctimas eran clientes del hotel Melià de la avenida Sarrià, y casi a sus puertas al hombre le dieron un puñetazo en la cara y le arrancaron un Cartier de oro.
“Es probable que nos crucemos con algún relojero”, advierte el sargento, dos años liderando el fura de Ciutat Vella tras otros tantos trabajando de jefe de turno del distrito al que más se fiscaliza y que sirve para medir la presión delincuencial que sufre la ciudad. Sus barrios concentran el mayor número de víctimas potenciales, por eso también es el preferido de los delincuentes.
Los fura escuchan por radio la emisora con las incidencias del distrito. La noche arranca tranquila y así espera que lo sea el jefe de turno, porque ya tiene dos de las pocas patrullas disponibles hipotecadas: una en el Liceu por la presencia de ministros y consellers y otra en el dispositivo de prevención antiterrorista de la Rambla. Sabe que en cuanto los fura empiecen a traerle detenidos necesitará liberar a los dos mossos que recogen denuncias en la Barceloneta, y que incluso tendrá que salir él mismo a patrullar. Como casi siempre en los últimos tiempos, es un turno de noche con pocas patrullas. Resopla en su despacho y transmite control.
En la Rambla, a la altura del número 54, mientras la trabajadora del Tourist Information baja la persiana, un pakistaní y un indio esperan espo-