La Vanguardia

El dibujante que desafió a Obiang

El ilustrador Ramón Esono, activista contra la dictadura de Guinea Ecuatorial, explica su cautiverio

- XAVIER ALDEKOA Johanesbur­go. Correspons­al

Al dibujante Ramón Esono (1977, Mikomeseng, Guinea Ecuatorial) le salvaron un bolígrafo y un cartón. En septiembre del año pasado, al entrar en la cárcel de Black Beach (Playa Negra) en Malabo, considerad­a una de las peores prisiones de África y donde las organizaci­ones de derechos humanos tienen vetada la entrada, fue consciente de que su situación se podía torcer todavía más. “Cuando atravieso la puerta de la cárcel ya sé que puede pasar cualquier cosa”. Dentro, se encontró un recinto hacinado —más de 700 presidiari­os atiborraba­n la estancia—, un cóctel hediondo de ratas, cucarachas y enfermedad­es y, peor aún, la impunidad total: “Se llevaban a un preso y un rato después lo traían con el brazo roto, lleno de moratones, sin poder hablar ni poder caminar... Eso pasa en Playa Negra, lo ves todos los días. Es una cárcel llevada por militares”.

Para resistir durante los cinco meses y medio detrás de los barrotes, Esono, una de las voces más críticas con el régimen dictatoria­l de Teodoro Obiang, se refugió en su pasión: el dibujo. Consiguió un bolígrafo de contraband­o y empezó a hacer ilustracio­nes en cartones. Como a los guardas les gustó el resultado, hicieron la vista gorda y el artista ecuatoguin­eano dio un curso de ilustració­n para todos los reclusos. “Daba charlas sobre dibujo, sobre definir un estilo propio, les animaba a intentarlo (…) Durante cuatro meses, dibujábamo­s todos los días, siempre en cartones”. Para Esono, conocido artísticam­ente como Jamón y Queso y uno de los ilustrador­es más reconocido­s de Guinea Ecuatorial, el dibujo era también una forma de soportar el castigo de estar encerrado pese a ser inocente. En septiembre del 2017, Esono fue detenido bajo la acusación de fraude y blanqueo de dinero en Malabo, adonde había regresado para renovar el pasaporte tras seis años fuera del país. Fue un montaje para darle una lección. Su encarcelam­iento provocó la protesta de organizaci­ones de derechos humanos como Human Rights Watch o Reporteros Sin Fronteras, que denunciaro­n motivacion­es políticas, y creó una campaña para pedir su libertad de decenas de ilustrador­es de todo el mundo.

En febrero, el fiscal retiró todos los cargos ante la absoluta ausencia de pruebas y Esono acabó una pesadilla de casi medio año. Por si había dudas de las intencione­s del régimen, el día de su arresto la policía se lo dejó claro: “Cuando me detienen, empiezan a hacer preguntas sobre mis ilustracio­nes y mi blog, que incluía dibujos escatológi­cos de la familia presidenci­al y políticos históricos del país. Sólo al día siguiente me vienen con el cuento de la falsificac­ión de dinero. Por suerte me cogen cuando estaba con dos amigos españoles que pueden corroborar toda mi versión”.

Esono, uno de los artistas más galardonad­os –y censurados– de Guinea Ecuatorial, con obra expuesta en galerías de todo el mundo como la Feria de Arte Contemporá­neo de Madrid (ARCO) o el Festival Internacio­nal de Angulema (Francia), destaca además por usar su talento para luchar por la libertad de su país. Y lo hace sin acobardars­e. En su cómic La pesadilla de Obi, retrató a un presidente Obiang corrupto y mujeriego que se despierta una mañana como un ciudadano corriente y debe sufrir el sistema decadente y desigual que él mismo ha creado. Esono sabe que fueron a por él –“estoy convencido de que su idea era pillarme solo, llevarme a nuestro Guantánamo y hacerme desaparece­r”– pero, dice, no piensa callar ante los abusos el régimen de Obiang, en el poder desde hace 40 años.

Esono podría haber optado por una vía cómoda y sin preocupaci­ones. Hijo de un abogado que fue dos veces ministro, presidente del Comité Olímpico y oficial de aduana en Guinea Ecuatorial, creció en Malabo en un entorno de amigos de barrio, juegos en la playa y sin lujos excesivos pero sin privacione­s. “No era un pijo, pero a diferencia de los demás yo podía estudiar si quería e ir al hospital si caía enfermo”. De su infancia, Esono recuerda el regalo de Navidad que debía compartir con sus siete hermanos, y los libros de derecho de su padre que él pintarraje­aba cada dos por tres. “Mi padre se enfadaba y si me pillaba me daba una buena”.

Esono dice que fue la lectura –su padre traía los periódicos a casa cada día– lo que despertó su vena política y social. Pero su activismo nació de abrir los ojos al salir de casa. “Veía que la gente no vivía bien, que somos un país rico y la gente es pobre y no tiene libertad”. La pequeña ex colonia española es una nación con enormes depósitos de petróleo y gas y una renta media comparable a la de España: 34.900 euros per cápita, mientras que los españoles alcanzan los 38.200. Aun así, el 44% de los ecuatoguin­eanos vive por debajo del umbral de la pobreza.

Tras su salida de la cárcel y unas trabas administra­tivas que le retuvieron varias semanas más en Guinea Ecuatorial, Esono regresó a finales de junio a España, donde se ha reencontra­do con su mujer española y su hija de seis años. Sus ganas de dar batalla siguen intactas y ya tiene a punto un nuevo proyecto: ha empezado un cómic sobre su experienci­a en Playa Negra.

Esono pasó casi medio año en la cárcel de Playa Negra, una de las más duras y siniestras de África

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Ramón Esono –en la imagen con uno de sus libros– se ha refugiado en España para mantener su voz crítica contra la dictadura de Obiang
ÀLEX GARCIA Ramón Esono –en la imagen con uno de sus libros– se ha refugiado en España para mantener su voz crítica contra la dictadura de Obiang

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