El candidato de Trump al TS, en apuros por presunta agresión sexual
La mujer que acusa a Kavanaugh está dispuesta a testificar en el Senado
Christine Blasey Ford, una reconocida profesora de la Universidad de Palo Alto, ha revelado que está dispuesta a testificar bajo juramento contra Brett Kavanaugh, el candidato de Trump a juez del Tribunal Supremo, al que ella acusa de un intento de violación ocurrido hace más de 30 años.
El fantasma de Anita Hill ha reaparecido en los pasillos del Senado de Estados Unidos. La confirmación de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo es de repente un poco más incierta después de que una profesora de California, Christine Blasey Ford, diera un paso al frente para identificarse como la mujer que secretamente le ha acusado de un intento de violación ocurrido hace más de 30 años, cuando ambos eran menores. La existencia de una denuncia secreta, fechada en julio, salió a la luz el viernes, después de semanas de rumores sobre el pasado de Kavanaugh, candidato a uno de los cargos públicos más influyentes del país. La mujer se había dirigido de forma confidencial a la senadora Diane Feinstein para narrarle el episodio y rogarle que lo comunicara al FBI para su chequeo personal, en teoría muy estricto dada la relevancia del puesto y su carácter vitalicio. Hasta entonces sólo se lo había contado a su psicoterapeuta y a su marido.
Ford, una reconocida profesora de la Universidad de Palo Alto, temía el desgaste personal y profesional que supondría que su nombre saliera a la luz pero finalmente dio el paso. Estaba a punto de conocerse de todos modos y sentía que era su “deber cívico”, ha dicho a través de su abogada. Tanto ella como Kavanaugh, que niega “inequívocamente” las acusaciones, testificarán el lunes bajo juramento en una sesión excepcional de la comisión judicial del Senado, anunció ayer su presidente, el republicano Charles Grassley. El presidente Donald Trump reafirmó ayer su confianza en el juez y acusó a los demócratas de sacar a última hora el tema por motivos políticos, pero aceptó que habrá que “escuchar a todos”. “Si el proceso lleva más tiempo, pues llevará más tiempo. Estoy seguro de que saldrá bien”, afirmó.
El caso recuerda poderosamente al ocurrido en 1991 cuando una joven afroamericana, Anita Hill, denunció, en un ambiente abiertamente hostil, el acoso sexual al que la había sometida en su trabajo otro candidato conservador al Supremo, Clarence Thomas. Investigaciones periodísticas posteriores concluyeron que las alegaciones eran ciertas, pero el Senado no las tomó en serio y no indagó más. Su testimonio no impidió la confirmación del juez, aún en el puesto. Está por ver si puede ocurrir lo mismo en la era del #MeToo, el movimiento que ha hecho salir a la luz numerosos casos de abusos sexuales cometidos por hombres en posiciones de poder.
A 50 días de las elecciones legislativas, las revelaciones de Ford han causado un terremoto político en Washington. A pesar de las ruidosas protestas por su perfil ultraconservador y las maniobras demócratas para frenar a Kavanaugh, su confirmación iba a ser un paseo militar. El voto estaba convocado para el jueves pero ha quedado de facto aplazado a la espera de la sesión del lunes, reclamada también por varios senadores republicanos. Kavanaugh es el segundo juez que Trump tiene oportunidad de colocar en el Supremo, los mismos que Barack Obama nombró en ocho años pero él en sólo 18 meses en el despacho oval. Su llegada alteraría por décadas hacia la derecha el equilibrio ideológico de este árbitro fundamental de la sociedad estadounidense.
Los hechos denunciados ocurrieron supuestamente en el verano de 1982, durante una fiesta con abundantes cantidades de alcohol a las afueras de Washington. Kavanaugh y un amigo, Mark Judge, seriamente ebrios, acorralaron a Ford en un dormitorio de la casa. Kavanaugh la lanzó sobre la cama y se tiró sobre ella. La inmovilizó y empezó a manosearla, frotarse contra ella
EL CASO
Una profesora de la Universidad de Palo Alto denuncia un ataque de hace más de 30 años
SESIÓN EXTRAORDINARIA
El Senado aplaza el voto sobre Kavanaugh para escuchar antes su versión y la de Ford
e intentar quitarle el bañador mientras el otro chico miraba la escena. Ford gritó, pero Kavanaugh le tapó la boca con la mano. “Pensé que iba a matarme sin darse cuenta”, ha contado. Judge, muy borracho, se abalanzó sobre ellos y, en la confusión, la joven logró salir de la habitación. Se encerró en el baño y después salió corriendo. Ford lo vivió como un intento de violación que la traumatizó durante años, pero nunca dijo nada a sus padres por miedo a su reacción, contó en exclusiva ayer en The Washington Post .La mujer ha presentado como pruebas adicionales de su testimonio las notas de su terapeuta del año 2012 y los resultados del polígrafo al que se ha sometido con su abogada.
“Niego categórica e inequívocamente esa acusación. No hice algo así durante los años del instituto ni en ningún otro momento”, dijo Kavanaugh cuando se supo de la denuncia secreta. Ayer negó a un senador republicano que asistiera a tal fiesta. El otro posible testigo de la escena, Judge, dijo primero que las acusaciones eran “una locura absoluta” y “nunca” vio a Kavanaugh hacer algo así, pero ahora ha suavizado su versión: “No tengo ningún recuerdo de eso”. No es la mejor defensa teniendo en cuenta que Judge escribió un libro autobiográfico sobre su alcoholismo adolescente en el que narra numerosos episodios de inconsciencia etílica con amigos del instituto.
La presión de varios senadores obligó a Grassley a invitar a testificar al juez y a la profesora (antes amagó con resolverlo mediante unas discretas llamadas telefónicas internas). Los republicanos no pueden perder más de un voto en el Senado si quieren sacar adelante el nombramiento. “Ya no me siento tan cómodo” votando a favor de Kavanaugh, había dicho Jeff Flake, un senador a menudo crítico con Trump, que en unos meses abandonará su escaño. Collins y Lisa Murkowski, dos senadoras de perfil progresista aún indecisas sobre el candidato, le secundaron. Las alegaciones podrían además decidir el voto de dos demócratas procedentes de estados conservadores que se presumía que podrían apoyar al candidato de Trump.
El senador demócrata Joe Biden pidió con insistencia que se les diera una oportunidad para escuchar a Ford y “llegar hasta la verdad, nos lleve hasta donde nos lleve”. Biden presidía el comité judicial, lleno de varones blancos de mediana edad, ante el que en 1991 testificó Anita Hill, y el episodio aún le persigue. “Ojalá hubiera hecho más” para protegerla de los ataques de los republicanos y lograr que testificaran otras mujeres, dijo en una entrevista el año pasado. “Le debo una disculpa”.