El riesgo del ‘passing shot’

EL passing shot es un golpe de contraataque en el tenis. Su ejecución depende, en parte, del rival. El golpe es la respuesta de la subida a la red del adversario, cuando este crece a los ojos del contrario y parece insuperable. Es un pase espectacular, arriesgado, difícil. Si es ganador, resulta de una belleza indescriptible. Pocos jugadores golpean tan bien a la bola para conseguirlo como Rafael Nadal, porque nadie como él se defiende tan acertadamente de su oponente desde el fondo de la pista. Su banana shot es un latigazo paralelo, liftado, que en escasas ocasiones admite una respuesta. Es un golpe conectado bajo presión –el rival intenta acabar el punto– y resulta imprescindible tener una gran confianza para darlo de forma adecuada.

En la semana en que inesperadamente fue atacado por su tesis, Pedro Sánchez se defendió como el tenista que devuelve bolas con la raqueta plana, sin acertar con un golpe ganador que le deje ganar un punto y serenar el juego. Pero ayer, el presidente del Gobierno, tras el entreno de anteanoche con los raquetazos de Ana Pastor –golpes contundentes a derecha e izquierda que no le permitían hacerse con el set– quiso jugar su partido en una pista a su medida y sus posibilidades (la Casa América), con una representación de la sociedad civil en la grada. Y ahí hizo balance del trabajo hecho, pero sobre todo se permitió un passing shot de difícil devolución para Cs, pero que, sobre todo, dejó paralizado al PP. Sánchez propuso suprimir los aforamientos en dos meses con una reforma constitucional. Es una medida de ejemplaridad para que los ciudadanos vuelvan a creer en la política. La formación de Albert Rivera difícilmente puede rechazar la medida, de acuerdo con sus políticas de regeneración, y Pablo Casado, (PP) pendiente del Tribunal Supremo por su condición de aforado a causa de su máster, no tiene fácil respuesta. El punto ayer cayó del lado de Sánchez, por más que el partido aún no haya concluido.