Las fresas del mal
Las fresas australianas ya no son seguras, o al menos así lo creen los supermercados del país. Estos han ordenado la retirada de la mayor parte de estas frutas después de que se encontraran agujas en el interior de fresas de al menos siete marcas distintas.
El sabotaje, como lo califican los medios australianos, empezó el 9 de septiembre como un hecho aislado al norte de Brisbane, en el noroeste de Australia. Ese día Joshua Gane, un joven electricista residente en el municipio, explicó en Facebook que su amigo se había visto obligado a ir al hospital tras comer una fresa que albergaba una aguja en su interior. “Publico esto como advertencia a cualquiera que haya comprado fresas de la marca Berry Obsessions en Woolworths recientemente. Cuando conducíamos hacia la costa, Hanoi Van Dorp mordió una fresa y acto seguido escupió media aguja. Luego miramos en otras y encontramos una segunda aguja metida en su interior. Estamos en urgencias porque ha empezado a sufrir un gran dolor abdominal”, dijo Gane en su publicación.
El caso de Van Dorp no es el único. Hoani Hearne, un joven de 21 años también residente en Queensland, acudió el domingo al hospital tras ingerir una fresa que contenía una aguja.
Ayer, ocho días después del mensaje de Joshua Gane, se había informado al menos de once casos y no sólo en Queensland, sino que ha habido incidentes en todos los estados del país. Esto ha obligado a retirar la mayoría de las fresas australianas de las estanterías de los supermercados. La misma medida ha sido también imitada por Foodstuffs y Countdown, los dos mayores distribuidores de fruta de Nueva Zelanda.
El ministro de Sanidad australiano, Greg Hunt, calificó los hechos de “crimen muy perverso” y anunció la apertura de una investigación de la comisión de seguridad alimentaria.
La policía está desconcertada, se desconoce por completo el número y la identidad de los atacantes y su posible motivación. El estado de Queensland, donde hay alrededor de 150 granjas freseras, ha ofrecido una recompensa de 70.000 dólares australianos (61.000 euros) a cualquiera que suministre información útil.
Ian Stewart, inspector jefe de la policía de Queensland, afirmó que el hecho de que haya “diferentes posibilidades y de gran complejidad” alargará irremediablemente el tiempo de la investigación.
Las autoridades temen que los primeros casos hayan provocado un efecto imitación, provocando así la aparición de nuevos saboteadores. Se cree que esto es lo que ocurrió ayer en Mackay, Queensland, donde una mujer de 62 años fue sorprendida mientras introducía una aguja dentro de un plátano.
Entre los agricultores la consternación es enorme. Los ataques no sólo ponen en peligro la salud de los consumidores sino que amenazan a una industria que mueve cada año más de 80 millones de euros.
En unas declaraciones a la radio ABC, Adrian Schultz, vicepresidente de la Asociación de Freseros de Queensland, habló de “terrorismo comercial”. “Estoy enfadado por todas las personas que dependen de la industria; son los agricultores, sus proveedores, la gente que empaqueta, los camioneros... Tienen familias que mantener y de repente se quedan sin trabajo”, subrayó.
Neil Handasyde, un agricultor del oeste australiano, explicó a la misma radio que se ha gastado 20.000 dólares en un detector de metales. Otros están estudiando vender sus productos en envases a prueba de manipulación. Los agricultores quieren demostrar que están exentos de culpa. “Como industria estamos seguros de que las agujas no vienen desde la granja, pero estamos tratando de ganar la confianza de los consumidores de que cuando compren fresas sólo van a encontrar fresas y pueden comérselas sin miedo”, declaró Handasyde.
Este no es el primer sabotaje en la industria alimentaria que ocurre en Australia. Desde 1997 al menos ha habido cuatro más. El último, en el 2006, obligó a destruir cuatro millones de pasteles después de que una aguja y una cuchilla fueran encontrados en productos de la compañía de repostería industrial Top Taste.
La aparición de agujas en el interior de fresas en Australia desata la alarma y obliga a su retirada
Las autoridades temen que los primeros sabotajes hayan generado un efecto imitación