Humanista y filántropo
La mañana del 7 de septiembre murió en su casa de Barcelona Javier Villavecchia a los 97 de años. Para los que a lo largo de muchos años lo hemos conocido y hemos disfrutado de su intensa compañía, Javier era un hombre culto, de gustos exquisitos, nunca exagerado, austero y generoso a un tiempo, y muy buen amigo de sus amigos. Con esto bastaría quizá para describir a este gran señor de Barcelona: abogado, director financiero en Catalana Occidente durante su vida profesional, descendiente de una familia de comerciantes y navieros genoveses que se instalaron en nuestra ciudad a finales del siglo XVIII y casado con su inseparable esposa, Marta Obregón, con quien compartía el amor, la familia y la pasión por los libros y la conversación.
Todo ello es mucho, pero también es nada, si creemos haber conocido a alguien. Y por ello, mientras sentimos aún el dolor por la pérdida, tenemos que contentarnos con unas pocas palabras que sólo rozan los hechos más contingentes, pero que nos ayudan a recomponer la memoria de cuanto sucedió a su lado. Una de las imágenes que ya no me abandonarán nunca reproduce la siguiente escena: sentado en el sofá, junto a sus queridos perros, que dormitan sobre la prensa internacional, Javier lee a alguno de los historiadores latinos y griegos en una cuidada edición inglesa; a su lado Marta, educada en el Nueva York de los años cuarenta, se sumerge en los poetas alemanes e ingleses, mientras cae la tarde sobre el admirado jardín.
Pero el amor por los libros y la cultura, en una casa por la que pasaron Duchamp, Max Ernst o John Cage, entre otros, no ha sido un simple adorno en sus vidas. Cuando en el año 2000 el profesor suizo Alois M. Haas decidió donar generosamente su enorme biblioteca de Humanidades (unos 40.000 volúmenes) a la Universitat Pompeu Fabra, Javier y Marta Villavecchia fueron los primeros que apoyaron la fundación de la Asociación de Amigos de la Bibliotheca Mystica et Philosophica Alois M. Haas, cuyo cometido tenía que ser la costosa catalogación de los libros y el fomento de los estudios relacionados con las ciencias del espíritu. Con su generosidad se catalogó gran parte del inmenso legado y, desde entonces, se han podido organizar ocho ediciones de las Haas Lectures, por las que han pasado prestigiosos intelectuales, artistas y académicos, procedentes de distintos continentes.
Javier y Marta asistían regularmente a todas las actividades y, animados con el proyecto, decidieron hace unos pocos años crear y sustentar económicamente dos becas (Fellowship Haas) para que estudiosos posdoctorales de ámbito internacional vinieran a realizar su investigación a la biblioteca de nuestra universidad durante varios meses al año, creando así un clima de trabajo y una comunidad intelectual y espiritual que han despertado el interés de muchos. En nuestras latitudes es bien raro el apoyo privado a las humanidades en instituciones públicas y sólo por ello ya es digno este breve recuerdo entre las gentes de nuestra ciudad.
Cuando hace algo más de dos meses, Javier salió a navegar en el mar de Cadaqués que tanto quería y, como cada año, se sumergió en sus frías aguas, se empezó a extinguir la existencia de un hombre bueno y mesurado, como aquella que cantaron los sabios de la antigüedad clásica. Lo llevaremos siempre en nuestro corazón.