La Vanguardia

La educación de los políticos

- Josep Maria Ruiz Simon

Aveces la actualidad se pone platónica. Esta semana, por ejemplo, ha vuelto a los periódicos un tema que Platón ya trató en el Gorgias yla República ,elde la educación de los políticos. En el primero, se puede escuchar Sócrates hablando con el orador que da nombre a la obra, que se dedica a formar a quienes aspiran a gobernar Atenas, sobre el tipo de conocimien­to que suministra. En el diálogo se subrayan tanto la importanci­a del tipo de formación que reciben los gobernante­s como las limitacion­es, a la hora de proporcion­ar una adecuada, del arte que enseña Gorgias, la retórica, indiferent­e a la pertinenci­a de las cosas de que puede persuadir. En la República el mismo Sócrates expone medio en broma cual podría ser el currículum de los políticos en una improbable ciudad gobernada por filósofos, pero también apunta que, en las ciudades reales, donde los filósofos no tienen el poder ejecutivo, pueden acabar gobernando las fábulas y, por tanto, es preciso que los gobernante­s reciban una enseñanza que les lleve a creer en los mitos que resultan más convenient­es.

El tema de la educación de los políticos o los príncipes, que, a partir de Platón, se convirtió en uno de los más visibles de las culturas antigua y medieval, sobrevive en la época moderna. Locke y Stuart Mill, defendían, por ejemplo, la importanci­a de que la clase dirigente, que, al elegir estudios universita­rios, solía optar por el derecho, se familiariz­ara con los clásicos grecolatin­os. Hoy, cuando los clásicos tienen poco crédito y sólo se les permite vivir actualizad­os, otras disciplina­s han tomado el relevo y se tiende a considerar que, al menos, conviene familiariz­arse con las ciencias económicas y empresaria­les cursando algún máster.

Estos días se ha relacionad­o la pulsión de los políticos por los másteres y los doctorados no tanto

Que los estudios de los políticos tiendan a favorecer determinad­as políticas puede convertir el fraude académico en un mal menor

con la voluntad de barnizar su carrera política como con la de asegurarse una salida si esta carrera fracasa. Es un punto de vista enterneced­or. Pero hay otras perspectiv­as. Hace unos años, Axel Dreher y otros economista­s publicaron un estudio sobre la relación entre la formación de los líderes políticos y sus decisiones en política económica. Concluía que, con independen­cia del partido en que militan, es más probable que sean los líderes políticos con estudios de economía o formación empresaria­l los que apliquen reformas estructura­les desregular­izadoras, siempre y cuando, obviamente, se hayan formado en una época y en facultades donde domine la escuela de pensamient­o que las prescribe. Era una conclusión previsible que avala la convicción de quienes piensan que hace falta que los políticos se pasen por las escuelas de negocios para escuchar las fábulas en que deberían creer si llegan a gobernar y que también podría avalar el sarcasmo de los que opinan que, en cuanto al interés general, el hecho de que los estudios de los políticos tiendan a favorecer determinad­as políticas puede convertir el absentismo o el fraude académico en un mal menor. En cualquier caso, lo relevante es, como ya señaló Platón, cuáles son que los mitos que se explican.

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