La Vanguardia

La intocable, la ejecutiva y la peluquera

El último fenómeno francés es una novela feminista donde Laetitia Colombani narra las vidas de tres mujeres en India, Italia y Canadá

- XAVI AYÉN París Enviado especial

Pero ¿qué tienen en común una mujer intocable –la casta de los parias, la más baja de la India– que trabaja recogiendo excremento­s con la mano con Sarah, una superwoman socia de un bufete de abogados en Toronto? ¿Y ambas con Giulia, una siciliana que intenta salvar el ruinoso negocio heredado de su padre, la fabricació­n de pelucas con pelo natural? Pues que las tres son las protagonis­tas de La trenza (Salamandra en castellano y catalán), la novela con que la guionista y directora de cine Laetitia Colombani (Burdeos, 1976) ha debutado en la literatura y que se ha convertido en todo un fenómeno pues, según sus editores, ha vendido medio millón de ejemplares en Francia, se ha traducido en 16 países y ya está en marcha una película, que será dirigida por la propia Colombani.

El éxito de La trenza, más que explicacio­nes literarias, podría radicar en buena parte en la ola #MeToo, el auge del feminismo o, más concretame­nte, en la necesidad de encontrar relatos que expliquen la opresión de las mujeres en este global siglo XXI, en el que Mujercitas solo puede ser ya una pieza de arqueologí­a literaria.

Colombani, sentada en la cafetería de un céntrico hotel parisino, admite que, si sus tres mujeres se encontrara­n, “no tendrían nada que decirse, no hablan la misma lengua y tienen grandes diferencia­s sociales, religiosas... pero las une el coraje, están obligadas a reinventar su vida. Las tres están oprimidas, todas tienen cadenas, muy visibles como las de Smita en la ciudad de Badlapur, o invisibles como las de Sarah en Canadá”. La intocable Smita “está expuesta a una violencia que amenaza su vida, puede ser asesinada o violada. Pero la forma en que la empresa de Sarah la excluye al enfermar de cáncer es de una gran violencia psicológic­a”.

¿Qué hay de usted en cada una? “Sarah es la más parecida, porque es occidental, madre de familia y trabajador­a. Smita es madre de una hija de 7 años, y crece en base al vínculo con la niña, como yo. Giulia tiene una relación pasional con la literatura, similar a la mía. Esas ganas de leer van a permitirle estar receptiva a enamorarse de un hombre que no es de su cultura ni de su religión, un inmigrante sikh”.

La profesión de Smita –recogedora de excremento­s– “sigue existiendo, la mitad de la población india no tiene acceso a retretes y hay mujeres que se encargan de recoger la mierda. Es un auténtico problema sanitario”.

El cabello, símbolo de feminidad, es otro vínculo entre las tres. La autora se las imagina peinadas así: “Smita tiene los cabellos largos y atados. Giulia, una coleta larga muy apretada. Sarah, una cabellera muy exuberante”. La siciliana fabrica pelucas: “Visité un taller en Palermo, las decenas de operarias trabajaban solas, de modo muy minucioso, con las manos. Es como cuando escribo en mi despacho, rehaciendo una y otra vez el texto. Quise trazar un paralelism­o entre ambos oficios”. El mercado de pelo humano –a 460 euros el kilo– “tiene unas dimensione­s enormes, y se importan cabelleras desde Asia”. Ahí entra el novio de Giulia, Kamal, en plena polémica migratoria, porque Colombani cree que “solo hay ganancias si dejamos entrar a personas nuevas, con sus experienci­as aunque eso cree problemas sociales porque no sabemos acogerlos. Para mí era importante que a Giulia le llegara la solución del exterior”.

Sobre Sarah, dice que “conozco a muchas a mi alrededor y algunas explotan. La enfermedad le obliga a reinventar su vida entera, a una transforma­ción. Ha conquistad­o una posición social envidiable, es ambiciosa y tiene derecho, acepta pagar el precio, muy alto, ha sufrido mucho para llegar a lo más alto, como tantos hombres. Estamos en una sociedad laboral en la que hay que triunfar, tener buena salud, estar en plena forma. Pero una de cada cinco personas dice haber sido discrimina­da en el trabajo, eso es una forma de violencia”.

¿Acepta la etiqueta de libro feminista? “Sí –responde–, quiero hablar de mujeres, que se escuche su voz, militar por sus derechos. El término feminista está ligado a los años 60, pero los tiempos han cambiado. No lo concibo como algo agresivo, como una guerra de sexos. Kamal es un hombre feminista, por ejemplo, y con Giulia van de la mano para conseguir los dos la igualdad social”.

En su faceta de directora, a punto de adaptarse al cine ella misma, está ultimando el casting de La trenza y avanza que “rodaremos este invierno, en la India en hindi, en Italia en italiano y en Canadá en inglés, buscamos actrices en cada país”.

OFICIOS MUY DIVERSOS

Smita vive de recoger excremento­s con la mano y Sarah es abogada en un bufete

FEMINISMO

“No creo en la guerra de sexos, el personaje masculino de Kamal va de la mano con Giulia”

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ERIC HADJ Una nueva voz La escritora Laetitia Colombani, autora de La trenza, fotografia­da la semana pasada en una calle del centro de París, poco antes de su entrevista con este diario.
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