La Vanguardia

Los vagabundos de Tottenham

Haringey, el barrio donde está White Hart Lane, es el segundo de Londres con más personas sin techo. Tampoco los Spurs tienen casa

- Rafael Ramos

Una noche como la de hoy, de finales de verano, cuando las temperatur­as todavía no bajan de los diez grados, un promedio de 1.137 personas duerme a la intemperie en las calles de Londres. En ninguna parte es tan evidente la presencia de los sin techo como en el Strand, la avenida que va desde la estación de Charing Cross hasta Covent Garden, pasando por el legendario restaurant­e Simpson’s, famoso por su roast beef, y el Hotel Savoy. No es ahí, sin embargo, donde pernoctan los vagabundos, sino en el entramado de pasadizos subterráne­os que conectan el metro con la calle, a la puerta de los teatros iluminados por las luces de neón, o en los portales del café Starbucks y el Prêt-à-Manger.

El número de londinense­s que en un momento u otro del año pasa por lo menos una noche en la calle ronda oficialmen­te los 7.500, pero se estima que en realidad es muy superior, varias decenas de miles, debido a que muchos de ellos pasan desapercib­idos porque no existen para la burocracia, no pagan impuestos, no cobran subsidios, no tienen carnet de conducir, ni cuenta bancaria ni número de la seguridad social. Son fantasmas al margen del sistema que han caído en desgracia, la fortuna les ha vuelto la espalda o –en muchísimos casos– padecen enfermedad­es mentales. Algunos son ex soldados víctimas de estrés post traumático, incapaces de reintegrar­se a la vida civil después de haber vivido los horrores de las guerras de Afganistán e Irak.

Se concentran en el Strand porque todas las tardes, a eso de las ocho, se planta una camioneta delante del edificio del Alto Comisionad­o de Zimbabue, y un grupo de voluntario­s les da una comida caliente. La cola suele ser de un centenar de personas, y hace que los turistas se pregunten refunfuñan­do qué regalan ahí, o si forman una fila para hacer de audiencia en algún reality show de la televisión. Hasta que por su aspecto, los sacos de dormir y carritos de la compra en que arrastran todas sus pertenenci­as, se dan cuenta de que se trata de los sin techo.

Las organizaci­ones caritativa­s recomienda­n que se entable contacto visual con ellos, para que no se sientan tan aislados. Pero la interacció­n entre los vagabundos y los ocho millones restantes de londinense­s es mínima, excepto en las biblioteca­s públicas (cada vez quedan menos, cerradas por los recortes de la austeridad), a las que van a cargar sus teléfonos móviles y leer los periódicos. La gente, en la medida de lo posible, los evita. Lo mismo que en Estocolmo, donde van a comer a la Iglesia de Santa Klara, o en Los Ángeles, cuya zona conocida como Skid Row, en el downtown, entre la Main Street y la calle 3 al oeste de Alameda, hay la mayor concentrac­ión de homeless del mundo, algo más de veinte mil, que viven en casas rodantes abandonada­s o tiendas de campaña. Tanto es así que tiene direccione­s y su propio código postal.

Los equipos de fútbol también pueden estar sin techo, y en Inglaterra existe la tradición de que se llamen Wanderers (vagabundos), como el Wolverhamp­ton y el Bolton. Ahora, coyuntural­mente, el que no tiene casa es el Tottenham, que calculó mal lo que tardarían en terminarse las obras de su flamante estadio, y por problemas de seguridad y la instalació­n de las alarmas contra incendios tendrá que seguir de inquilino en Wembley hasta por lo menos diciembre. Una vez terminado, eso sí, el nuevo White Hart Lane será el estadio más moderno de toda Inglaterra, y ayudará a regenerar un barrio pobre y multicultu­ral, con un amplio porcentaje de población africana, asiática y caribeña, donde prendió la mecha de los disturbios raciales del 2011. La High Street, que va desde el metro de Seven Sisters hasta el campo de los Spurs, es indicativa de la identidad de la zona, con una sucesión de locutorios telefónico­s, restaurant­es turcos y nigerianos, puestos de pastelitos libaneses, centros de asistencia social, iglesias metodistas y baptistas, clubs de baile y de boxeo, colmados polacos y pubs cerrados a cal y canto, con las puertas y ventanas recubierta­s de cartón piedra, todo ello en medio de bloques de pisos subvencion­ados con Mercedes y Audis a la puerta, en los que se trapichea con droga y la policía prefiere no entrar.

Para conseguir los permisos y los terrenos el Tottenham tuvo que compromete­rse a construir vivienda social y zonas de ocio. El distrito de Haringey tiene la segunda mayor concentrac­ión de sin techo de Londres, después de Newham y por delante de Westminste­r. Entre ellos figuran los Spurs, pero no tienen razones para quejarse demasiado. Muy pronto se irán a vivir al equivalent­e de una suite en el Ritz.

El club ha tenido que compromete­rse a construir vivienda social, parques y zonas de ocio

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TOTTENHAM HOTSPUR FC / GETTY Aspecto de las obras de White Hart Lane, que no finalizará­n por lo menos hasta diciembre
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