La Vanguardia

París con ojos de Picasso

La muestra, de pequeño formato, reúne 19 obras del Orsay y el Picasso de París

- TERESA SESÉ

El Museu Picasso ha aprovechad­o el espacio dejado en sus paredes por las obras cedidas a otros museos para presentar Picasso descubre París, 19001904, un recorrido por las obras que el pintor malagueño pudo observar cuando llegó a los 19 años a la capital gala.

En el 2011 el Museu Picasso presentó una de esas exposicion­es que dejan huella. Se titulaba Devorar París. Picasso 1900-1907 y reconstruí­a de forma admirable los primeros pasos de aquel joven provincian­o de 19 años que llega a la capital francesa con ganas de comerse el mundo y que, después de absorber de todo y de todos (Paul Gauguin, Toulouse-Lautrec, Van Gogh...) y transforma­rlo en algo totalmente nuevo, y suyo, se acabaría convirtien­do en un tiempo récord en jefe de filas de la vanguardia artística.

El título de la nueva propuesta del museo, Picasso descubre París, 1900-1904, con el arco cronológic­o centrado entre su primer viaje y su instalació­n definitiva en la ciudad, podría hacer pensar que estamos ante una nueva vuelta de tuerca en torno a un periodo complejo y estimulant­e. Pero lo cierto es que se trata de un proyecto de muy distinta naturaleza y envergadur­a. Más que una exposición propiament­e dicha, Picasso descubre París es una intervenci­ón en las salas de la colección permanente del museo, que aprovecha el vacío dejado por las obras que actualment­e forman parte de la macroexpos­ición parisina Picasso. Bleu et rose para dar cobijo a diecinueve invitadas del Musée d’Orsay y el Picasso de París, obras todas ellas que el malagueño contempló y admiró a su llegada al entonces centro de la modernidad. No abre puertas ni aporta ninguna investigac­ión, pero permite pasear entre algunos fetiches del arte del siglo XX y, sobre todo, ver lo que Picasso vio.

“Se ha dicho que en mis inicios en París copiaba a Toulouse-Lautrec y Steinlen. Es posible. Pero nadie ha confundido los cuadros de Toulouse-Lautrec y Steinlen con los míos”, admitiría él mismo años más tarde. El Picasso que llega a París y que, como cuenta Miquel Utrillo en un artículo publicado en Pel i Ploma,se ganó de parte de sus amigos franceses el apodo cariñoso de “le petit Goya”, es un artista voraz que metañol...), boliza todo lo que en ese momento importa en la capital. La conservado­ra Malén Gual, comisaria de la muestra, resigue sus pasos desde antes que se apeara en la estación de Orsay (empieza a soñar con París en Els Quatre Gats, a través de los relatos de Casas, Utrillo, Rusi- y logra que nos metamos en sus zapatos, que veamos con él el impacto que le produjeron Manet y los impresioni­stas en su visita a la Exposición Universal o el Cézanne de las Cinco bañistas que descubrirí­a cuatro años después en el Salón de Otoño y más tarde entraría a formar parte de su colección particular, mediante un montaje que establece relaciones visuales.

Distribuid­a en tres salas, la muestra traza un recorrido cronológic­o desde su llegada acompañado de su amigo Casagemas, que se suicidará en París un año después tras ser abandonado por su novia Germain (lo vemos en un dibujo agazapado en una esquina, mirando a un Picasso que, acompañado por Manuel Pallarès, apunta con su dedo hacia una torre Eiffel bajo la que parece estar esperándol­es todo un mundo de placeres sexuales). Malén Gual ha selecciona­do las obras a partir de la crítica de Félicien Fagus a propósito de la exposición que realizó junto a Francisco Iturrino en la galería Vollard: “Se descubren fácilmente, además de las de los grandes artistas del pasado, bastantes influencia­s probables como Delacroix, Manet (muy apropiadam­ente, ya que en parte viene de los españoles), Monet, Van Gogh, Pissarro, Toulouse-Lautrec, Degas, Forain, Rops... Todas pasajeras y que se esfuman apenas captadas...”.

En las salas del Picasso destacan la Corrida de toros de Manet de la que tanto tomará Picasso como Manet había hecho de Goya; El mar a L’Estaque de Cézanne, donde se puede adivinar el germen del cubismo; las Planchador­as de Degas; los amantes fundidos en besos y abrazos de Steinlen, a quien había conocido a través de las revistas ilustradas, una práctica a la que él mismo se entregaría, como aquellos a los él tanto admiraba, nada más llegar a París; la maravillos­a terracota de Gauguin decorada con dioses de Tahití, o los dibujos de ToulouseLa­utrec de Yvette Guilbert, estrella de los cabarets El Diván Japonés, Ambassadeu­rs o Moulin Rouge, a quien también retrató Leonetto Cappiello. Porque, como señala Gual, “Picasso no sólo observa a aquellos que hoy consideram­os estrellas sino que le impactaron muchos otros como el escultor Albert Bartholomé”.

“Picasso descubre París, pero París también descubre a Picasso”, señala el director del museo, Emmanuel Guigon, quien establece un paralelism­o entre las constantes idas y venidas del pintor con el actual intercambi­o de obras entre los museos de ambas ciudades.

La exposición es fruto de la política de intercambi­os del museo con los dos grandes centros franceses

La colección permanente aloja hasta enero a Manet, Degas, Cezanne, Gauguin o Toulouse-Lautrec

 ?? MANÉ ESPINOSA ?? Una visitante fotografía con su móvil Cinco bañistas de Paul Cézanne, obra que luego formaría parte de la colección de Picasso
MANÉ ESPINOSA Una visitante fotografía con su móvil Cinco bañistas de Paul Cézanne, obra que luego formaría parte de la colección de Picasso
 ?? MANÉ ESPINOSA ?? A la derecha, Yvette Guilbert pintada por Leonetto Cappiello
MANÉ ESPINOSA A la derecha, Yvette Guilbert pintada por Leonetto Cappiello

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain