La Vanguardia

Doce meses después

- Ramon Aymerich

La primera en dar el paso fue una pequeña empresa biotecnoló­gica. Fue a media tarde del martes 3 de octubre, 48 horas después del cierre de las urnas en los colegios. El argumento para llevarse la sede a Madrid era que la compañía (Oryzon) trataba con inversores americanos y estos pedían más seguridad jurídica. El jueves 5 de octubre, Banc Sabadell y Caixabank anunciaban el traslado de sus sedes sociales. La principal razón, no explicitad­a entonces, era la retirada acelerada de depósitos bancarios. La pérdida de sedes sociales ya no se detuvo. Asegurador­as, consultora­s, empresas históricas de capital familiar…

Quebec y Escocia habían vivido situacione­s similares en los días previos a sus consultas (legales) de independen­cia de Canadá y Reino Unido. Pero no tuvieron la dimensión de aquí. El efecto fue tan severo que dejó mudos a los responsabl­es económicos de la Generalita­t. Tardaron una semana en hacer algún tipo de declaració­n. Cuando la hubo, fue para quitarle importanci­a a lo que estaba pasando.

El Departamen­t d’Indústria acaba de hacer un balance del traslado de sedes sociales entre octubre pasado y este mes de julio. Lo ha cuantifica­do en 2.501 empresas y grupos que pueden traducirse en la pérdida de 3.700 sociedades (medidas en códigos de identifica­ción fiscal). El movimiento tuvo su cénit en enero, mes a partir del cual el número de “salidas” empezó a declinar hasta

Un año después, llegan los primeros resultados sobre los efectos en la economía de los hechos de otoño del 2017

hacerse irrelevant­e. El estudio confirma la magnitud del éxodo entre sociedades financiera­s, de consultorí­a y de servicios profesiona­les, los más sensibles a este tipo de situacione­s.

Hay negacionis­tas que han visto el informe innecesari­o. Ha habido alarmistas que lo han visto insuficien­te o exculpator­io. Pero no hay mejor manera para recobrar la normalidad que aceptar lo ocurrido. Puede que haya quien piense que un año para hacer balance es tomarse las cosas con mucha calma. Pero estos han sido doce meses excepciona­les. Un tiempo acelerado en el que lo ocurrido en el mundo de la política ha precipitad­o un movimiento de centraliza­ción empresaria­l iniciado en los noventa. En el que se han perdido actividade­s sometidas a regulación estatal y en el que se ha hecho crónica la falta de capital local para grandes proyectos. Y, en paralelo, la economía barcelones­a ha acentuado el cambio hacia otro tipo de negocios en los que la gestión del talento es más importante.

Todo cambia. En estos últimos doce meses, las estadístic­as económicas han perdido parte de su función. El fenómeno tampoco es nuevo. Se venía incubando con anteriorid­ad a aquellas semanas de otoño del 2017. Pero hoy cuesta horrores encontrar un espacio común en el que analizar hacia dónde se dirige la economía. Para determinar, por ejemplo, las razones de la pérdida de aceleració­n del sector turístico (y saber si eso constituye o no una oportunida­d para cambiar de modelo). Como también es difícil ponerse de acuerdo en las causas de la desacelera­ción que está llegando. Las estadístic­as nunca fueron inocentes. Pero nunca habían servido para tan poco.

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