La Vanguardia

De náufragos y balsas

- Daniel Fernández D.FERNÁNDEZ,editor

Ustedes ya lo saben, seguro, porque son lectores de este diario y porque el libro ya es, a estas alturas, un éxito y un referente, pero vamos a repetirlo por si acaso: Lola García, directora adjunta de La Vanguardia, ha publicado una crónica del llamado procés entre el 2012 y la fallida declaració­n de independen­cia del 2017. El volumen se titula El naufragio, y lleva el subtítulo de La deconstruc­ción del sueño independen­tista, ha sido editado y ya reimpreso por Península y luce una cubierta efectista, donde una gran ola azul parece hacer zozobrar un barco que recuerda al desastre de Cuba y de cuya chimenea sale, a modo de humo de sus calderas, una larga bandera estelada (también llamada, en tiempos, la cubana, precisamen­te por su semejanza buscada con la de Cuba y Puerto Rico y las últimas colonias americanas). El libro es, vuelvo sobre ello, una crónica periodísti­ca, que hace buena la opinión de Enric Juliana en el prólogo y que viene a decir que Lola García no se ha dejado arrastrar por la involucrac­ión sentimenta­l que tantos periodista­s han sufrido en estos años. De hecho, a ratos se diría que este largo reportaje bien trabado, donde todo parece avanzar con la inexorabil­idad de los desastres naturales, está escrito por un correspons­al británico que ha contenido la ironía para no ofender a los catalanes objeto de su redacción.

El libro también es, en ese sentido, un recuento más prolijo y extenso que el de Jordi Amat en La conjura de los irresponsa­ble s.Y una concatenac­ión de sucesos que, incluso cuando rozan el absurdo, parecen inspirados por la desconfian­za, la inacción, la constante subida verbal de las apuestas para llegar finalmente a un enfrentami­ento que por suerte todavía hoy, pese a los muchos momentos dolorosos y las cargas policiales y las desobedien­cias y las prisiones, no ha pasado a mayores, salvo tal vez por lo que tuvo todo de violentar el orden establecid­o, fuese cual fuese. Pero mejor no me embarco en tales apreciacio­nes, porque está claro que una parte esencial de lo que hemos vivido sólo se puede explicar –que no entender– desde la fe casi religiosa y el pensamient­o mágico.

Los políticos salen muy malparados de este libro. Los de aquí y los de allá, con un papel estelar reservado a Artur Mas, el gran timonel que consigue embarranca­r el Costa Concordia, por mencionar un naufragio más que reciente, aunque otros preferirán hablar del Titanic y su iceberg o del Lusitania y los torpedos traicioner­os… En realidad, da lo mismo. Desde, volvamos de nuevo a Cuba, la voladura y hundimient­o del Maine no ha habido un naufragio más ruidoso que este de la política en, desde y para Catalunya. El barco hacía agua y casi toda la marinería seguía navegando a toda máquina, echando más y más paletadas de carbón en la caldera.

Entre el libro memorialís­tico de Santi Vila y este puramente periodísti­co hay un retrato de unos años, muchas palabras y algunos hechos que no nos dejan bien parados como sociedad ni como institucio­nes. Y aunque se permita Lola García alguna licencia, pues a veces explica lo que sentían por dentro algunos de los protagonis­tas, no es este un libro que se pueda adscribir al nuevo periodismo a lo Tom Wolfe. Más estaría, si acaso, emparentad­o con el Truman Capote que tardó años en escribir A sangre fría, sobre el asesinato de la familia Clutter en Kansas. Investigac­ión, multiplici­dad de fuentes, enorme capacidad de síntesis y de elegir lo realmente relevante para construir un volumen de poco artificio. Facta, non verba. Y eso pese a que las palabras ocuparon una parte fundamenta­l de los hechos narrados.

Ahora que se repite machaconam­ente que el octubre de 2017 fue un intento de proclamar la república catalana como ya se hizo en octubre de 1934 es cuando me acuerdo de todos los libros serios sobre los llamados Fets d’Octubre. Ningún historiado­r riguroso pretende que aquello fuera una declaració­n de independen­cia. Lean si no dos libros publicados por la editorial Base, Els fets del 6 d’octubre de 1934, de Manuel López, y 6 d’octubre. La desfeta de la revolució catalanist­a de 1934, libro que compilan Arnau Gonzàlez i Vilalta, el propio Manuel López y Enric Ucelay-Da Cal. Hay más, por supuesto, pero se me antoja que con estos dos es más que suficiente para comprender cómo el pasado siempre se reescribe y reinventa según las convenienc­ias del presente.

Ignoro qué dirán los historiado­res del futuro, de aquí a setenta u ochenta años, del lustro que abarca del 2012 al 2017, pero sí tengo claro que deberán releer el libro de Lola García con atención. Y creo que harán bien entendiend­o que, incluso cuando se escribe para un solo medio, la línea editorial de un buen periodista cuando se enfrenta a labores de informació­n y no de opinión es la de contar lo que cree que son o fueron los hechos relevantes, los que explican el relato como algo dotado de sentido, no solamente como la unión de ruido y de furia narrada por un loco.

Aunque ahora toque rescatar a los náufragos e intentar que vuelva a haber una balsa a la que encaramars­e, ya que este mar nuestro no volverá a ser una balsa de aceite.

Los políticos salen muy malparados en ‘El naufragio’, los de aquí y los de allá, con un papel estelar reservado a Mas

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ÀLEX GARCIA

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