Cuando las mujeres no podían correr
Las pruebas de atletismo femeninas no se introdujeron en los Juegos Olímpicos hasta 1928, 32 años después de que se celebraran las primeras olimpiadas de la era moderna. En la prueba de más larga distancia, que se limitó a 800 metros, varias corredoras se desmayaron al llegar a la meta. “Se consideró que las mujeres eran demasiado frágiles para correr distancias largas y la prueba se prohibió”, explica Michael Joyner, de la Clínica Mayo de Rochester (EE.UU.), en un artículo publicado en The Journal of Physiology. Hubo que esperar otros 32 años, hasta los juegos de 1960 en Roma, para recuperar la prueba femenina de 800 metros. Esta vez nadie se desmayó. Doce años más tarde, en Munich 72, se introdujo la prueba de 1.500 metros. Aquel antiguo prejuicio de que las mujeres no estaban capacitadas para esfuerzos aeróbicos intensos resultó ser falso. El maratón femenino se introdujo por fin en los juegos de Los Ángeles de 1984.
“Los récords de carreras de fondo de las mujeres son normalmente un 10%-12% más lentos que los de los hombres”, constata Michael Joyner, quien lo atribuye principalmente a diferencias de capacidad aeróbica entre hombres y mujeres en condiciones de máxima exigencia. En cambio, entre atletas no profesionales, “hay pruebas consistentes de que las mujeres son mucho mejores en regular el ritmo de la carrera para evitar una pérdida de velocidad catastrófica en la segunda mitad de un maratón”, observa el especialista de la Clínica Mayo. Esto “ha llevado a especular sobre las diferencias entre hombres y mujeres en sentido común, capacidad de planificación y conductas de riesgo”.