El feísmo se paga caro
Las antiestéticas deportivas que Balenciaga puso de moda el pasado otoño provocan un imparable efecto dominó
Hace un año Balenciaga cambió definitivamente las normas del calzado, y de paso las de la moda, con uno de sus éxitos más rotundos. Fue con las zapatillas Triple S, que llevaron al máximo apogeo una tendencia que previamente algunos diseños de Prada y de Adidas by Raf Simons habían comenzado a marcar.
Son zapatillas pesadas, aparatosas, antiestéticas y muy poco favorecedoras que proporcionan la versión sneaker de lo que durante un tiempo triunfó como el ugly shoe ,es decir, el zapato feo.
Con el éxito superventas de sus
ugly trainers (es el nombre que la industria especializada emplea para referirse a esta tendencia en auge), Balenciaga no solo logró agotar todas las existencias durante el pasado otoño y provocar eternas listas de espera (a pesar de que el par ronda los 800 euros) sino que además ha impulsado un efecto dominó que no cesa. Todas las marcas siguen su ejemplo. A remolque han llegado versiones muy parecidas de las firmas más diversas y, en consecuencia, de todos los precios. Pero se ha hablado sobre todo de las Buffalo porque es la marca que probablemente inventó este estilo internacionalizado en los años noventa por las Spice Girls. Ahora vuelven por la puerta grande con versiones que cuestan 200 euros y causan sensación, pero quien no pueda permitirse estos precios ni mucho menos las ugly trainers del sector del máximo lujo (también Louis Vuitton y Chanel han hecho sus versiones), puede escoger entre las opciones de Fila (150 euros) y Puma (110), Coolway (70), Topshop (52), Zara (39,95) y Bershka (35,99).
Lo de que son zapatillas feas es evidente, pero el término no lo instauraron ni detractores ni usuarios sino que apareció en el reportaje que el diario especializado Business
of Fashion dedicó el año pasado a averiguar de dónde llegaban las“zapatillas feas de padre”. Las bautizó así por su estética vintage o pasada de moda…y pretendidamente antiestética. Sea como sea las han adoptado adolescentes y adultos y todos combinan este calzado poco estiloso a su manera. No hay normas. Puede acompañar una estética deportiva o urbana, pero también pueden ser el complemento sorprendente (¿y perfecto?) para un vestido de noche. La fiebre por conseguir unas Triple S (o sucedáneos) es global. Las auténticas las llevan Bella Hadid, Hailey Baldwin y Rihanna, y todas las instagramers que se precien. Pero Luka Sabatt, considerado el influencer por excelencia de la generación Z, fue uno de los primeros en mostrar la tendencia en Instagram. Subido a las primerísimas Balenciaga más feas ayudó a generar este gusto viral por elevar el feísmo a objeto de deseo que ha proporcionado incluso el hashtag #BalenciagaTripleS… Cada vez que sale una nueva edición se agota y en ocasiones la firma se ve obligada a inventar sorteos (para entrar en la posible lista de compradores) y contentar así al máximo de pretendientes. Y, claro, toda esa locura por las Triple S tiene su repercusión en eBay, donde las reventas pueden llegar a superar los 1.500 euros.
El responsable del misterioso éxito de la fealdad en la moda es Demna Gvasalia. Desde su fichaje para Balenciaga ha cautivado a un público diverso (y pudiente) con guiños ochenteros y noventeros de lo más extravagante. Ahora hablamos de esta locura por los zapatones, pero también ensalzó las camisetas publicitarias, logos exagerados y rarezas como su versión de la bolsa de Ikea. Fue también el año pasado cuando Gvasalia hizo la famosa Frakta, la bolsa de 50 céntimos de la tienda lowcost, en cuero flexible azul por 1.700 euros. Causó sensación pero menos que las ugly
trainers… y para eso sí hay explicación: Según un estudio de la consultora Bain&Co, las deportivas de lujo van al alza y avanzan a la pasión por los bolsos. En 2017 supusieron 30.000 millones de euros (un 10% más que el año anterior) en ventas, mientras que la de bolsos creció en un 7%. Eso ha hecho que las firmas de lujo (o no) se adapten. Y propongan zapatillas disparatadas a precios también disparatados.
También se conocen como “las zapatillas feas de padre” y siguen la estela de la ‘ugly shoe’
Demna Gvasalia también ha versionado la bolsa de Ikea y las camisetas publicitarias