Julio Iglesias canta los 75
El cantante celebra su cumpleaños tras despejar los rumores sobre su estado de salud
Julio Iglesias es, con permiso de Luis Miguel, el artista latino más conocido del mundo y el que, con 300 millones de discos vendidos, va muy por delante de todos los demás. Es también la imagen misma del latin lover y el último crooner al que se puede comparar con Frank Sinatra. Julio cumple hoy 75 años, en medio de una mini gira que empezó el 10 de septiembre en Taskent (Uzbekistán) y continuará en Dubái (los días 1 y 2 de octubre), Tel Aviv (el 6 de octubre) y en Moscú (17 de octubre). Un recorrido a su medida, en pequeños recientos, en países alternativos y patrocinado por millonarios locales, no pude calificarse de gira mundial y menos cuando se deja de pisar los grandes estadios y las grandes ciudades, pero, al menos, la primera actuación en la antigua república soviética sirvió para constatar que Julio sigue vivo, profesionalmente.
Había dudas ya que, desde hace tres años, el cantante no actuaba en público, aunque sí lo ha hecho y varias veces en fiestas privadas para dar lustre a bodas y cumpleaños. Los caprichos se pagan y quien ha querido contar con una actuación privada del cantante ha pagado gustosamente su caché. Julio Iglesias, sin una voz potente pero con un gran sentido comercial, dio el salto de cantante local a cantante global cuando a finales de los setenta se trasladó a vivir a Miami. Hijo de una familia de las llamadas bien, iba para abogado pues no quiso ser médico como su padre, Julio Iglesias Puga, el entrañable Papuchi, aunque le gustaba el fútbol y llegó a pertenecer a la plantilla del Real Madrid. Un accidente de coche, en 1962, le dejó postrado en una cama casi paralítico; el percance le apartó de los estudios y el deporte pero en el año de rehabilitación se entretuvo tocando la guitarra que le regaló un enfermero, se puso a componer canciones y descubrió su auténtica vocación. Felizmente pudo volver a andar y se puso a actuar hasta que el éxito le llegó en Benidorm, cuyo festival de la canción, ya desapare- cido, ganó en 1968, recientemente se han cumplido 50 años, con La vida sigue igual. Luego llegó Gwendolyne, canción compuesta en recuerdo de una novia holandesa, su paso por Eurovisión y su triunfo en media Europa. Era la época de cierta languidez y, sobre todo, de no saber donde poner las manos mientras actuaba.
Sin tener el aura progresista de los cantautores de la época, ni la voz de un Raphael o un Camilo Sexto, Julio tuvo que inventarse un personaje, se dedicó a fondo y lo bordó. Tras establecerse en Miami, que durante un tiempo cambió por Los Ángeles, Julio, con ayuda de su mánager Alfredo Fraile, logró el propósito de llegar a ser uno de los cantantes más famosos del mundo. Ni las mujeres, ni los hijos, ni tan siquiera el dinero le han distraído jamás de su único fin: seguir en lo más alto. Durante un tiempo, Julio Iglesias fue la imagen del cantante de las señoras de la derecha a las que hacía soñar con amores apasionados que no se permitían en sus vidas convencionales. Hace años, Julio, como el gran artista, traspasó las barreras ideológicas que el mismo nunca levantó. Cantautores como Joan Manuel Serrat o Víctor Manuel saben de su solidaridad: cuando el franquismo (o post) les vetó en España, Julio les echó una mano con contratos en América.
Ahora, quizá cansado pero aún luminoso, a Julio no lo baja nadie del escenario de la vida pero él más que nadie sabe que en estos tiempos de espectáculos tecnológicos y artistas plastificados, mejor se queda en casa para salir solo, de vez en cuando, a dar señales de vida.
Familia numerosa.
A finales de los setenta, tras trasladarse a vivir a Miami pasó de ser un cantante local a un artista internacional