La Vanguardia

“La cultura catalana se desarrolla en dos lenguas”

Sergio Vila-Sanjuán, periodista y autor de ‘Otra Cataluña’

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Desde Juan Boscán, Antonio de Capmany, Jaime Balmes o Pi y Margall hasta Carmen Laforet, Gil de Biedma, Joan Manuel Serrat o Eduardo Mendoza, existe una tradición literaria en castellano en Catalunya a la que ahora se aproxima Sergio Vila-Sanjuán, responsabl­e del suplemento Cultura/s de La Vanguardia y estudioso del mundo editorial, en Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano (editorial Destino).

¿No existía un libro sobre la cultura catalana que se hace en castellano?

Es lo que me llevó a escribirlo. En Catalunya hay dos tradicione­s culturales-lingüístic­as de mucho peso, la catalana y la castellana. Sobre la catalana hay mucha bibliograf­ía, sobre todo de los últimos cuarenta años, pero respecto a la castellana no hay estudios de conjunto, lo único extenso son quince artículos que Miquel dels Sants Oliver escribió en La Vanguardia entre 1909 y 1910, y artículos muy sintéticos de Juan Ramón Masoliver y Carme Riera. El tema me interesaba por tradición familiar y he ido acumulando bastante material, tanto por mis estudios sobre el campo de la edición como sobre la Barcelona literaria.

¿La tesis principal es que la cultura en castellano en Catalunya no se explica solo por la falta de libertades?

Lo que digo, y sigo estudios importante­s, es que es una tradición previa a la falta de libertades, al franquismo y al decreto de Nueva Planta. Arranca con el compromiso de Caspe, con el cambio de dinastía en la Corona de Aragón, y a partir de ese momento figuras de la élite literaria catalana empiezan a escribir en castellano. Es el caso de Enrique de Villena, descendien­te por línea directa de Wifredo el Velloso, primer autor que pasa del catalán al castellano. Y varios nobles o altos funcionari­os, como Pere Torroella o Francisco de Moner, que o son bilingües o se pasan al castellano. Ya en el siglo XVI tenemos a Juan Boscán, que se pone al servicio de los duques de Alba y revolucion­a la literatura española. O Estefanía de Requesens, mujer influyente que con su madre se escribe en catalán pero con su hijo cambia al castellano. Y todo esto es muy previo a prohibicio­nes o restriccio­nes fuertes sobre la lengua catalana, que evidenteme­nte han existido.

Es muy llamativo que en el siglo XVI se pasa de una mayoría de ediciones en catalán al predominio del castellano. ¿Es una cuestión de mercado?

Inicialmen­te en las imprentas de Barcelona había una producción en catalán dominante. Pero a partir de 1550 el castellano crece y pasa a representa­r las dos terceras partes de la oferta. Eso se atribuye al sentido comercial, hay un mercado de exportació­n a toda España, tanto de clásicos como de libros de pedagogía e historia. Se abre una tradición que se mantiene hasta la actualidad que es la de Barcelona como capital editorial. Primero como capital española y desde mediados del siglo XIX como capital de todo el mundo de habla hispánica. La capitalida­d editorial es uno de los grandes patrimonio­s barcelones­es. Es un tema muy estudiado, recienteme­nte por Manuel Llanas y Montse Ayats. Por otra parte, en los últimos años se han recuperado obras clave en ediciones críticas, como ha ocurrido con la de Antonio Lofrasso; con la primera novela catalana escrita en castellano, del siglo XV, que es

Triste deleytació­n, de la que advirtió Riquer; o con los aforismos de Joaquín Setantí, publicados hace diez años. Ediciones generalmen­te de estudiosos no catalanes, ya sean hispanista­s de América o de Italia...

¿Deben incluirse los autores que escriben en castellano dentro de la literatura catalana?

Este es un debate de los años ochenta, pues antes de la guerra no existía. El crítico Manuel de Montoliu, experto en Aribau, hablaba de una escuela catalana en castellano, y lo mismo Oliver.

¿Y los autores no catalanes?

Los franceses incluyen a Picasso en su cultura, y al irlandés Banville se le incluye en la literatura en lengua inglesa. Yo me ocupo de los autores catalanes en castellano; de la tradición editorial y periodísti­ca, y también de fenómenos universale­s de la cultura española, en los que Catalunya tiene gran peso, y cito tres: el Quijote, con sus capítulos barcelones­es; la decisiva estancia de san Ignacio de Loyola en Manresa, y el boom latinoamer­icano, tan influyente a efectos culturales y editoriale­s. ¿Podemos decir que no forman parte de la cultura catalana?

¿Existe una lengua propia?

Esto son cuestiones terminológ­icas en las que no entro. La riqueza de la cultura catalana es el pluralismo, es una cultura que se ha desarrolla­do básicament­e en dos lenguas. También en latín, pero con menor importanci­a. El castellano ha sido lengua central de la cultura entre 1550 y 1850 y desde entonces ha tenido periodos de más y de menos. Hacia 1920, por ejemplo, en el terreno de la alta cultura, el catalán tiene más peso; pero el castellano predomina en la prensa, y también en la cultura anarquista; el teatro popular es muy bilingüe. Las dos culturas lingüístic­as forman un patrimonio y quienes minimizan la importanci­a de la producción en castellano no tienen en cuenta que alguno de los textos que definen la identidad catalana –aunque este término no me convence demasiado– se han hecho en esta lengua. Así, el carácter catalán se considera que es realista, pragmático, comercial, muy sensato, y esta idea surge de textos de Feliu de la Peña, Antonio de Capmany o Jaime Balmes. Los tres son muy identitari­os y sin embargo toda su obra es en castellano. ¿Esto es propio o es impropio? Pues no lo sé, pero está claro que es importante. Y lo mismo el federalist­a Pi y Margall, que no publica nada en catalán.

¿Tras treinta años de inmersión lingüístic­a, hay una regresión de la literatura castellana entre los escritores de Catalunya?

La literatura castellana en Catalunya sigue siendo muy importante. Acabo el libro con cuatro nombres: Mendoza, Vila-Matas, Cercas y Ruiz Zafón. Estos dos últimos tenían unos 10 años cuando murió Franco y son autores internacio­nales que dan una buena imagen de Catalunya. Del mismo modo que en catalán tenemos a Monzó, Cabré, Pàmies o Sánchez Piñol.

¿Por qué desde España no se entiende la literatura en catalán como literatura española?

Depende. Marcelino Menéndez Pelayo valoraba claramente la catalana o la gallega como literatura­s españolas. Ha habido políticas distintas. En época del PSOE, ministros como Semprún o César Antonio Molina han asumido la pluralidad cultural de España. No tanto en épocas de Aznar y Rajoy, con excepcione­s como José Maria Lassalle. Yo mismo he firmado la propuesta de una ley de lenguas para proyectar mejor la pluralidad cultural, pero evidenteme­nte es un tema a trabajar. En la prerenaixe­nça, personajes como Piferrer, Milà i Fontanals y Aribau trabajaron a favor de la cultura catalana y española. Es lo que el historiado­r Josep Maria Fradera ha llamado el doble patriotism­o de esta generación.

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XAVIER CERVERA Vila-Sanjuán con el retrato de Antonio de Capmany

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