La Vanguardia

El pragmatism­o de Pere Aragonès

- LA VENTANA INDISCRETA Manel Pérez

Pere Aragonès, vicepresid­ente de la Generalita­t, responsabl­e de Economia y dirigente de ERC, desarrolla un discurso que combina propuestas prácticas de gestión y negociació­n con el Gobierno con referencia­s a que la clave del acuerdo reside en el reconocimi­ento del derecho de autodeterm­inación. Así lo hizo, último ejemplo, en el curso de una acto empresaria­l en la Cambra de Barcelona este miércoles (ver La Vanguardia del jueves pasado).

Aragonés habló sobre la deuda de la Generalita­t, 77.500 millones de euros, una de las principale­s losas que pesan sobre la economía catalana.

Y se centró en el 70% de esa montaña de pasivo, 54.400 millones, que la Generalita­t debe al Estado a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Magnitud que transforma este asunto económico en completame­nte político. Catalunya, como el resto de las once comunidade­s autónomas que tienen al FLA de principal y casi exclusivo acreedor, no va a poder devolver ese dinero al Estado. Negociar una fórmula política para saldar esa deuda es la única salida.

Para el acreedor, esa incapacida­d de pago no es una sorpresa. La Hacienda española lo sabe desde hace mucho tiempo. El anterior ministro responsabl­e de esa cartera, Cristóbal Montoro, ya había presentado un plan para amortizarl­a en diez años y dejarla a cero. Pero entre la oposición de parte de sus colegas de Gobierno y el temor a la ira de Bruselas la cosa se abandonó. Pero ya desde ese momento quedó claro que la salida no iba a ser el pago sino alguna forma de renuncia o quita de la mayor parte de esa deuda.

El último Govern genuinamen­te convergent­e, con Andreu Mas-Colell al frente de los asuntos económicos, rechazó siempre las primeras insinuacio­nes de que podría abrirse una negociació­n sobre el olvido de la deuda. Para el conseller, esa alternativ­a, amén de humillante políticame­nte, implicaba un estigma en el historial crediticio de la Generalita­t y no contemplab­a, incluso al contrario, ninguna mejora sustancial en las relaciones financiera­s entre el Estado y la Generalita­t.

La senda defendida por Mas-Colell pasaba por aprovechar la estela de una futura recuperaci­ón económica que permitiera tanto el pago de esos compromiso­s financiero­s como el retorno a los mercados internacio­nales de colocación de deuda. Mas- Colell rechazó pues estirar la propuesta de Montoro. Claro que, cuando lo dejó, la deuda con el FLA era de 43.000 millones, ahora son 11.000 millones más... y subiendo.

No esa la única realidad que ha cambiado desde entonces. Aragonès debe hacer frente a las crecientes demandas de amplios sectores sociales que reclaman soluciones, recursos, para sus problemas. Desde la sanidad, a la educación, pasando por los mossos, los bomberos o los funcionari­os, en un apresurado compendio de los conflictos más recientes. Exigencias que irán a más a medida que crezca la distancia entre las necesidade­s de los ciudadanos y los recursos de la Generalita­t.

En su conferenci­a en la Llotja de Mar de esta semana, Aragonés avanzó ideas en un terreno en el que ni Mas-Colell ni tampoco su predecesor y mentor en el Govern, el exvicepres­idente Oriol Junqueras, habían entrado. Apuntó que, primero, debía cuantifica­rse cuánto de esa deuda se debía a la mala financiaci­ón de Catalunya y por lo tanto no debía considerar­se como tal. Y, después, asumió la negociació­n sobre una reestructu­ración de la deuda con el Estado, que consideró ineludible, para convertirl­a incluso en perpetua, sin vencimient­o y por lo tanto inexigible. También hubo, en este frente sí, una elevada dosis de realpoliti­k española: para que esa reconversi­ón sea posible debe realizarse en el marco de una negociació­n que incluya a todas las comunidade­s autónomas. Catalunya sería la que obtendría más recursos, al ser la más endeudada, pero no sería la única.

No hay propuestas formales del Gobierno de Pedro Sánchez sobre la mesa y la fragilidad de la coyuntura política reduce las posibilida­des a corto plazo. El grueso de la deuda del FLA se concentra en comunidade­s (Catalunya, Valencia, Andalucía, Castilla La Mancha y Baleares) en las que el PP, primera fuerza parlamenta­ria y ariete de una dura oposición a Sánchez, no gobierna. La presión es menor.

A los efectos de las cuentas públicas catalanas, una condonació­n de deudas con el Estado tendría efectos positivos inmediatos. Entre la propuesta de Montoro, que significab­a una reducción anual de 4.000 millones, a la deuda perpetua, que haría innecesari­as las devolucion­es, existe un amplio abanico de posibilida­des de alivio.

Cualquiera de ellas parece más ambiciosa que el famoso anexo a la declaració­n del inicio del proceso de creación del estado catalán que Junts pel Sí y la CUP firmaron en noviembre del 2015. El documento se limitaba a señalar, en referencia a la deuda, que “asimismo, el futuro gobierno debe establecer un calendario de reuniones con los responsabl­es de la banca residente para estudiar la posibilida­d de renegociac­ión del pago de los intereses con fines sociales”.

Pronto se podrán cuantifica­r los posibles avances en este frente. El martes se reúne la comisión mixta de Asuntos Económicos y Fiscales, a la que el Govern acudirá reclamando deudas del Estado por 7.607 millones. Después, vendrá la reunión de la comisión de estudio del nuevo sistema de financiaci­ón, que también se celebrará en breve y a la que el Govern no había acudido desde su constituci­ón.

El Govern necesita recursos para atender la creciente inquietud social; una quita de deuda pueda aportarlos

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PERE DURAN / NORD MEDIA Pere Aragonès, a la derecha, conversa con el president de la Generalita­t, Quim Torra
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